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* Este histórico aliado de EE.UU. recientemente expresó su negativa a Donald Trump a intervenir a favor de Washington en caso de una guerra con China para defender a Taiwán.
El primer ministro australiano, Anthony Albanese, se negó la semana pasada a garantizarle a Donald Trump la ayuda militar de su país si Estados Unidos entrara en guerra con China para defender a Taiwán.
Esta reciente afirmación de Albanese sobre su «independencia» en política exterior, es una de las señales de que la hegemonía estadounidense está «empezando a desmoronarse», afirma al respecto el periodista australiano Graham Hryce, en una columna para RT.
En ese sentido, el también abogado especializado en medios destaca que la decisión resulta algo sorprendente puesto que, hasta ahora, el líder australiano ha sido un firme defensor de la política exterior de Trump. Su Administración se ha alineado sistemáticamente con la política estadounidense en la Franja de Gaza y sigue asistiendo al régimen de Kiev.
La semana pasada, el primer ministro australiano realizó una gira de cinco días por China en donde se reunió con el presidente chino, Xi Jinping. En contraste, Trump le ha negado una reunión a Albanese hasta la fecha y es posible que se reúnan como muy pronto en septiembre. El desencuentro se da en un momento en que la relación entre ambos aliados se ha deteriorado ante las presiones de Washington a que aumente el gasto militar y la imposición de aranceles a las importaciones australianas.
«Apoyo el interés nacional de Australia y me relaciono con el mundo tal como es, en lugar de como a algunas personas les gustaría que fuera», declaró Albanese a los medios locales tras su visita al gigante asiático, su mayor socio comercial. «El interés nacional de Australia se ve favorecido por el compromiso con China», agregó.
¿A qué se debe el repentino cambio?
Entre las razones para explicar este tardío cambio en las relaciones exteriores australianas, Hryce indica que la «irracionalidad» en el corazón de la agenda de Trump se ha vuelto «absolutamente obvia», incluso para políticos «tan torpes y apáticos» como Albanese.
Además, el escepticismo de la Casa Blanca con respecto a la OTAN y su compromiso con la defensa de los aliados de la asociación AUKUS (Estados Unidos, Reino Unido y Australia) ha obligado a Canberra a replantearse su compromiso a apoyar al país norteamericano en caso de una guerra con China.
«Australia no tiene ningún interés estratégico en defender a Taiwán, y solo los periodistas de [la corporación mediática] Murdoch más ideológicamente perturbados podrían creer que Australia y Estados Unidos podrían derrotar militarmente a China en una guerra en el Sudeste Asiático», destaca Hryce.
Asimismo, esta «capitulación» de la política exterior australiana también fue diseñada para «silenciar las críticas del imperio mediático pro-Trump, pro-Israel, anti-China y anti-Rusia de Murdoch», subraya. No obstante, Albanese no ha logrado apaciguar a la corporación. «El mayor fracaso de Albanese como primer ministro es haber permitido que Murdoch moldeara el debate público sobre política exterior» en Australia, aseveró.
Por otra parte, el especialista señala que la resistencia del líder australiano a las demandas y al trato de Trump evidencia que la Administración republicana se «enfrenta a profundos desafíos internos y externos», al tiempo que su enfoque en política exterior «podría volverse cada vez más errático y unilateral». Además, pone en relieve que el mandatario estadounidense «podría priorizar los objetivos de su Administración incluso a expensas de sus socios».