Stephen Sefton
Históricamente, Estados Unidos y sus aliados solo retroceden en su comportamiento de agresión y la imposición de su dominio cuando sufren una derrota estratégica. Nunca reparan su esencia, solo modifican sus políticas buscando cómo recuperar el terreno perdido. Para ellos, los años 1950s fueron una década de amargos reveses. China los derrotó en Corea en 1953; Vietnam expulsó a los franceses en 1954; Egipto tomó control del Canal de Suez en 1956; la Revolución Cubana venció en 1959 y poco después, en 1962, el Frente de Liberación Nacional en Argelia.
Occidente respondió, entre otras maneras, con su campaña en el Congo y el asesinato de Patrice Lumumba en 1961; la masacre de más de un millón de comunistas para sellar el golpe en Indonesia en 1965; el derrocamiento del Kwame Nkrumah en Ghana en 1966; la genocida guerra estadounidense en Vietnam, Laos y Camboya y el decidido apoyo occidental a la ocupación sionista en Palestina y al régimen racista de Sudáfrica.
El impulso en aquella época hacia la descolonización y la despiadada reacción occidental, ocurrieron en el contexto de la Guerra Fría. Paralelamente con sus políticas de agresión, Estados Unidos y sus aliados profundizaban su control de las finanzas internacionales y el comercio global. Perfeccionaron las intervenciones neocoloniales del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y la manipulación del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), como herramientas de control financiero y comercial alrededor del mundo.
De manera sistemática, los gobiernos occidentales desarrollaban los mecanismos del endeudamiento y la cooperación para el desarrollo como medios de aumentar la dependencia económica de los países de América Latina, Asia y África. A este modelo neocolonial del desarrollo económico promovido por los poderes imperiales, se empezó plantear, como alternativa, modelos de comercio y cooperación Sur-Sur sin condiciones y en base a la solidaridad.
En 1955 se organizó en Bandung, Indonesia, la primera conferencia África-Asia, que reafirmó desde la perspectiva del mundo mayoritario los principios fundacionales de las Naciones Unidas, la autodeterminación, la no agresión y el respeto para el derecho internacional. Después, el Movimiento de Países No Alineados dio mayor impulso a una visión de las relaciones internacionales basado en el respeto entre iguales, el reconocimiento de los legítimos intereses de los países, la promoción de la cooperación solidaria, del comercio para el beneficio mutuo y en la resolución pacífica de diferencias.
En los últimos veinte años, está visión se ha desarrollado con mucho éxito, por ejemplo, por los países de la Organización de Cooperación de Shanghai y del grupo BRICS. Se opone explícitamente a la práctica de Estados Unidos y sus aliados de imponer sus imperativos en las relaciones internacionales por medio de la dominación económica y militar.
En América Latina los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez Frías promovían la misma visión de relaciones internacionales basadas en la solidaridad por medio de la Alianza Bolivariana de nuestra América (ALBA). Luego, se logró suficiente consenso en apoyo a esta visión para formar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. En la medida que aumentan la capacidad de estos países de defender sus intereses, todos estos esquemas independientes de cooperación amenazan el poder del Occidente en las relaciones internacionales.
En la historia del desarrollo de la visión libertaria antiimperialista, vale la pena resaltar el papel de la solidaridad revolucionaria entre América Latina y África, de la cual el ejemplo de la solidaridad cubana ha sido decisivo. La campaña del contingente cubano con Che Guevara y Jorge Risquet en el Congo en 1965, fue el precursor de la Operación Carlota en defensa de Angola en los años 1970s que finalmente logró derrotar las fuerzas del régimen racista de Sudáfrica y de sus patrones occidentales.
Aun antes de la colaboración cubana en el Congo, Cuba había apoyado a la Argelia recién liberada contra una agresión en 1963 de parte del Reino de Marruecos, respaldada por Francia. En 1965, Che se reunió en un u otro momento con dirigentes africanos revolucionarios claves como Modibo Keita de Mali, Amilcar Cabral de lo que es ahora Guinea Bissau, con Agostinho Neto de Angola y Kwame Nkrumah de Ghana. El Che insistió en la importancia de la cooperación internacional solidaria y complementaria para lograr la emancipación del dominio de la economía mundial por los poderes imperialistas.
Escribió Gabriel García Márquez: “Aquel paso fugaz y anónimo del Che Guevara por el África dejó sembrada la semilla que nadie había de erradicar”. Unos veinte años después, en 1987, poco antes de su propio asesinato, Thomas Sankara dijo: “Al Che Guevara le alcanzaron las balas imperialistas bajo el solo de Bolivia, pero decimos que para nosotros Che Guevara no está muerto… En casi todo África él dio a conocer su boïna con su estrella… África, del norte al sur, recuerda al Che Guevara”.
Un año después de las palabras de Thomas Sankara, las fuerzas cubanas y angoleñas derrotaron las fuerzas armadas del régimen racista de Sudáfrica en la batalla de Cuito Cuanavale. De esa batalla, Nelson Mandela comentó en Cuba en 1991: “Aquella impresionante derrota del ejército racista le dio a Angola la posibilidad de disfrutar de la paz y consolidar su soberanía. Le dio al pueblo de Namibia su independencia, desmoralizó al régimen racista blanco de Pretoria e inspiró la lucha contra el apartheid dentro de Sudáfrica…”.
En Nicaragua, la Revolución Popular Sandinista siempre ha mantenido fraternales relaciones con las revoluciones africanas, especialmente con la Jamahiriya Libia, con Argelia, Burkina Faso y Zimbabue. En sus palabras de homenaje a nuestro Canciller de la Dignidad el Padre Miguel d’Escoto en 2017, el presidente comandante Daniel recordó cómo viajaron juntos para celebrar la independencia de Zimbabue en abril 1980:
“Ahí estábamos con Miguel viviendo esa experiencia que quedó grabada para siempre, y nunca dejamos de comentar esa experiencia, en donde un Pueblo en África, al igual que el Pueblo de Nicaragua que había luchado contra la Política imperialista, allá contra la política colonialista, imperialista, también alcanzaba su Liberación.”
Sobre Argelia, la vicepresidenta Compañera Rosario ha comentado cómo la lucha de liberación nacional del pueblo argelino contra el colonialismo francés ha sido “importante y significativa, no solamente para Argelia sino para todos los pueblos amantes de la paz y la libertad. Argelia sigue siendo un ejemplo, un referente, una inspiración para los pueblos que luchamos en el mundo, por respeto a nuestra soberanía, por justicia y paz”.
En relación a la Jamahiriya Libia, del hermano Muammar al Gaddhafi, el comandante Daniel recordó ahora en la celebración del 19 de julio: “No podemos olvidar a Gaddhafi. Como él inmediatamente, viendo la agresión que sufría Nicaragua, se sumó y nos dio solidaridad incondicional”.
Para el Aniversario 44/19 este año, estuvo presente el primer ministro de Burkina Faso, quien comentó: “Nicaragua es un gran país, y la determinación de su pueblo es una esperanza y un ejemplo para los demás, tienen un gran espíritu… Es por eso que estoy acá, y estoy acá para ser el testigo viviente de la unidad entre el pueblo de Nicaragua y Burkina Faso”. Esa tarde, también la compañera Rosario recordó las palabras de Thomas Sankara durante una visita a Nicaragua en los años 80. “¡Al lado de Nicaragua estará Burkina, porque la revolución es invencible y el pueblo reinará!”.
Estos lazos solidarios entre los países revolucionarios africanos, y los países revolucionarios en América Latina, se consolidaron todavía más con la nueva política exterior de la Revolución Bolivariana en Venezuela. El presidente Hugo Chávez Frías promovía el desarrollo de nuevas relaciones entre Venezuela y la Comunidad para del Desarrollo del Sur de África, con la Comunidad Económica de Estados del Oeste de África y con la Unión Africana. También dio mayor empuje a la iniciativa de Brasil en el primer gobierno del presidente Lula da Silva y sus homólogos africanos de las Cumbres África-Suramérica.
Pocas semanas antes de su tránsito a la inmortalidad en 2013, nuestro comandante eterno escribió en una carta a la Cumbre África-Suramérica de aquel año: “Sudamérica y África son el mismo pueblo. Solo logramos comprender la profundidad de la realidad social y política de nuestro continente en las entrañas del inmenso territorio africano donde, estoy seguro, nació la humanidad. De él provienen los códigos y los elementos que conforman el sincretismo cultural, musical y religioso de nuestra América, creando una unidad, no solo racial entre nuestros pueblos, sino también espiritual.
“América Latina y el Caribe comparten con África un pasado de opresión y esclavitud. Hoy más que nunca, somos hijos de nuestros libertadores y de sus conquistas, podemos decir, debemos decir con fuerza y convicción, que también nos une un presente de lucha esencial para la libertad y la independencia definitiva de nuestras naciones.
“No me cansaré de repetirlo, somos el mismo pueblo, tenemos la obligación de reunirnos más allá de los discursos formales en un mismo deseo de unidad y así unidos, para dar vida a la ecuación que habrá que aplicar en la construcción de las condiciones que nos permitan sacar a nuestros pueblos del laberinto al que los arrojó el colonialismo y, posteriormente, el capitalismo neoliberal del siglo veinte”.
El comandante eterno nos recuerda que, de un siglo al otro, los hilos de la historia revolucionaria de América Latina y África se entrelazan de manera inseparable. Parece que los actuales momentos históricos serán decisivos para la defensa de los principios del nuevo mundo enunciados hace más de sesenta años por visionarios líderes africanos como Kwame Nkrumah y Gamal Abdel Nasser. Ahora, una nueva generación de dirigentes revolucionarios en África está decidida a enfrentar la influencia y poder del imperio en sus países. En la Cumbre Rusia-África, al fin de julio este año, el presidente Ibrahim Traoré de Burkina Faso comentó:
“Nos hemos reunido hoy porque necesitamos hablar sobre el futuro de nuestros países. ¿Qué pasará mañana en este nuevo mundo libre por el que luchamos, un mundo sin injerencias en nuestros asuntos internos?… Tenemos la oportunidad de construir un nuevo tipo de relaciones. Espero que estas relaciones nos sirvan mejor y nos permitan crear un futuro mejor para nuestros pueblos.
“El problema es que los líderes de los países africanos no aportan nada a las personas que luchan contra el imperialismo, llamándonos grupos armados o criminales. No estamos de acuerdo con este enfoque. Nosotros, los jefes de los Estados africanos, debemos dejar de actuar como títeres, listos para actuar cada vez que los imperialistas mueven los hilos”.