Pedro Barragán | loquesomos.org
Estados Unidos muestra cada vez mayor nerviosismo por su pérdida de influencia en América Latina. Las últimas declaraciones de la representante comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, durante su participación en la cumbre empresarial del B20 en Sao Paulo, se suman a las de la general estadounidense Laura Richardson, comandante del Comando Sur de Estados Unidos, en el Foro de Seguridad de Aspen del pasado mes de julio y a las expresadas con motivo de inversiones chinas en México y Perú.
La reacción norteamericana refleja la preocupación por el declive de su influencia histórica en América Latina. La recuperación económica de América Latina, de los años 2000, se ha vinculado fuertemente a su creciente colaboración con China, que se ha consolidado como un socio comercial clave tras su ingreso en la OMC. Con el tiempo, esta relación ha evolucionado más allá de los intercambios comerciales, dando paso a una cooperación más profunda a través de iniciativas como el Foro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños – China.
La participación activa de los países de la región en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) evidencia esta conexión cada vez más sólida, impulsada por inversiones en infraestructura y proyectos de energía renovable que fortalecen aún más los vínculos bilaterales. A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos, los gobiernos y ciudadanos de América Latina parecen cada vez más receptivos a fortalecer sus vínculos con China, que ya es el principal socio comercial de América del Sur y el segundo de América Latina en su conjunto.
Con más de 20 países de la región ya integrados en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), Colombia ha anunciado en octubre de 2024 su interés en unirse, y en Brasil este mismo octubre de 2024 el ministro de Agricultura ha propuesto sumarse a la BRI. Las inversiones chinas, especialmente en los sectores de infraestructura y energía renovable, continúan expandiéndose, impulsando de manera notable el desarrollo económico local.
Estados Unidos, que siempre ha considerado a América Latina como su patio trasero, ha comenzado a removerse. En el Foro de Seguridad de Aspen, celebrado en julio de 2024, la general estadounidense Laura Richardson, comandante del Comando Sur de Estados Unidos, encargada de supervisar las operaciones en América Latina y el Caribe, ha expresado su preocupación por el incremento de la cooperación entre China y la región.
Richardson ha propuesto la idea de implementar un “nuevo Plan Marshall” en América Latina como posible respuesta a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China. Este mes de agosto y durante la Conferencia de Defensa Sudamericana (SOUTHDEC) en Santiago de Chile, la general Richardson ha vuelto a insistir en que el evento representa un “llamado a la acción” para que el supuesto “Equipo Democracia” trabaje intensamente en conjunto y frente a las amenazas chinas en la región.
La advertencia, por su parte, de la representante comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, a Brasil estos días indicándole los “riesgos” de su incorporación a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), refleja una perspectiva de poder en la que Brasil es visto como un “patio trasero geopolítico” de Estados Unidos, lo que evidencia una falta de respeto fundamental hacia el gobierno y la ciudadanía brasileña.
Esta no es la primera ocasión en que representantes estadounidenses intervienen en Brasil sobre esta cuestión. La general Laura Richardson, la mencionada líder del Comando Sur de Estados Unidos, ya había expresado en una visita previa a Brasil este año que la participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) podría comprometer la soberanía de Brasil.
Son más de 20 los países americanos que han establecido acuerdos de cooperación para la BRI y, hasta la fecha, ningún país ha visto amenazada su soberanía por participar en esta iniciativa. En contraste, los funcionarios de Estados Unidos insisten en que Brasil opte entre Pekín y Washington, lo cual constituye una interferencia abierta en la soberanía brasileña.
Estas declaraciones se enmarcan en una estrategia más amplia de Estados Unidos que revive elementos de la retórica de la Guerra Fría, adaptándola al momento geopolítico. En línea con los principios de la “Doctrina Monroe”, esta postura refleja los esfuerzos de Estados Unidos para contener la creciente influencia china en América Latina, algo que ha intensificado el tono diplomático a medida que se fortalecen los lazos entre China y la región.
Las autoridades estadounidenses suelen hablar de “mitigar riesgos” en relación con América Latina, pero lo que realmente necesita Washington es dejar atrás su mentalidad persistente de “Doctrina Monroe”. Actualmente, Brasil es uno de los pocos países latinoamericanos que aún no participan en la BRI. Las declaraciones del ministro de Agricultura brasileño, proponiendo sumarse a la BRI son el último paso de Brasil en esta dirección.
China espera con agrado a Brasil en la BRI y aumentar la colaboración mutua. Esta posición norteamericana de considerar América Latina como su patio trasero, la hemos visto también en México. La inversión de empresas chinas en una planta de producción de vehículos eléctricos en México ha generado fuertes reacciones en Estados Unidos, que lo considera como un desafío a su dominio tradicional en la región.
Washington ha intentado desalentar activamente estas inversiones chinas, alegando que la presencia de China en América Latina, y específicamente en México, podría afectar la seguridad y la estabilidad regional. Han vuelto a sacar el fantasma manido de la “seguridad nacional” de Estados Unidos debido a la proximidad geográfica de México. Una fábrica de coches en México no amenaza la “seguridad nacional” de Estados Unidos, tan solo amenaza a su propia industria tecnológica y automotriz.
Para México, la inversión en una planta de vehículos eléctricos de origen chino representa una oportunidad significativa para la creación de empleos, la transferencia de tecnología y la ampliación de sus capacidades en un sector de rápida expansión como el de la movilidad sostenible.
Mientras Estados Unidos busca reforzar su influencia y limitar la expansión de China, México ve en las inversiones chinas una alternativa atractiva para diversificar sus socios comerciales y tecnológicos. Otro ejemplo del nerviosismo norteamericano son las reacciones a la construcción del puerto de Chancay en Perú. Este puerto, situado estratégicamente en la costa peruana, se ha diseñado como un nodo clave para el comercio entre América Latina y Asia, facilitando el acceso directo de mercancías chinas y asiáticas y consolidando a Perú como un centro de distribución regional.
Se espera que, una vez finalizado, el puerto de Chancay reduzca significativamente el tiempo de envío de productos entre Perú y Asia, impulsando tanto el comercio bilateral como el crecimiento económico de Perú y de América Latina. La absurda acusación desde Washington sobre el hipotético uso militar del puerto en caso de guerra mundial pretende dejar a Perú sin infraestructuras portuarias. Todos los puertos son susceptibles de uso militar en una guerra, así como los aeropuertos, las carreteras y todas las infraestructuras.
Para Perú, por el contrario, el puerto de Chancay representa una oportunidad de desarrollo y modernización de su infraestructura portuaria, así como de integración en las rutas comerciales globales. La inversión china permite al país diversificar sus asociaciones comerciales e incrementar sus exportaciones hacia Asia, en línea con sus objetivos de desarrollo económico.
Las reacciones estadounidenses ante el puerto de Chancay evidencian de nuevo el creciente nerviosismo de Estados Unidos ante las inversiones chinas en proyectos estratégicos, como puertos, rutas y plantas industriales, que son percibidas en Washington como intentos de expandir la influencia china en la región. Esta reacción norteamericana refleja también la preocupación por el declive de su influencia histórica en América Latina.
No deja de sorprender que las acusaciones infundadas sobre los supuestos intereses explotadores de China en América Latina provengan de Washington, que ha tratado durante décadas a la región como su área de influencia, interviniendo de forma recurrente para salvar sus propios intereses.