Por Aram Aharonian
No le va bien a estadounidenses y europeos en su guerra en Ucrania. Tampoco les va bien en el resto del mundo que creían suyo y ahora se lo disputan con China, mientras Brasil -sobre todo a través de su presidente Lula da Silva-, Rusia, Sudáfrica e India promueven de forma decisiva la “penetración de los BRICS en Latinoamérica”.
Esta situación preocupa a los asesores del presidente estadounidense Joe Biden, que van poco a poco inclinándose a alejarse de las vías políticas y diplomáticas. Ante los europeos, Lula dejó en claro sus discrepancias sobre cómo acabar con la guerra en Ucrania, por lo que fue criticado por considerar tibia su posición hacia Moscú.
A su paso por Madrid fue claro: Rusia y Ucrania tienen que negociar la paz y no “sirve de nada decir quién tiene razón” en la guerra que libran. “No hay nadie que diga paz, salvo yo, que grito paz como si estuviera solo en el desierto”, añadió.
La guerra en Ucrania ha marcado un cambio histórico, con la escalada de un mundo multipolar con el ascenso de China, la ampliación de los BRICS, las posturas antimperialistas en varias regiones, la reestructuración de la alianza Europa-EEUU, el deterioro de la hegemonía estadounidense y la caducidad del monroísmo, la crisis del neoliberalismo en el sur global. En otra época, habría sido más fácil que América Latina se subordinara a las estrategias continentales de seguridad nacional de EEUU
Petro denuncia intentos de golpe
Acosado desde varios frentes movidos por la derecha colombiana y una guerra mediática no solo dentro de Colombia, que amenaza con paralizar al Congreso y congelar un paquete de reformas a las leyes de salud, trabajo y pensiones, el presidente colombiano Gustavo Petro elevó el tono y señaló ante la multitud que salió en su apoyo, “que no se atrevan a romper con la democracia porque se encontrarán con un gigante: el pueblo de Colombia en las calles de este país”.
Petro denunció que se fragua en su contra un golpe de Estado o golpe blando y advirtió que los sectores que atizan una crisis política a partir de un escándalo de dudoso trasfondo quieren “hacer lo mismo que en Perú, llevar al presidente a la cárcel, cambiar el gobierno y poner a un nuevo presidente no electo. Y eso se llama golpe de Estado”.
El presidente cargó contra los medios de comunicación y los grupos económicos, a quienes acusó de ejercer presión para hundir las reformas sociales (pensional, laboral y de la salud) en el Congreso, y dijo que hay intenciones de sacarlo del poder a través de investigaciones en la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes.
Ucrania, Colombia
La comparación de Ucrania con Colombia es que ambos países figuran en los mapas siniestros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), marcados como “imprescindibles” y “estratégicos” para sus planes guerreros en este siglo. Basta con mirar hacia dónde apuntan las armas de la OTAN en los países integrados a ese organismo. ¿Hacia dónde apuntan las armas acumuladas en la frontera de 2.200 quilómetros de Colombia con Venezuela?
Un informe del Observatorio de Comunicación y Democracia señala que nunca se logró una respuesta sobre para qué guerra se prepara Estados Unidos en Latinoamérica y el Caribe con nuevas bases militares, como las que mantiene en Colombia, Panamá y Perú. También en Mount Pleasant -en la Isla Soledad del archipiélago de las Malvinas que son argentinas, ocupadas colonialmente por el Reino Unido desde 1833-, que está a más de 14 mil kilómetros de sus costas, y en el Fuerte Aguayo, en Concón, en la Región de Valparaíso, en el sur de Chile.
Añade que el Plan Colombia, un acuerdo bilateral constituido entre los gobiernos de Colombia y Estados Unidos en 1999 durante el gobierno del presidente colombiano Andrés Pastrana, profundizó la ocupación militar en la región para asegurar la recolonización planeada. Junto con el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) derrotada en 2005 en Mar del Plata, Argentina, formaban la dupla ideal para apropiarse y recolonizar América Latina y el Caribe.
El triunfo del progresismo con Petro cambió la correlación de fuerzas. Ha propuesto una «política de sometimiento» a través «del diálogo judicial, para desmantelar pacíficamente el narcotráfico».A la presencia de las disidencias de las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se suma el Clan del Golfo, organización neoparamilitar dedicada al narcotráfico, el contrabando y la extorsión, y otros grupos criminales que sin intereses políticos, que son difíciles de contener a través de la negociación.
Estados Unidos y la coca
La intervención de Estados Unidos en Colombia bajo el Plan Colombia entre 1998 y 2016 reveló los límites, las oportunidades y los desafíos de la intervención en el contexto de la globalización. El corazón de esta política es el «nation building», y más allá, el «global empire building», cuya significación más profunda se vincula al desafío de la construcción de un orden global bajo la égida de Estados Unidos.
La intensificación y transformación de la guerra en el país se dieron en un contexto de profundización de la globalización para los países de América Latina. La implementación del modelo económico neoliberal profundizó la inserción del país en la economía global de manera tanto lícita como ilícita; el impacto de la apertura económica modificó de manera sustancial los arreglos institucionales precedentes y las bases de la gobernabilidad que habían permitido, hasta principios de la década de los 90, una estabilidad institucional pese a la persistencia del conflicto armado.
De ser una economía agroexportadora, cuyo producto principal era el café, controlada por una élite criolla, el país se convirtió en exportador neto de recursos energéticos y minerales bajo el control de inversionistas y multinacionales extranjeras. Y, de ser un país procesador y comercializador de cocaína, teniendo como seguro el mercado consumidor estadounidense, pasó a ser un productor directo con grandes extensiones de cultivos, lo que modificó el régimen de propiedad de la tierra y las relaciones sociales vinculadas a ella.
El hoy presidente progresista Gustavo Petro aseguró que la guerra contra las drogas comandada por Estados Unidos por 50 años -desde el gobierno de Richard Nixon- y que se irradió a todo el continente, ha fracasado y se deben buscar alternativas para acabar con las llamadas “economías ilícitas” sin afectar el trabajo de los cultivadores. Para ello propuso que el gobierno compre hoja de coca para producir fertilizantes, y explicó que las comunidades indígenas podrían ayudar ese empeño.
En virtud de los conflictos que trae la economía ilícita han muerto un millón de latinoamericanos, la mayoría de ellos colombianos humildes. Petro habló de la demonización de la hoja de coca, la cual ha defendido por sus fines medicinales pero cuyos cultivos ilícitos han crecido por la falta de un programa de sustitución efectivo.
“No se trata de sustituir una mata a la que decían que mataba…Poco hacemos si a la mata de hoja de coca se le reemplaza por una mata de maíz, si no hay un comprador, si no hay una transformación industrial, si no hay medios de transporte, si no hay un mercado que compre el maíz”, señaló.
Con la estrategia «Tejido de Paz» el Gobierno se propone en las regiones de mayor producción de hoja de coca, usarla de otra manera, poner fábricas para comprar esa hoja de coca y volverla abono sin carbón: abono descarbonizado, limpio, insistió
Africanizar
En Washington se detecta un intento de “africanizar” la región latinoamericano-caribeña, a imagen y semejanza de los que están haciendo en Europa con el “verso” de detener la influencia china. Sin más ideas, se teme que EEUU se lance a prender uno de los conflictos más grandes de los últimos 20 años en Colombia, la puerta de Sudamérica.
El panorama regional proyecta a la actual América Latina más hacia una África subdesarrollada, que a una Europa desarrollada, según señalaron funcionarios europeos en la reciente cumbre entre la Unión Europea y la CELAC.Y eso es lo que justamente preocupa a los presidentes de América Latina y el Caribe, “zona de paz”.
En este juego geopolítico, el presidente estadounidense Joe Biden incluyó nuevamente a Venezuela en la proclama de “La Semana de las Naciones Cautivas”, que se “celebra” por una resolución del Congreso en 1953 durante la Guerra Fría y que posteriormente fue convertida en ley por el general-presidente Dwight Eisenhower en 1959, con el objetivo de apoyar a los países de Europa del Este contra la Unión Soviética y fomentar el derrocamiento de los gobiernos comunistas.
Hoy, en el contexto de la guerra de Ucrania y el enfrentamiento entre Washington y Beijing, Washington considera que estamos ante una situación de naturaleza similar a la Guerra Fría. En la proclama se mencionan como adversarios a los gobiernos “autoritarios” en general, pero solo se hace referencia a países no alineados con EEUU, dejando fuera a gobiernos autoritarios que son parte de su órbita.
Enfocar la situación venezolana a través del prisma de la Guerra Fría, aleja cualquier posibilidad de una solución concertada. Error: se pensaba que las tensiones se debían a desacuerdos sobre temas como derechos humanos o intereses petroleros, pero la definición establecida en la proclama sitúa el conflicto en el terreno de una guerra.
Curarse en salud
Para los geoestrategas de Washington, no puede tratarse de un conflicto pequeño, sino debe tener dimensión continental. Y de ahí surge la tesis de incentivar y financiar una guerra civil en Colombia, de manera que todo el entorno se vea impactado, lo que justificaría el regreso de la doctrina de Seguridad Nacional y del papel rector de los militares en la política. Y por qué no con “apoyo” de militares estadounidenses.
Por entorno entendemos no solo a Ecuador, Perú, Venezuela, Guyana, Surinam, sino también Brasil, porque uno de los vértices es, precisamente, desestabilizar al gobierno progresista de Lula da Silva.
No se puede dejar de considerar que EEUU mantiene siete bases militares en Colombia: las aéreas de Palanquero (centro), Apiay (este) y Malambo (Caribe, norte); los fuertes del Ejército Tres Esquinas (sur) y Tolemaida (centro), y las bases navales de Cartagena (Caribe) y Bahía Málaga (Pacífico, oeste).
Lo cierto es que todo ésto se hace posible por el fracaso de los gobiernos “progresistas”, que titubearon en avanzar en los cambios no solo cosméticos sino estructurales que necesitan nuestros países: ganar elecciones no garantizan nada, si los “progresistas” no se atreven a cambiar las estructuras, reformar la constitución, limpiar el poder judicial, poner a los desposeídos como sujetos (no sólo objetos) de sus políticas.Nuestros gobernantes diz que de izquierda siguen coqueteando con los funcionarios de Estados Unidos y la Unión Europea.
La injerencia estadounidense en Colombia está enraizada en toda su historia. Es un país donde existe el mayor ejército de la Doctrina de Seguridad Nacional de EEUU y a pesar de los esfuerzos del gobierno de Gustavo Petro subsiste otro ejército de las sombras, integrado por paramilitares, nombre usado para englobar a mercenarios y asesinos que convirtieron el territorio colombiano en un extenso cementerio de tumbas colectivas bajo la experta dirección de EEUU e Israel, entre otros.
Mientras el presidente Joe Biden, tras reunirse con su entonces par colombiano Iván Duque en marzo de 2022, anunció que Colombia ocupará un nuevo status como “aliado importante” de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Ante la guerra en Ucrania, el único país latinoamericano convertido en el “mayor aliado” de este organismo es Colombia, con una posición estratégica, como nación bioceánica (Pacífico y Atlántico) y con territorio continental fronterizo como en la zona marina: limita con Panamá, Brasil, Nicaragua, Venezuela Perú y Ecuador.
El plan B
Un paso adelante en la política injerencista de Washington fue la destitución del presidente peruano Pedro Castillo. Y ahora van por la destitución de Gustavo Petro, lo que sin duda precipitaría una crisis grave que desembocaría en una reactivación de la guerra. Ya está en marcha el libreto de la destitución «light», tratando de impedirle que ejecute su programa de gobierno y las reformas previstas, lo que también desembocaría en la misma crisis, pero en cámara lenta.
Estados Unidos y sus seguidores, también siguen intentando sacar a Andrés Manuel López Obrador del gobierno de México, abortando su política soberana. Por ahora la derecha cómplice de Washington, no tiene la fuerza suficiente para destituirlo: los esfuerzos están puestos en embarrar su popularidad y paralizar su gobierno.
Lo cierto es que en la medida en que lo de Ucrania no les está saliendo como esperaban, están reseteando su estrategia hemisférica, el plan B.
———