Ulises Noyola Rodríguez | Rebelión
* El presidente Biden posiblemente enfrente una nueva recesión este año, pero ahora en un contexto diferente en comparación cuando irrumpió la pandemia. Con la pérdida de la mayoría demócrata en el poder legislativo, no tiene capacidad de gobernar en un momento en donde varias señales avizoran una crisis, cuyo impacto degradaría aún más las condiciones de vida de los estadounidenses.
Ciertos indicadores avizoran una recesión en la economía estadounidense este año. El monto de las ganancias corporativas descendió recientemente de 3.04 a 2.86 billones de dólares entre el segundo y tercer trimestre en el año pasado. Muchas empresas han reportado ganancias que no satisficieron a los inversionistas, quienes han terminado vendiendo sus acciones. Las empresas afectadas con una menor valuación en sus acciones están particularmente en sectores de tecnología avanzada como Ford Motor Company, en automotriz; Meta Platforms, en redes sociales; Cisco, en software; Amazon en comercio electrónico y Microsoft en computación.
Cabe destacar que las empresas estadounidenses han presentado un menor monto de ganancias, por varias razones, entre las cuales destacan el mermado poder adquisitivo de la población; la fuerte competencia que enfrentan con corporaciones de otras naciones; y el encarecimiento del crédito. Otra razón que debemos añadir es el incremento de los precios, particularmente en energía y alimentos, que ha dado lugar a una redistribución de las ganancias favoreciendo a las empresas en los sectores mencionados. Por ello, las empresas han tenido que sufragar gastos más abultados en energía. En el caso de los alimentos, las empresas deben incrementar el pago de salarios de los trabajadores. Estos dos problemas persistirán por varias razones que explicaremos enseguida.
Con respecto a la energía, el presidente amenazó con aumentar la carga de impuestos sobre las empresas en el sector energético, en caso de continuar aumentando los precios por el poder oligopólico que tienen en el mercado. Sin embargo, la causa de la inflación es más compleja, pues la raíz del problema no se circunscribe en el poder oligopólico de las compañías energéticas. La provisión de energía depende en gran medida de la disponibilidad de gas natural, que es responsable de producir alrededor de un tercio de la energía en Estados Unidos.
El precio de la energía ha estado afectado de manera significativa por el incremento del costo del gas natural. A su vez, la oferta de gas natural en el mercado estadounidense se ha reducido por la exportación de esa fuente de energía a los países europeos, que pasaron a depender más de Estados Unidos tras el conflicto que mantienen con Rusia. Con la menor provisión de gas natural, las empresas energéticas se han beneficiado, pues ante una menor oferta junto con la recuperación del consumo de energía, han podido aumentar los precios sobre los consumidores.
Con el fin de estabilizar los precios, las empresas requieren incrementar la inversión en infraestructura que aumente la provisión de gas natural. No obstante, la ampliación de la construcción de gasoductos podría verse retrasada por la falta de insumos industriales que ha ocasionado el confinamiento en el mercado mundial. Los empresarios no tienen prisa en resolver la falta de suministro. De hecho, el presidente de ExxonMobil, Darren Woods, declaró recientemente que espera que el mercado energético se estabilice dentro de tres a cinco años como producto de los programas de inversión que pongan en marcha.
En cuanto a la carestía de alimentos, el presidente acusó de forma similar que un puñado de empresas ha aprovechado la pandemia para incrementar el precio de los alimentos entre ellos la carne, cuyo mercado está controlado por un oligopolio conformado por JBS, Cargill, Tyson Foods y National Beef Packing. Con el objetivo de contrarrestar la inflación, la administración anunció un programa por un monto de mil millones de dólares que apoyará a productores independientes para que compitan con esos cuatro grandes conglomerados. De nuevo, el problema es más complejo por lo que la causa de la inflación no solamente radica en la estructura oligopólica de la industria.
Por ejemplo, las empacadoras de carne han tenido que soportar más gastos por el incremento del precio de energía e insumos, por lo que muchos establecimientos han cerrado en la pandemia. Esto ha reducido la oferta de carne, presionando al alza su precio. Otro problema es la falta de personal en las plantas de trabajo, en donde ha habido una demanda por contratar más inmigrantes para aumentar la producción. Otros costos han aumentado el precio como el transporte para la distribución de productos en las tiendas de consumo. En este sentido, empresas como Cargill y Tyson Foods se han favorecido del incremento de precios ante la menor oferta de productos.
Otro problema de la economía estadounidense es la deuda corporativa, cuyo monto casi se ha duplicado desde la crisis financiera, pasando de 6.5 a 12.7 billones de dólares en el período 2008-2022. Esta época de bonanza de dinero fácil en el mercado bursátil está llegando a su final ante la venta de acciones por parte de los inversionistas, que están presionando a las empresas para que reestructuren sus gastos y con ello incrementen los dividendos distribuidos entre la comunidad financiera. De manera creciente, los bonos de deuda de una gran cantidad de empresas están pasando a ser calificados como activos basura, recibiendo más presión por parte de las calificadoras internacionales para que reestructuren sus gastos.
De este modo, la presión ejercida por los inversores ha rendido frutos en un corto lapso, pues las empresas estadounidenses han comenzado a apuntalar sus ganancias por medio de la reducción de los costos, particularmente la nómina de trabajadores en las tecnologías digitales. En el año pasado, por ejemplo, once mil trabajadores fueron despedidos en Meta Platforms, diez mil en Amazon, cuatro mil cien en Cisco y tres mil setecientos en Twitter, entre otros casos. Es evidente que ya no es una garantía estar laborando en tecnologías modernas para que los estadounidenses puedan mantener su empleo.
La situación económica podría tornarse aún peor para la clase media este año. Como las empresas tienen ahora un menor acceso a recursos abundantes en el mercado bursátil, solamente les queda la opción de pedir prestado a los bancos. El problema está en que la tasa de interés fijada por el Banco Central ha comenzado a aumentar de un nivel cercano a cero en la pandemia a casi cinco por ciento este año. Por consiguiente, el crédito es más caro para las empresas, elevando aún más sus gastos destinados al pago de deudas.
Bajo este contexto, Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, anunció que los incrementos subsiguientes serán graduales, con una menor magnitud que los anteriores aumentos anunciados. Esa decisión es comprensible tomando en cuenta que un aumento considerable de la tasa de interés asfixiaría aún más a las empresas, lo cual podría provocar el impago de las más vulnerables. El pánico financiero provocaría el cierre de establecimientos y con ello una gran cantidad de personas quedaría desempleada, acentuando la tendencia recesiva de la economía norteamericana.
Hace dos años, la administración demócrata aprobó un plan de rescate de envergadura, que incluyó, entre otras cosas, el pago de un ingreso por 1,400 dólares a las familias norteamericanas. Además, varios gobiernos estatales financiaron más programas de asistencia beneficiando a las familias de menores ingresos, por ejemplo, California, Nueva York, Illinois y Maryland. Como resultado, las finanzas públicas fueron perjudicadas por el incremento de la deuda estatal, que hizo posible el financiamiento de los programas de asistencia. Sin embargo, las familias de menores ingresos pudieron recibir más ingresos, compensando parcialmente los efectos negativos de la pandemia.
La aplicación de un programa de envergadura fue crucial, pues apuntaló la recuperación económica rápidamente, a diferencia de la débil recuperación después de la crisis financiera de 2008.No obstante, la facción demócrata perdió la mayoría en la Cámara de Representantes en las elecciones intermedias el año pasado. Cabe recordar que la facción republicana estuvo en contra de los programas de asistencia propuestos por los demócratas, de tal suerte que la población estadounidense quedaría desprotegida ante una crisis económica, en donde la inversión nacional decrecería. Además de menos programas sociales, la inversión pública no incrementaría en un monto considerable con el control del poder legislativo por parte de los republicanos.
El índice de aprobación del presidente cayó de manera significativa el año pasado, en donde la inflación fue un factor determinante que aumentó la insatisfacción de los electores. El Partido Demócrata perdió la mayoría en el poder legislativo por lo que la posibilidad de aprobar un paquete de ayuda de envergadura es reducida. Las condiciones de vida de los estadounidenses continuarían degradándose aún más, por lo que la crisis de la pandemia no ha terminado.
*Ulises Noyola Rodríguez, Maestro en economía egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre sus líneas de investigación están economía política y desarrollo económico.