Desde hace varias décadas, Costa Rica se ha convertido para Nicaragua en uno de esos terribles vecinos que no se le desean ni al peor de los enemigos. Sus últimos gobiernos se han mantenido más pendientes de nuestro país que del suyo, y aprovechando la pasada crisis provocada por los golpistas, llegaron al colmo del injerencismo entrometiéndose en los asuntos pinoleros en los foros de la OEA y ONU.
Vale decir que meterse con Nicaragua, se ha convertido en un recurso manido de sucesivos gobiernos costarricenses, que han tratado de ocultar así sus problemas internos, desviando la atención de sus connacionales.
Una de las más injerencistas fue Laura Chinchilla, quien se vio envuelta en múltiples denuncias de grave corrupción, la más visible quizás, la inservible trocha que mandó construir paralela al río San Juan, con enorme saqueo a las arcas estatales por los chanchullos cometidos por ella y sus funcionarios.
Le siguió Guillermo Solís, un anodino profesor universitario que terminó su periodo con más pena que gloria, pero que también intentó ocultar sus fracasos metiéndose con Nicaragua.
El actual mandatario tico, Carlos Alvarado es, por méritos propios, el más insignificante de todos los políticos llegados al poder. Y tal vez por eso el más peligroso, ya que desea ser tomado en cuenta tras llegar al podio presidencial por el simple hecho de apoyar el matrimonio homosexual, lo que aunque parezca inaudito, se convirtió en el tema toral de la campaña presidencial pasada en la nación vecina.
Actualmente su gobierno se encuentra afectado por una grave crisis provocada por imposiciones fiscales. Su salida era de esperar: junto a su vicepresidenta y canciller, Epsy Campbell, se ha dedicado a echarle “leña al fuego” al conflicto nicaragüense, no solo denunciando presuntas violaciones a los derechos humanos, sino dándole refugio a una caterva de delincuentes que cometieron toda suerte de tropelías en los tranques.
El gobierno de Alvarado ha convertido a su país en base de operaciones de los terroristas políticos y criminales comunes que huyeron como ratas por diferentes vías en cuanto la Policía Nacional les derribó los tranques.
Actualmente, nuestra vecina del sur brinda cobijo a los asesinos que quitaron la vida a 199 personas, la mayoría sandinistas y miembros de la Policía Nacional. Ahí están los que cometieron la masacre en Morrito, los que quitaron la vida y quemaron a varios militantes y miembros de las fuerzas del orden, los que destruyeron e incendiaron Centros de Desarrollo Infantil, edificios públicos, buses y viviendas de simpatizantes del FSLN.
En Costa Rica se encuentran también los violadores, los culpables de horrorosas torturas, de vejaciones a indefensas personas, de robos, asaltos y otros delitos. Carlos Alvarado y Epsy Campbell los presentan ante el mundo como “víctimas inocentes” del gobierno del presidente Daniel Ortega, mientras a lo interno no hallan qué hacer con ellos.
El injerencismo ha provocado quejas a lo interno de Costa Rica, como las planteadas por el Partido Vanguardia Popular, que calificó de “inaceptable y absurda la intromisión del Presidente Alvarado y de la Ministra Campbell en asuntos que son de competencia exclusiva del Gobierno de Nicaragua”.
En un comunicado firmado por su dirigencia, Vanguardia Popular lamenta “profundamente que el Ministerio de Relaciones y el Presidente Alvarado se hayan convertido en voceros del monopolio mediático que sirve a los propósitos injerencistas del imperialismo, exacerbados ahora por su propia crisis económica, política y moral”.
Y eso que señalan los críticos de Alvarado es lo que se sabe desde el inicio: el gobierno de Alvarado es un títere de la política de Estados Unidos, cuyos cabecillas como Marco Rubio e Ileana Ros-Lehtinen intentan derrocar al FSLN, pese a que obtuvo el poder por medio de los votos.
No se puede obviar que el actual gobierno tico, a través de su presidente, es un aliado natural del MRS y su dirigencia, que se mueven “como Pedro por su casa” en el territorio vecino del sur. Alvarado se ha tomado fotos con dirigentes del MRS como Ana Margarita Vijil Gurdián, quien lo admira por su posición ante el movimiento LGTB, del cual es parte.
Tras conocer el domingo pasado la detención de Vijil Gurdián como parte de un grupo que intentó marchar ignorando disposiciones policiales, Alvarado tuiteó: “Profundamente preocupantes las detenciones de esta mañana en Nicaragua. La represión que está sufriendo el pueblo nicaragüense debe acabar”. Pero no ha dicho ni media palabra sobre las víctimas mortales de los golpistas.
Y pese a que Alvarado ha reprimido duramente las protestas en su país, con muertos, heridos y encarcelados, mostró que tiene el cinismo a flor de piel al escribir: “llamado al cese inmediato de la represión y las detenciones arbitrarias”.
Es el gobierno de Carlos Alvarado el que más intromisión ha tenido en los asuntos internos de nuestro país y a la vez el que más ha descuidado su propio terruño. Vanguardia Popular se lo recuerda:
“Los tugurios crecen en todo el país, la economía campesina está casi destruida, el dolor humano cunde como una mala hierba, los monopolios agrícolas y comerciales han desgarrado brutalmente el tejido social. El entreguismo nos ha convertido en una semicolonia yanqui. Crece el lumpen y las mafias que han puesto bajo su servicio a algunos de los más pobres. Agreguemos que más de un millón de compatriotas están dedicados a actividades informales y que más de la mitad de los asalariados ganan menos del salario mínimo.
“En este mundo signado por la más brutal injusticia social, sufrimos un gobierno que cuando busca una solución camina a tuertas y mira solo hacia la derecha”.
Ese es el gobierno de Carlos Alvarado, el mismo que pretende darle lecciones morales a Nicaragua.