China y nuestra América

 

Adalberto Santana | teleSur

Las relaciones entre nuestra América y China, se dan en un marco de una región alejada del armamentismo y las tensiones globales. Se puede reconocer que las relaciones de la República Popular China (RPCh) y América Latina y el Caribe apuntan en la tercera década del siglo XXI a configurar dos regiones del mundo con una mayor cooperación y beneficios mutuos.

El mismo anuncio de que China tendrá inversiones por 250 mil millones de dólares en los próximos 10 años en la región y que el comercio bilateral subirá a 500 mil millones de dólares durante el periodo, según lo expresó en Beijing el mismo presidente Xi Jinping, en 2015, durante la reunión con líderes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), hacen ver la gran importancia estratégica que para China tiene la región latinoamericana y caribeña.

Sin embargo, también hay que considerar que las relaciones de dos de los principales dirigentes mundiales (el presidente estadounidense Joe Biden, y su par chino, Xi Jinping), tienen un peso específico sobre los países latinoamericanos y caribeños. Situación que se modificará a partir de enero de 2025 con la presidencia de Donald Trump en los EU.

Pensemos que las relaciones sino-estadounidenses se ubican en un momento axial de las relaciones internacionales, especialmente cuando las guerras en Ucrania y en Palestina, así como la tensión en el estrecho de Taiwán se viven tiempos muy tensos y delicados. Desde el lanzamiento de una guerra comercial contra China por el gobierno de Donald Trump en el año 2018, esas relaciones se encuentran en una serie de dificultades y tensiones.

Las disputas entre estos dos países no se limitan al comercio bilateral, los temas más álgidos como la democracia doméstica, la seguridad internacional y el liderazgo mundial, también son asuntos muy controvertidos entre ambas partes. Estas dos potencias todavía no han arribado a un acuerdo en cuestiones como los conflictos militares entre Rusia y Ucrania y el genocidio de Israel en Palestina. En cierto sentido, se puede pensar que la RPCh y los EU se ubican en una encrucijada sobre hacia dónde ir.

Para Xi Jinping y pronto para Donald Trump, darse la espalda el uno al otro no será una opción, es gran medida sería una actitud irrealista. La rivalidad y la confrontación entre sí traerían insoportables consecuencias para ambas partes y para el conjunto del orden mundial hasta hoy prevaleciente. Para Xi, se supone que la Tierra es suficientemente grande en que caben los dos países y el éxitode un país es una oportunidad para el otro.

El mandatario oriental aconseja que China y Estados Unidos deben asumir una nueva visión y estructurar conjuntamente los cinco pilares de las relaciones bilaterales tales como desarrollar juntos una percepción acertada, gestionar juntos las diferencias de manera efectiva, avanzar juntos en la cooperación mutuamente beneficiosa, asumir juntos las responsabilidades como grandes países y promover los intercambios de pueblo a pueblo.

Estas cinco sugerencias señalan la dirección a seguir en el desarrollo de las relaciones entre esas dos potencias del mundo. El presidente Joe Biden el mandatario saliente, piensa que las relaciones entre EU y la RPCh son las relaciones bilaterales más importantes del mundo, y que no es inevitable el conflicto entre los dos países. Reconoce que cuando ambas partes mantienen sus relaciones estables, previenen conflictos, gestionan diferencias y cooperan en áreas de interés compartido, y estarán en mejores condiciones de abordar los problemas que enfrentan y los desafíos comunes.

Biden ha reiterado que los cinco compromisos hechos en el encuentro con Xi Jinping en Bali (2023), que su país no busca una nueva Guerra Fría. Apunta que no pretende cambiar el sistema económico y social de China, y no busca revitalizar las alianzas contra la gran potencia de Asia-Pacífico, no apoya la “independencia de Taiwán” y no tiene intención de escalar un conflicto con China. Coyuntura mundial que incide de una u otra manera en las relaciones de América Latina y el Caribe con China.

Para las naciones latinoamericanas y caribeñas y para China, es indispensable fortalecer la cooperación y trabajar juntos para abordar los desafíos globales.

Para nuestros países lo mejor es evitar una nueva Guerra Fría. Sin embargo, se puede pensar que contener y reprimir a China es una estrategia relevante de la Casa Blanca para mantener su hegemonía global. Por esta razón, queda un largo camino por recorrer para estabilizar y mejorar esta relación bilateral. En esa coyuntura hay una serie de acontecimientos que parecen configurar un escenario bastante tenso y conflictivo.

Por ejemplo, el 22 de junio de 2024, el portaviones estadounidense de propulsión nuclear USS Theodore Roosevelt, se hizo presente en el puerto surcoreano de Busan, momentos en el que Rusia y Corea del Norte habían firmado el “Acuerdo Integral de Asociación Estratégica”, durante la visita de Vladímir Putin a esa nación coreana.

Especialmente cuando la llamada “apuesta nuclear de Piongyang, busca impulsar un nuevo orden multipolar que desafíe la hegemonía estadounidense” (Página 12, Buenos Aires, 20/06/24) Previamente en otro escenario de la región caribeña, el 12 de junio del mismo año, el submarino de propulsión nuclear “Kazan” en unión de un destacamento naval ruso realizó una visita de cinco días a Cuba, entrando a la bahía de La Habana junto con el petrolero “Pashin” y el remolcador Nikolai Chiker”.

Situación que aceleró preventivamente la postura estadounidense de enviar a la Base Militar de Guantánamo en el oriente cubano, ocupada por EU, el submarino de ataque rápido “USS Helena”. Según el Comando Sur de los EU, dicha presencia era llevar a cabo una “misión de seguridad marítima global y defensa nacional”.

n resumen, las relaciones entre nuestra América y China, se dan en un marco de una región alejada del armamentismo y las tensiones globales como el conflicto militar en Ucrania, la guerra genocida contra Gaza en Medio Oriente o las tensiones militares que EU alienta en la región Asia Pacífico. Nuestra región es una zona desnuclearizada, de paz y de desarrollo compartido.

Nuestros países y sus relaciones económicas, comerciales, culturales y políticas con China tienen a la ruta de la seda y de la estrategia del ferrocarril como el sendero a seguir. En otras palabras, hay que mirar necesariamente hacia China para orientarnos positivamente en beneficio de nuestra región y del mundo.