América Latina y África rechazan neocolonialismo

 

Stephen Sefton

* Aquí, solo Cuba, Nicaragua y Venezuela han rechazado a la OEA y tienen fuerzas armadas antiimperialistas que defienden sus gobiernos. Estados Unidos y sus aliados de la OTAN tienen más de 70 bases militares a lo largo y ancho de la región, cercando así a los tres países mencionados. Igual que en África, se camufla esta ocupación militar regional bajo la espuria figura de la cooperación para la seguridad.

Son muy claros los patrones de las intervenciones e injerencismo neocolonial en el mundo mayoritario de parte de Estados Unidos y sus aliados, desde las victorias sobre la Alemania Nazi y el Japón Imperial en 1945. Casi inmediatamente los países occidentales iniciaron un ciclo de sangrientas agresiones contra los pueblos que resistían el colonialismo, seguido más adelante por la dependencia de la mayoría de los países de África y Asia del despiadado sistema económico Occidental.

En todo este tiempo, Estados Unidos y Europa demostraron la más cruda y brutal determinación de garantizar a toda costa el control de los recursos naturales requeridos por su sistema capitalista. Hasta años recientes, podían lograr su objetivo por medio de la dominación comercial y financiera a nivel global y la cooptación política de las élites locales a nivel regional. Cuando lo han visto necesario, nunca han vacilado en usar la agresión militar directa o indirectamente.

Sin embargo, en los últimos veinticinco años, ha entrado en crisis el viejo régimen imperialista impuesto por los poderes norteamericanos y europeos. Es instructivo hacer la comparación entre la historia contemporánea del Oeste de África y de América Latina y el Caribe.

Se trata de un período que inició aproximadamente desde la elección de nuestro comandante Eterno Hugo Chávez Frías en 1998 como presidente de Venezuela, y del hermano Laurent Gbagbo como presidente de Costa Marfil en 2000. Ambos líderes promovieron ideas socialistas que amenazaban el acostumbrado control imperial de sus respectivas regiones. En ambos casos, los poderes occidentales montaron campañas para desestabilizar los nuevos gobiernos con repetidos ataques e intervenciones de un tipo u otro.

La intensificación de la agresión imperial alcanzó su colmo en 2011 con la destrucción de la Jamahiriya Libia y el asesinato del Hermano Guía Muammar al Gaddhafi; el ataque francés en Costa de Marfil para derrocar al presidente Laurent Gbagbo, con la complicidad de la ONU y el inicio de las medidas coercitivas unilaterales por Estados Unidos contra Venezuela y su empresa petrolera PDVSA. El contexto institucional de ambas regiones del mundo contiene componentes muy similares.

En América Latina y el Caribe, la Organización de Estados Americanos ha servido como el ministerio de colonias de Estados Unidos desde 1948. Pero en África-Oeste fue hasta los años 1970s que los países de la región completaron su independencia de los poderes coloniales de la región, Francia, Reino Unido y Portugal. Así que, fue hasta 1975 que se fundó la Comunidad Económica de los Estados de África del Oeste (CEDEAO).

El objetivo ostensible de ambas instituciones – la OEA y la CEDEAO – es de promover la cooperación regional, el desarrollo socio-económico y la estabilidad política. En ambos casos, la dominante influencia de los respectivos poderes occidentales ha distorsionado la práctica de las instituciones para que sirvan, en efecto, como herramientas de control regional imperial.

A lo largo de su historia, la OEA ha dado su amparo institucional al dominio imperial en la región, desde su apoyo al golpe de 1954 en Guatemala y la exclusión de la Cuba revolucionaria, hasta el ilegal reconocimiento de Juan Guaidó en representación de Venezuela. Después de Cuba, solamente Venezuela y Nicaragua han tenido el coraje de rechazar ser miembros de esta institución neocolonial.

En el caso de la CEDEAO, mientras es cierto que ninguno de los antiguos poderes coloniales es miembro, Francia, y por consiguiente la Unión Europea, tiene mucha influencia por motivo de su posición dominante en una de las principales componentes económicas de la CEDEAO, la Unión Económica y Monetaria del Oeste de África (UEMOA) y también por motivo del uso en la mayoría de los países de la región de la moneda el Franc CFA, una herencia directa de la época colonial.

El alcance de la CEDEAO ha expandido más allá de su objetivo original de una «autosuficiencia colectiva» de una manera parecida al desarrollo de la OEA para incluir ahora la organización de misiones de paz en sus países miembros y la promoción de la democracia electoral al estilo Occidental. El CEDEAO ahora tiene una población total mayor de 440 millones, con un Producto Interno Bruto de casi dos millones de millones de dólares (PPA).

Hay que notar que, si se substrae la riqueza petrolera de Nigeria, ese PIB cae dramáticamente a solamente US$600 mil millones, que indica la relativa pobreza de la región. Casi todos sus gobiernos cumplen de manera fiel su papel neocolonial en relación a la reciente insurrección militar en Níger, que tiene amplio apoyo entre la población, igual que las otras recientes insurrecciones militares similares en Guinea en 2021, Burkina Faso en 2022 y Mali en 2020.

Entre los motivos de estas insurrecciones se destacan la presencia en el territorio nacional de militares franceses y estadounidenses, la corrupción sistémica en beneficio de una pequeña élite nacional y sus amos extranjeros y la falta de desarrollo social y económica para la población en general. Sin embargo, quizás de manera todavía más urgente que estos otros factores, ha sido el desarrollo de fuerzas terroristas pseudo-Islamistas como Boko Haram y Al Qaeda del Maghreb Islámica (AQMI), como un factor de desestabilización en toda la región.

De hecho, el origen inmediato de este componente de la precariedad regional fue la destrucción de Libia en 2011 y la consiguiente desestabilización del enorme territorio del norte de Mali luego de la masacre en enero 2012 de más de 100 soldados malienses en el pueblo de Aguelhok, por los movimientos terroristas.

Como respuesta a la falta de apoyo de su gobierno para poder defender su territorio, el ejército de Malí tomó el poder de una manera muy similar a lo que acaba de pasar en Níger. Se nombró un Comité por el Retorno de la Democracia y la Restauración del Estado. Igual que ahora en el caso de Níger, la CEDEAO implementó medidas coercitivas económicas y amenazó con la posibilidad de una intervención militar.

Después vino un acuerdo mediado por las Naciones Unidas, entre otras, y la intervención de una fuerza militar francesa. Igual que en Níger este año (donde los militares han formado un Consejo Nacional para la Defensa de la Patria), la insurrección militar en Mali de 2020 fue en gran parte una reacción en contra de la presencia de los militares franceses.

La fundamental diferencia entre los acontecimientos de 2012 y 2013 en Malí y la situación ahora diez años más tarde, es el frente común entre Mali, Burkina Faso, Níger y Guinea, todos países miembros de la CEDEAO. En este contexto, el actuar de Guinea podría ser crucial, porque su apoyo a sus vecinos sin acceso al mar les permite a éstos tener acceso al tránsito comercial por el importante puerto de Conakry, capital de Guinea.

Mientras en años anteriores la CEDEAO siempre pudo presionar con mayor facilidad a las insurrecciones militares en Burkina Faso o Mali, y ahora en Níger, por la falta de acceso de estos países al mar. Los militares de todos los cuatro países ven que la presencia militar estadounidense y francesa no promueve ni la estabilidad ni la seguridad y, además, sospechan que los mismos poderes imperialistas apoyan de manera encubierta e indirecta a las fuerzas terroristas que supuestamente están combatiendo.

Ciertamente, en 2012 un estrecho aliado occidental en aquel entonces, Qatar, mandó aviones con armamentos para los grupos pseudo-Islamistas en la ciudad de Gao en el norte de Malí. En África-Oeste las recientes insurrecciones militares han sido en apoyo a reivindicaciones nacionalistas y populares en el contexto de esta contraproducente ocupación militar extranjera y el cinismo de los depredadores poderes occidentales.

En América Latina, solo Cuba, Nicaragua y Venezuela, los únicos países en rechazar la OEA, tienen fuerzas armadas antiimperialistas que defienden sus gobiernos. Estados Unidos y sus aliados de la OTAN tienen más de 70 bases militares a lo largo y ancho de la región, con una mayor concentración en América Central y el Caribe, cercando así a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Igual que en África, se camufla esta ocupación militar regional bajo la espuria figura de la cooperación para la seguridad.

Igual que en África también, este hostigamiento militar imperialista de la región va de la mano con la interminable presión de parte de las grandes empresas transnacionales occidentales de energía y minería, para asegurar su prioridad en el control de los recursos naturales de la región. Se trata también de la imposición de prioridades económicas inapropiadas por medio de las instituciones financieras internacionales y regionales.

Ambos, Estados Unidos y la Unión Europea, intensifican ahora su atención hacia América Latina y África-Oeste porque temen perder su acostumbrado control de los recursos naturales de estas regiones por gobiernos que, primero, priorizan las necesidades y aspiraciones de sus propios pueblos y, segundo, por ese mismo motivo quieren sellar acuerdos más favorables con China y Rusia. Esta es la dinámica fundamental que va a definir el desarrollo exitoso de un verdadero nuevo orden mundial.

Es una dinámica en que las élites corporativas de Estados Unidos y la Unión Europea no van a poder prevalecer, porque todavía piensan que van a poder imponer sus intereses por encima de las necesidades y aspiraciones de los pueblos del mundo mayoritario que quieren seguir marginando. Piensan que es sostenible mantener a poblaciones enteras en la impotencia política y la zozobra económica en base a la guerra psicológica y su corolario, el deliberado esfuerzo de sembrar la cizaña y promover la división.

Muchos ejemplos demuestran la demencia de esta suposición, desde el rechazo en países como Argentina de su subyugación a las estructuras financieras occidentales, hasta la determinada resistencia popular en Haití a la sistemática destrucción institucional y la constante depredación empresarial. Se trata también de la resistencia al genocida bloqueo de Cuba y, en Venezuela y Nicaragua, a los intentos de golpe y al constante hostigamiento económico y diplomático, o la resistencia popular a los golpes que tomaron lugar en Bolivia y Perú.

El avance de la derecha política en la región entre 2015 y 2022 fue breve y frágil. La región continua el imparable desarrollo de sus relaciones con la República Popular China. Todo esto se ve reflejado también en el desarrollo de diversos acontecimientos parecidos en África-Oeste. Es inevitable la resistencia al imperio entre los pueblos del mundo mayoritario que viven la realidad de todos estos procesos.

Como nuestro presidente comandante Daniel hizo notar en 2021: “Aquellos países que todavía sueñan con imponer sus políticas colonialistas, neocolonialistas, en el mundo, sencillamente están fuera de la realidad. Eso ya no es posible”.

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