Marco Teruggi | Sputnik
El sábado 27 de julio fueron asesinados seis militantes chavistas en el estado Barinas. El hecho ya se conoce como Masacre de Ticoporo y evidencia una política sostenida: la del asesinato de chavistas de base, oculta por los grandes medios de comunicación occidentales.
El hecho será recordado como la Masacre de Ticoporo. Sucedió el sábado 27 de julio cerca de las 10:30 en el kilómetro 12 de una carretera del municipio José Antonio Sucre, en el estado Barinas, caracterizado por un paisaje llano, donde la tierra parece acostada panza arriba bajo un cielo gigantesco, hay esteros, ganado, árboles anchos, altos, y café al alba.
El grupo armado llegó en un camión de leche. Sabían que no llamarían la atención en esa zona que es de tránsito de vehículos lecheros. Al bajar se hicieron pasar por policías y abrieron fuego. ¿Cuántos disparos? ¿Qué armas? Aún falta por saberse, la investigación está abierta.
Las seis personas asesinadas presentaron un tiro de remate en la cabeza. Se llamaban José Geraldo Rojas, Manuel J. Cordero Benítez, Alexi Ontiveros Mora, Eudes Rojas Peña, Kevin Navas, Rodríguez, Milaidis Navas González. Eran chavistas, militantes del movimiento popular Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora, gente humilde, de familia campesina, de esos rincones del país.
«Fue una masacre, no hay ni una evidencia que muestre que hubo un enfrentamiento, ni hubo porqué haberlo, todos fueron asesinados a mansalva con alevosía y planificación», explica Kevin Rangel, coordinador nacional de la Corriente. Dejaron hogares, familias, hijos, lágrimas y silencio en el llano.
Todos, además ser parte del movimiento, también formaban parte de las Brigadas de Defensa Popular Hugo Chávez, «un instrumento que creamos para tareas políticas, productivas, y seguridad de los territorios», explica Rangel. Las Brigadas fueron formadas en 2017, cuando el país, y en particular el municipio Sucre, eran objeto de una escalada de violencia armada por parte de la oposición venezolana.
La violencia no es nueva en ese territorio. Había disminuido en el último año y medio. Regresó como ráfaga: «hubo mucha preparación, quienes actuaron son grupos mercenarios, con preparación militar. Fue una operación planificada con precisión».
Las hipótesis
El municipio Sucre tiene en el centro la carretera número 5, que conecta Barinas —a su vez paso hacia la capital del país— con los estados fronterizos de Apure y Táchira. Combina tres elementos centrales: el económico, el político y el armado.
En el primer caso se trata de los ganaderos, terratenientes, madereros, quienes recientemente habían organizado un bloqueo de carreteras para impedir el paso de alimentos. En lo político, se trata de una zona donde la oposición, como se vio en el 2017, encarnó las posturas más radicales.
En cuanto a la dimensión violenta, existen grupos armados, conocidos como paramilitares, que fueron quienes protagonizaron, por ejemplo, la toma del pueblo de Socopó ese mismo año, llegando a asaltar armas en mano, quemar y destruir una comisaría. Los tres componentes están articulados.
La principal hipótesis en la Masacre de Ticoporo apunta a grupos mercenarios. «Fueron asesinados por un grupo paramilitar (…) está en plena investigación, no quedará impune, fueron muertos ajusticiados, es la violencia que viene importada de Colombia», afirmó Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela(Psuv).
«Las investigaciones nos van a ir diciendo hasta dónde tiene conexión, si es algo local, pero nada es aislado, siempre partimos de eso, pudiera ser una componenda de muchos factores planteándose una ofensiva hacia ese municipio que es estratégico porque conecta la frontera con la capital de Barinas», explica Rangel.
Las pistas son varias, y, como siempre, tienen varias dimensiones: autores materiales, intelectuales, financistas. Se dan, dentro de un escenario general del país: el nuevo intento de golpe de Estado que tiene por imagen visible a Juan Guaidó en lo nacional, a operadores como Mike Pompeo y Elliot Abrams en EEUU, y a Iván Duque en Colombia.
«Los norteamericanos buscan tener control territorial más adentro con aliados suyos, esa es la estrategia del paramilitarismo colombiano hacia Venezuela, posicionarse hacia adentro, construir rutas que les permitan ubicar retaguardia estratégica dentro del territorio, corredores de suministro de alimentos y armamentos ante una posible agresión», agrega Rangel.
Los asesinatos y el paramilitarismo
La violencia contra el chavismo no es nueva y se ha manifestado en diferentes momentos y situaciones. Uno de los escenarios más conocidos es el de la lucha por la tierra: más de 300 campesinos han sido asesinados. En 2018, por ejemplo, fueron sicariados seis, con un mismo modus operandi: terratenientes contrataron grupos armados, paramilitares o bandas criminales, para matarlos por encargo. Cada muerte tuvo precio.
Otra modalidad ha sido el de las escaladas violentas de la derecha, como en el 2017, cuando la estrategia de la oposición fue perseguir a chavistas. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Orlando Figuera, linchado e incendiado en una guarimba (manifestación) opositora por ser chavista. Sucedió a plena luz del día, en Caracas.
También se puede hablar de la violencia desplegada dentro en los territorios para golpear las estructuras de base del chavismo. En el caso de la Masacre de Ticoporo, Rangel plantea que se trata de «un mensaje que se quiere transmitir al movimiento, al chavismo. Son acciones que se hacen de esa forma para generar terror, desmovilizar, desmoralizar a las fuerzas revolucionarias».
En cuanto a las modalidades de paramilitarismo importado de Colombia, el caso del estado Táchira es significativo. Allí el protector de ese territorio, Freddy Bernal, mantiene una política para impedir su avance y consolidación.
El cariz de lo que se enfrenta es de una violencia del horror: el 6 de julio, por ejemplo, efectivos del Ejército venezolano detuvieron a cinco individuos que cargaban tres cabezas decapitadas en una bolsa, junto con panfletos con amenazas a comisarios y funcionarios. Eran de la banda paramilitar ‘El Clan del Golfo’, que opera desde Colombia.
Una política
El chavismo enfrenta un asalto permanente con alternancia de dos tiempos: el del desgaste, con énfasis en la dimensión económica, y el del intento de desenlace, donde las diferentes variables se superponen. Este 2019 es de intento de desenlace, es decir: de derrocamiento del presidente Nicolás Maduro.
Los asesinatos de chavistas se dan en ambos tiempos. Un listado pormenorizado de dirigentes asesinados del Psuv y sus estructuras de base, de consejos comunales, comunas, campesinos, comités locales de abastecimiento y producción, milicia bolivariana, da cuenta de una política sostenida con el objetivo de golpear allí donde reside una de las génesis y fortalezas del chavismo: los territorios y sus organizaciones populares.
La Masacre de Ticoporo está en proceso de investigación. Quedará como un episodio de la guerra de baja intensidad contra el chavismo de base, invisibilizada por los grandes medios occidentales, por la arquitectura narrativa internacional que oculta la violencia opositora, sus subterráneos paramilitarizados.
A esta hora, en la inmensidad del llano se conmemora a quienes fueron asesinados. Los cuerpos están enterrados, las velas siguen prendidas, los rezos seguirán, igual que los compañeros y compañeras de cada uno de los mártires —como ya se los recuerda—. Es la gran voluntad del chavismo invisible que nunca bajó ni bajará los brazos.