Claver-Carone: De indeseado a enemigo de América

Francisco Arias Fernández | Prensa Latina

*Mientras el filibustero hace su gira promocional y promete millones, la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, reclama que EE.UU. y América Latina y el Caribe establezcan un diálogo renovado para enfrentar los desafíos que presenta la actual crisis desatada por la enfermedad de la covid-19, y alcanzar de esta forma una recuperación con igualdad y sostenibilidad ambiental.

La maquinaria de la cúpula trumpista, la extrema derecha de la Casa Blanca, en medio de tanto caos sanitario, socioeconómico, racial, inestabilidad e inseguridad, que ahondan la incertidumbre sobre la suerte del magnate en el ya cercano 3 de noviembre, empieza a buscar posicionamientos estratégicos para continuar sus políticas fascistas hacia América Latina.

Así lo sospecha la mayoría de los gobiernos latinoamericanos y caribeños ante la incisiva campaña para imponer en la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo a Mauricio Claver-Carone, el aliado hispano-cubano de Donald Trump, uno de sus asesores principales en el Consejo de Seguridad Nacional al frente de las acciones abiertas y encubiertas de Washington contra Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia, Ecuador y cuanto proyecto subversivo recibió de manos de John Bolton, Marco Rubio o la Comunidad de Inteligencia.

El elegido es el hombre que rápidamente colocó Trump, durante la transición de su antecesor Barack Obama, en el Departamento del Tesoro, para apretar los hilos del bloqueo y comenzar el desmontaje de cuanto acuerdo o medida económica bilateral hubiese prosperado en la administración anterior con Cuba.

Afirma The New York Times que la «agresiva campaña» de este funcionario del gobierno de Trump para dirigir el banco de desarrollo más importante de América Latina, divide a la región, pues ha provocado enfrentamientos entre los gobiernos plegados a la Casa Blanca (los conservadores Brasil, Colombia y la golpista Bolivia, fundamentalmente) y los que temen que «el candidato socave una de las pocas instituciones capaces de amortiguar los efectos de la recesión derivada de la pandemia».

Una agresión a la dignidad latinoamericana

Esta estratagema del «nuevo momento americano» de Trump ha roto el acuerdo no escrito desde la fundación del BID en 1959, relativo a que el cargo recaiga siempre en una candidatura propuesta por un país latinoamericano, según denunció la Red Latinoamericana por la Justicia Económica y Social, que demandó la postergación de las elecciones de la presidencia del Banco y rechazó la postulación de alguien cuyas declaraciones públicas «son contrarias a las necesidades actuales de América Latina», y se traducen en más dominio yanqui sobre las economías de la región, junto a más condena y castigo contra países sobre los que ya existen bloqueos.

Para muchos se trata de asegurarse un puesto clave de cara a una posible derrota de Trump, y si se convierte en el primer funcionario estadounidense en ser presidente del BID, tendría en sus manos uno de los cargos «más influyentes en la región», pues desde allí mantendría «un contacto regular con los jefes de Estado para distribuir unos 13 mil millones de dólares al año».

Varios expresidentes denunciaron en una declaración conjunta que «la postulación estadounidense constituye una agresión a la dignidad latinoamericana», pues «EE.UU., sin consulta ni debate en los organismos pertinentes del BID, lanzó su candidatura pasando por encima de acuerdos y normas».

La lista de exmandatarios la integran el brasileño Fernando Henrique Cardoso; el mexicano Ernesto Zedillo; el chileno Ricardo Lagos; el colombiano Juan Manuel Santos, y el uruguayo José María Sanguinetti, juntos al español Felipe González, quienes afirmaron que la elección, convocada para el 12 y 13 de septiembre, de ocurrir, carecería de legitimidad y, más pronto que tarde, debiera considerarse nula».

El propio diario estadounidense apunta, como factores en contra del ultraconservador candidato, su fama de «operador político inflexible», que ha pasado años «cabildeando en contra del Gobierno cubano», y que desde su actual cargo en el Consejo de Seguridad Nacional «ha forjado políticas intransigentes» hacia la nación caribeña y Venezuela.

También desconfían de que Claver-Carone pueda convertir al BID en «una rama de la política del Gobierno» de EEUU en los próximos años o que de perder Trump, una administración de Joe Biden, que ya se ha pronunciado en contra del anexionista de la Florida, lo margine, pueda tener problemas para obtener nuevo financiamiento para el banco, y al decir de The New York Times: «en el peor de los casos, el banco se convertirá en el vehículo de una agenda de derecha bastante radical que dividirá más al hemisferio».

El hombre convertirá al BID en lo que ya ha enseñado a lo largo de su vida: en un instrumento de garrote y zanahoria, en tiempos de reimplantación de la Doctrina Monroe, y de riendas sueltas al fracasado neoliberalismo.

Filibustero de garrote y zanahoria

Roberta Jacobson, embajadora en México durante el Gobierno de Obama, dijo al respecto: «me temo que pueda utilizar el banco para obligar a los países a aceptar las políticas que él desea como condiciones de préstamos».

La oposición al candidato de Trump se escucha también desde muy fuertes voces del Congreso. El senador demócrata Patrick Leahy, vicepresidente del Comité de Apropiaciones, entidad que aprueba el financiamiento para el BID, expresó que la elección de este individuo «no es un buen presagio del apoyo de EEUU al banco en los años por venir».

«Filibustero con corbata», así lo calificaron recientemente tras una visita a Panamá, en la que prometió supuestas ayudas financieras yanquis a cambio de que rechazaran la colaboración médica cubana, la oferta rusa de su vacuna a Latinoamérica, o las inversiones chinas.

En movidas electoreras de última hora, dejando entrever la «gran preocupación» de EEUU por el continente, y de su «influencia» sobre el Congreso para arrancarle nuevas ayudas, Claver-Carone, con el respaldo del Departamento del Tesoro, lo mismo llega a Panamá que a Colombia, prometiendo millones si gana Trump y si él se posiciona al frente del BID. Un periplo inesperado, pero muy interesado para «matar dos elecciones de un tiro».

No es casual que la propuesta Washington la haya puesto en manos de Iván Duque, «comandante» del portaaviones terrestre de EEUU en Sudamérica, y que haya tejido otras maniobras con el gobierno ultraderechista y entreguista brasileño, según trascendidos.

Acostumbrados a las alianzas mafiosas y a dar migajas verdes a los traidores para dominar al continente, la jugada ha venido –en tiempos de covid y crisis económica– a desvelar la baja calaña de las directivas de la política exterior de la Casa Blanca hacia Nuestra América, y la irresponsable proyección de un Gobierno que no se ha ocupado de los suyos, y que poco le importa revertir las tendencias negativas que empobrecen cada vez más a Latinoamérica.

Mientras el filibustero hace su gira promocional y promete millones, la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, reclama que EE.UU. y América Latina y el Caribe establezcan un diálogo renovado para enfrentar los desafíos que presenta la actual crisis desatada por la enfermedad de la COVID-19, y alcanzar de esta forma una recuperación con igualdad y sostenibilidad ambiental.

El continente necesita más que nunca del BID, pero en manos responsables y no de fascistas, proclives al genocidio mediante bloqueos y castigos de todo tipo a la economía, el comercio y las finanzas, como ha sido la práctica de la administración Trump y sus asesores provenientes de la mafia miamense, con antecedentes terroristas.

No se puede jugar con la vida de un continente que, de acuerdo con informes de la Cepal, involuciona hacia su peor crisis en un siglo, cuando perderá más de una década de avances: hacia finales de 2020 el PIB per cápita de la región habrá perdido más de diez años de crecimiento y los niveles de pobreza verán un retroceso de 14 años; el PIB se contraerá en 9,1 por ciento el desempleo llegará al 13,5 por ciento 231 millones de personas más quedarán en situación de pobreza y 98 millones en pobreza extrema.

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