María Fe Celi Reyna | RT
El 24 de octubre terminó la Cumbre de los países BRICS en la ciudad de Kazán, en Rusia. Fue el encuentro político más esperado del año y en torno al cual hubo infinitas expectativas. Hace una década, se discutía sobre la naturaleza del BRICS y si tendría alguna relevancia. Se puede decir que en la XVI cumbre recién empieza a tomar forma.
Ante un orden internacional injusto cuyo hartazgo se ha exacerbado por el genocidio contra el pueblo palestino, muchos ponemos nuestras esperanzas en esta organización. La Cumbre en Kazán sirvió para moderar expectativas.
La Declaración de Kazán se tituló ‘Fortaleciendo el multilateralismo para un mundo justo y seguro’, y casi no hubo aspecto de la vida que no fuera incorporado. El documento es, en realidad, una presentación de una visión de mundo cuyo derrotero para hacerla realidad va a tomar varias generaciones y tendrá que enfrentar innumerables retos.
Reto 1: evitar la crisis de crecimiento
En un inicio fue BRIC. Luego, se convirtió en BRICS. En 2017, el presidente Xi Jinping presentó la propuesta del formato BRICS+ para involucrar a más economías emergentes. En su discurso, hizo referencia al dicho chino: «es más fácil romper una flecha que romper diez flechas atadas juntas»; que se usa para dar énfasis a la importancia de la unión y trabajo en equipo. Si el bloque BRICS quería tener más trascendencia en el sistema internacional, debía expandirse.
En 2023, en Sudáfrica, el BRICS+ se hizo realidad con la invitación a seis países a formar parte del bloque como miembros plenos. De estos cuatro formalizaron su ingreso: los Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto y Etiopía. Argentina declinó la invitación y Arabia Saudita no la ha rechazado ni aceptado.
Decenas de países se quedaron en lista de espera. El interés creciente por entrar al bloque se disparó después de 2022, cuando en el Occidente colectivo pensaron que aislarían Rusia y se terminaron aislando ellos mismos. Ahora, todos quieren entrar, pero sin entender de qué se trata la organización.
El nuevo interés debe ser tomado con precaución. El bloque BRICS toma decisiones por consenso, es decir, todos los miembros tienen que estar de acuerdo. Esto va en línea con una cultura política muy diferente a la Occidental, basada en diálogo, acuerdos comunes y ganancia mutua. Es más sostenible en el tiempo, pero los procesos son más lentos.
El ingreso sin filtros de muchos países con intereses tan dispares haría imposible tomar decisiones y condenaría a la organización a la intrascendencia. Por lo mismo, este año, se incorporó un nivel a la estructura del BRICS, la de países asociados.
Los nuevos socios participarán del ecosistema BRICS, pero no tienen derecho a voto. 13 países se incorporaron en esta nueva categoría, siendo la mayoría de ellos de África y del Sudeste Asiático.
La familia BRICS ha crecido en dos años y, por ahora, le toca asentarse, construir su propia identidad e institucionalizar sus procesos.
Reto 2: transformar el sistema actual
Tanto el presidente ruso Vladímir Putin como el primer ministro indio, Narendra Modi, dejaron en claro que BRICS no es un bloque anti-Occidental y la Declaración de Kazán sustenta sus palabras. Al leerla, es posible notar que el bloque no quiere construir un mundo nuevo. Lo que busca es democratizar el mundo actual. Dos acciones parecidas, pero que no son iguales.
A lo largo de la declaración, se respalda el sistema de la ONU, incluyendo la Agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030; al igual que un orden internacional basado en reglas del derecho internacional. Esto horrorizaría a más de uno.
La propuesta no suena muy diferente a lo que, en teoría, hoy tenemos. La diferencia está en que el BRICS quiere transformar la teoría en realidad. Primero, al transformar la estructura de las organizaciones para que reflejen el mundo actual y sean más representativas. Segundo, que en el sistema se reflejen las realidades actuales de los países y las responsabilidades diferenciadas en los grandes problemas del mundo.
Por ejemplo, se busca transformar la estructura del Consejo de Seguridad de la ONU y que tanto el país más poblado del mundo, India, como algún representante africano, puedan tener un asiento permanente. Con relación al cambio climático, se propone una estrategia global que contemple la realidad de los países en desarrollo que aún necesitan recurrir a combustibles fósiles.
Reto 3: construir soberanía económica
Este fue el tema que, tal vez, despertó más expectativa. Hoy en día, soberanía económica es sinónimo de cortar la dependencia del dólar que EEUU ha utilizado como arma contra países que no se alineen con su agenda. El BRICS ha denunciado la utilización de sanciones coercitivas unilaterales, incluyendo las económicas, así como las sanciones secundarias.
Esto será posible a través de la llamada «desdolarización» del sistema económico internacional. No obstante, esto debe entenderse como el fin de la hegemonía del dólar, pero no de la moneda en sí misma. Se habló de un sistema de pagos e incluso de una moneda común. En el primer caso, es un tema discutido que podría hacerse realidad en un mediano o largo plazo. El segundo, ni siquiera se contempla.
Lo que se ha logrado es reiterar el compromiso de mejorar la cooperación financiera entre los países del bloque y declarar que un sistema de pagos debería ser desarrollado. Por ahora, lo único claro es la iniciativa de fomentar las transacciones en monedas locales, así como el fortalecimiento de redes bancarias. Esto, además, será voluntario y no vinculante.
Hay muchos factores en juego, tanto políticos, económicos y tecnológicos. Además del poderío estadounidense que busca, constantemente, desestabilizar el proceso. Se necesita mucha paciencia y diplomacia.
Reto 4: romper con la «mala praxis» de la política internacional
Un objetivo clave para el bloque es el fortalecimiento de la «solidaridad BRICS» que permita trabajar en conjunto para objetivos comunes, a pesar de las enormes diferencias de sus miembros. Se han planteado tres pilares sobre los cuales trabajar en la búsqueda de un mundo pacífico, más representativo y justo: política y seguridad; economía y finanzas; y cultura y cooperación entre personas.
El primer paso es solucionar los problemas internos del bloque, siendo la disputa entre China e India, el más importante. Gracias a la mediación rusa, en esta cumbre los líderes de ambos países se reunieron por primera vez en cinco años y se ha llegado a acuerdos para empezar a resolver el problema fronterizo.
La contracara ha sido la actuación de Brasil y su veto a la entrada de Venezuela como miembro asociado cuando este país era el que más consenso despertaba. La excusa del gobierno brasileño fue el proceso electoral en Venezuela, lo que es una interferencia en asuntos internos de este país. Esta es una «mala praxis» de la política internacional que el BRICS quiere terminar, pero sigue infiltrada dentro del bloque.
El BRICS todavía tiene mucho camino por delante, uno que supera a las actuales generaciones políticas, pero es la apuesta más concreta para tener un mundo más justo. Por ello, es tan importante entenderlo bien y aceptar sus tiempos, moderando nuestras expectativas y desde nuestras propias trincheras, intentar proteger sus avances.