* Ese optimismo no se nubló cuando también en la mañana del 26 supe que una parte de mí –el escritor– había ingresado en la lista negra con la que el Presidente de Estados Unidos pretende ahogarnos y obligarnos a ser una neocolonia –o acaso una estrella más de la bandera– de su país
Pedro de la Hoz | [email protected]
La mañana del 26 de julio confirmó mi optimismo. Ver y sentir a los granmenses, en nombre de muchos y en mi nombre, honrando el legado de los héroes del Moncada; palpar, a ojos vista y con el corazón por delante, la línea de continuidad entre la generación histórica revolucionaria y la actual; saber que la poesía va más allá de las palabras para instalarse en el lugar más entrañable de la memoria colectiva, como sucedió cuando nuestro Presidente apeló a los versos de Miguel Barnet y Roberto Fernández Retamar, me hizo pensar en cuánto puedo, podemos, entregar para ser de veras mejores.
Ese optimismo no se nubló cuando también en la mañana del 26 supe que una parte de mí –el escritor– había ingresado en la lista negra con la que el Presidente de Estados Unidos pretende ahogarnos y obligarnos a ser una neocolonia –o acaso una estrella más de la bandera– de su país.
Como autor he firmado contratos y publicado con la editorial Capitán San Luis y ahora resulta que esa casa, junto a Verde Olivo y dos hoteles más, fueron sumadas a la relación de entidades cubanas con las cuales los ciudadanos estadounidenses tienen prohibido realizar transacciones financieras.
En el caso de una editorial la interdicción apunta a que no haya la menor posibilidad de que una institución similar estadounidense negocie con aquella la publicación a cualquier obra de su catálogo, ni que una distribuidora o librería en ese territorio adquiera o comercialice libros editados en Cuba por las casas mencionadas, ni que un ciudadano estadounidense –no ya los poquísimos que vengan a la Isla en medio de tantas y delirantes restricciones, sino los que visiten en medio mundo las ferias del libro y se les ocurra en un quiosco cubano o de otro país comprar un volumen de la Capitán San Luis y la Verde Olivo– sea sospechoso de haber adquirido publicaciones de las entidades recién incluidas en el Index.
Utilizo este último término pues resulta obvio el parentesco de la medida con el Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum (nombrado comúnmente por la primera palabra) de la Santa Inquisición, vigente desde 1612 hasta 1819.
Mi editor Julio Cubría describió la situación de modo muy preciso: «El gobierno del presidente Donald Trump acaba de incluir a las editoriales Capitán San Luis y Verde Olivo en la lista de entidades restringidas al pueblo de ee. uu. Por simple decreto presidencial los niños de ese país no podrán leer La muñeca negra, de José Martí; ni descubrir La noche de los arcoíris, con Olga Marta Pérez, ni rescatar junto a Enrique Pérez Díaz a Agatha en peligro. Sus adultos no podrán revelar la leyenda del Hotel Nacional de Cuba, de la mano de Pedro de la Hoz y Luis Báez; ni conocer las Historias del Capitolio, narradas por Ciro Bianchi y, por supuesto, no se les permitirá de ninguna manera conocer la verdadera historia de la dictadura de Fulgencio Batista en ¿Por qué la Revolución Cubana?, y mucho menos la monstruosidad de La guerra biológica contra Cuba, ni ¿Qué se encontró Fidel al triunfo de la Revolución? Qué miedo tan grande a la cultura cubana. A pesar de leyes y bloqueos nuestra editorial continuará como hasta ahora encumbrando la verdad».
Detrás del encono contra la Capitán San Luis y la Verde Olivo esgrime la Casa Blanca un pretexto: ambas editoriales se hallan adscritas, respectivamente, a los ministerios del Interior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. A los cazadores de brujas les importa un bledo que los libros publicados traten de historia, o sean ficciones, o relatos testimoniales de interés general.
Miradas bien las cosas, sin embargo, se me ocurre que una prohibición de este tipo esté asociada a las carencias culturales del actual ocupante del Despacho Oval. Fue pública y notoria su respuesta a la periodista Megyn Kelly al indagar sobre sus gustos literarios: «Leo pasajes, resúmenes, capítulos, pero no tengo tiempo para leer».
El colmo es que se las da de autor. ¿Sus títulos? Cómo hacerse rico y Pensar como un multimillonario. Bastaría comparar temas y contenidos con los libros de las casas Capitán San Luis y Verde Olivo, para coincidir con lo que un escritor expresó en la revista mexicana Letras Libres –nada que ver ni por asomo con un pensamiento cercano a la izquierda– acerca del personaje: «La incultura de Trump pasará a la historia del país como un extravío».