Con el ingreso de «ayuda humanitaria» como telón de fondo, el 23 de febrero se inauguró otro falso positivo en la frontera entre Venezuela y Colombia para incitar una intervención militar de Estados Unidos.
La frontera venezolana en sus tres salidas (Colombia, Brasil y el Mar Caribe) fue el eje de la operación que suponía la consagración de Juan Guaidó como «presidente interino» y la instalación del paraestado edificado por el vicepresidente estadounidense Mike Pence.
Mientras que el componente naval de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) contuvo el ingreso de un buque de Puerto Rico en aguas territoriales venezolanas, y en Brasil las autoridades militares colaboraron con su contraparte venezolana para mitigar reductos de violencia en la frontera compartida, Colombia quedó como el único frente para fraguar una excusa para la intervención.
El fallido intento por acceder al estado Táchira (un día después del pomposo despliegue de famosos en el «Venezuela AID Live» celebrado en Cúcuta) y el descarte del escenario de la insurrección militar, visto el nulo poder de convocatoria para atraer a fracciones considerables de la FANB, resultó en la activación violenta que llevó a la quema de los camiones que trasladaban un cargamento con supuesta «ayuda humanitaria» tan publicitada las semanas previas a la operación.
La urgencia del gobierno de Donald Trump de desencadenar un conflicto bélico que rompa el cerco territorial en el país lo lleva a respaldar acusaciones infundadas contra el Estado venezolano de obstaculizar «ilegalmente» el ingreso de «ayuda humanitaria», atacar a los activistas opositores que presionaban por el acceso y, finalmente, quemar el cargamento.
A simple vista, la operación de bandera falsa tiene muchas inconsistencias, gracias a que la fingida escena fue construyéndose en la marcha sin molestarse en cuidar las formas, en un intento de posicionarla rápidamente como matriz de opinión.
Datos que desmotan el incidente de los camiones humanitarios
Los dos camiones que se encontraban en el lado colombiano del Puente Internacional Francisco de Paula Santander fueron incendiados e inmediatamente se responsabilizó a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), ubicada al otro lado de la vía en el municipio Ureña del estado Táchira, conteniendo el ingreso de estos insumos patrocinados por la USAID que violaban la integridad territorial.
El grupo de voluntarios convocados por la propaganda humanitaria escoltaban a los vehículos, acompañados de una amplia cobertura mediática. Lo de voluntario quedó expuesto dos días después, cuando atrapados en Colombia luego del cierre de fronteras, las facciones violentas comenzaron a denunciar el abandono de los líderes políticos.
Una vez activado el evento violento, un reportero de NTN24 difundió un video donde aseguraba que bombas molotov lanzadas desde el límite venezolano habrían detonado el incendio.
Sin embargo, esta falsa afirmación discrepa de materiales audiovisuales grabados en el lugar de los hechos. En imágenes se puede observar que son los grupos violentos en territorio colombiano quienes utilizan estos artefactos para atacar a la GNB y no al revés.
En otras tomas, aparecen elaborando los artefactos incendiarios con la permisividad de fuerzas de seguridad colombiana, demostrando la complicidad del gobierno de Colombia en este ataque terrorista.
Además, las evidencias grabadas en la confrontación, y mostradas por el escritor colombiano Humberto Ortiz, muestran a los manifestantes arrojando los cocteles molotov hacia el ejército venezolano y como terminan impactando en el vehículo que custodiaban.
Por otro lado, tomas aéreas exponen que, al momento de incendiarse, el cargamento estaba dentro de las fronteras colombianas, lejos de la ubicación de la GNB.
¿Qué contenía los cargamentos de la USAID?
A nivel propagandístico, la justificación de la «ayuda humanitaria» estadounidense caló en un sector de la comunidad internacional, puesto que suponía el ingreso de alimentos y medicamentos que la población venezolana aparentemente necesitaba con urgencia debido a la «crisis humanitaria».
La promesa alcanzaba los 100 millones de dólares en insumos, una suma pírrica comparada con las pérdidas de 11 mil millones que sufrirá la principal empresa petrolera de la nación, calculadas por el propio director del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton.
Sin embargo, la materialización de esa cifra el día de la entrega se sintió aún más reducida: solo dos camiones amanecieron en la entrada del puente Santander. El ministro de Comunicación venezolano Jorge Rodríguez lo comparó con los 168 camiones que diariamente mueve el Gobierno Bolivariano para distribuir los alimentos CLAP.
Los insumos que realmente buscaban introducir en el país eran, además de golosinas e inyectadoras, material logístico para dotar a los grupos armados. Madeleine García registró la supervisión de los restos de cargamentos el día después del incendio, en donde se encontraron pitos, cables, máscaras anti-gas, clavos y guayas.
La periodista conecta este hallazgo con los eventos transcurridos durante y después de la jornada del 23F. Hace hincapié en un ataque efectuado en la madrugada del 24 al
Destacamento 212 «La Mulata» de la GNB.
Alrededor de 60 integrantes de fuerzas paramilitares rodearon el puesto militar fronterizo y abrieron fuego por una hora. La emboscada se mezcló con ofrendas de negociación para presionar por la rendición de los guardias, quienes no cedieron en la resistencia y lograron mantener este espacio clave.
Está claro que la logística armada bajo el manto humanitario es un elemento más para nutrir a los grupos irregulares radicados en Colombia que, a partir de las órdenes del gobierno estadounidense a su subalterno Iván Duque, están activando nuevas asaltos a territorio venezolano.
La tarea urgente: propagar la idea del crimen humanitario
Dan Cohen, corresponsal de RT America, documentó los acontecimientos del 23F en el cruce del puente Tienditas. Allí le explicó uno de los operadores de la oposición, el padre Sergio Muñoz, que «la ayuda humanitaria es simbólica y pretende crear un levantamiento dentro de Venezuela (…) Maduro está ‘políticamente muerto’ y habrá violencia dentro del país mientras pasa del socialismo al capitalismo».
La provocación detrás de toda la puesta en escena recuerda las acusaciones sin fundamento al presidente de Siria, Bashar al-Assad, de atacar con armas químicas a su propia población. Los Cascos Blancos, subsidiarios de Al-Qaeda, produjeron montajes para validar ante el mundo casos como el ataque químico en Douma (abril, 2018).
Esto le permitió a Estados Unidos, junto a Reino Unido y Francia, bajo órdenes de Trump, responder bombardeando instalaciones del Ejército Árabe Sirio, antes incluso de que las evidencias demostraran que el Estado sirio no estaba implicado.
Por eso presenciamos cómo la noticia falsa de los camiones con cargamento de insumos médicos y alimentos es capitalizada al momento por el senador Marco Rubio, quien emplazó a la comunidad internacional completa a dejar la postura neutral, afirmando que «el mundo entero los vio (al gobierno venezolano) prender fuego a 3 camiones que transportaban alimentos y otras ayudas humanitarias», sin tener ninguna prueba de ello.
Es una movida apremiante para Washington utilizar este alegato para exponerlo en las instancias globales correspondientes, de manera de retener a los países que se desvinculan de la intervención armada y formar una coalición que no cuestione la legalidad de la escalada violenta y futuras violaciones del derecho internacional.
De hecho, el primer efecto diplomático que deja la operación de bandera falsa fue presentado en la reunión del Grupo de Lima este lunes, en la ciudad de Bogotá. El vicepresidente estadounidense Mike Pence se apoyó en el único saldo positivo del ingreso humanitario para adicionar nuevas sanciones contra gobernadores de los estados fronterizos de Zulia, Carabobo, Vargas y Apure, incrementar la presión contra los países que se niegan a reconocer a Juan Guaidó como presidente e instar al resto de los países a boicotear las finanzas del país y entregarlas al gobierno paralelo.
Además agradeció los esfuerzos del mandatario Duque, y manifestó que Colombia es su mayor aliado en la región y quien lo «amenace», estará enfrentándose a Estados Unidos. Esto parecería confirmar que la ruta escogida hasta ahora, para tratar la «situación venezolana», es la guerra por delegación, con Bogotá a la cabeza aglutinando a las células paramilitares para los próximos enfrentamientos.