Un par de entrevistas a dos tenebrosos representantes de la Guardia Nacional y el somocismo, permite reconfirmar la posición del diario La Prensa, rotativo que apoyó en los años 80 del siglo pasado, al ejército mercenario creado, financiado y entrenado por los Estados Unidos.
Es decir, no sorprende que La Prensa intente hacer creer a las nuevas generaciones que ex guardias somocistas como Luis Moreno, alias “Mike Lima”, de la sanguinaria EEBI, y Justiniano Pérez, ex capitán del genocida ejército, eran en realidad héroes con edificantes vidas alteradas por la revolución sandinista.
Moreno o “Mike Lima”, es asesino confeso de decenas de civiles en Pantasma en los años 80. Contrario a la entrevista que dio a otro redactor de La Prensa en 1999, donde se vanagloriaba de sus acciones militares, ahora su versión del somocismo, de la GN y de él mismo, es casi idílica.
“Lavada de cara”
El asesino Mike Lima describe a bondadosos oficiales de la guardia nacional, perdonándole la vida a un muchacho en plena insurrección, en momentos en que el ejército somocista mataba por cualquier causa, incluso por quedar viendo de frente a un soldado u oficial.
Vimos personalmente cómo los “buenos guardias” somocistas llevaron en fila a un grupo de vagos consuetudinarios del barrio La Fuente desde las inmediaciones del hoy mercado Huembes, hasta el sector de “Los Cebollales”, conocido ahora como “los mil metros”, un camino que llevaba a Las Colinas, donde los hincaron y les dispararon por la espalda en la cabeza.
Despellejado
Al hijo de una vecina que andaba raspados los codos, lo bajaron de una camioneta en la que trabajaba como ayudante en el sector del mercado Oriental. Tenía apenas 15 años, lo que no impidió que estos “santos hombres” de la ex guardia pretoriana, lo botaran a culatazos para luego abrirle surcos en la piel con sus bayonetas, donde le rociaron sal.
La agonía del muchacho fue terrible. Después de solazarse con el dantesco espectáculo, los testigos, que después contaron el episodio a doña María, su mamá, le dijeron que la soldadesca acribilló el cuerpo a balazos.
Antes de iniciar las matanzas colectivas, los devenidos en asesinos en masa no toleraban que nadie los mirara a los ojos directamente, mucho menos que alguien se atreviera a responderles o preguntarles algo. Una patada o un culatazo era la respuesta para el temerario y si éste intentaba defenderse, la cárcel o un balazo de Garand.
Asesinos con mentalidad sicopática
Los episodios que aquí describimos se repitieron por todo el territorio nacional. Las masacres de fanáticos del somocismo como “Mike Lima” se multiplicaron durante la guerra de agresión. Luis Moreno, formado bajo el concepto de que la familia Somoza era la dueña de Nicaragua y a la vez benefactora de la soldadesca a la que pertenecía, no podía pensar más que en vengar la afrenta que la hizo pasar el FSLN.
El odio que les inculcaron hacia el pueblo no conocía límites. Imaginamos que Mike Lima debe acordarse de las consignas que repetían a gritos sus pares y subordinados en la EEBI. Se las dictaba el mercenario y sicópata norteamericano Michael Echanis.
Beber sangre del pueblo
La más escalofriante se desarrollaba cuando Echanis y demás instructores “formaban el carácter” de su tropa, preguntándoles a gritos: ¿Qué debe hacer un soldado? ”Matar, matar”. ¿Qué son ustedes? “Soldados”. ¿Qué son realmente? ”Tigres”. ¿Qué comen los tigres? “Sangre roja”. ¿La sangre de quién? “Del pueblo”.
Fue la confesión de Echanis durante una entrevista y lo que muchas otras personas escucharon al pasar por los lugares donde se entrenaba la EEBI. ¿Y nos quieren hacer creer “Mike Lima” y Justiniano Pérez que su lucha contra el FSLN durante el somocismo y después en la Contra fue por defender al pueblo al que querían bebérsele la sangre?
Asesinos en los barrios
Enrique Sequeira, un cuasi adolescente admitido en la EEBI en 1977, nos confirmó personalmente lo de Echanis y los turbadores mensajes que el sicópata norteamericano, ex asaltante y roba carros les metía en la cabeza hasta lograr que se convencieran de que aquél macabro mensaje era una realidad.
Sequeira y los demás miembros de la EEBI se lo creyeron todo. No es casual el fanatismo de Mike Lima y demás miembros de la ex Guardia Nacional que todavía conservan sus grados, se les ponen firmes a sus superiores y hablan con añoranza del somocismo, como el expiloto genocida Roberto Amador.
Enrique Sequeira, muerto en Honduras en los años 80 al intentar asaltar un banco junto a otros miembros de la ex EEBI, se regodeaba con los asesinatos cometidos. Igual lo hacía Antonio Galán, otro joven discípulo de Echanis que le decía a su asustada hermana que había que asesinar a todos sus vecinos de La Fuente que estudiaban en la UNAN porque eran “comunistas”, pese a que él, por su escasa escolaridad, no tenía idea de lo que dicha palabra significaba.
Deleite con matanzas
Sequeira y Galán se deleitaban contando las matanzas que realizaban durante las “operaciones limpieza” en Estelí y otros lugares del país. Sequeira, cuyo padre era sargento de la GN, narraba alborozado en ruedas de chavalos la manera en que cortaban cuellos con las bayonetas de sus fusiles israelíes Galil, que Somoza Debayle recibió por miles del gobierno sionista en un intento desesperado por frustrar el triunfo del pueblo.
Mike Lima y Justiniano Pérez son dos asesinos perdonados tras las pláticas de paz entre el gobierno revolucionario y los cabecillas de la Contra, que recibían órdenes del gobierno de Estados Unidos.
Pero una cosa es perdonar y otra olvidar. Menos aún aceptar que este par de engendros del somocismo sean siquiera el asomo de las personas probas que La Prensa nos quiere presentar.