Encabezada por el presidente estadounidense, Donald Trump, la cruzada contra los gobiernos revolucionarios de América Latina llegó por estos días a Naciones Unidas, organización multilateral que enarbola el respeto a la soberanía como principio.
Venezuela, Nicaragua y Cuba constituyen el blanco principal de acusaciones y amenazas, que desafían lineamientos refrendados hace 73 años en la Carta de la ONU para preservar la paz, la estabilidad y la cooperación globales.
En su discurso, Trump arremetió contra la Revolución Bolivariana y lo que calificó de “sus patrocinadores cubanos”, además de atribuir al socialismo sufrimiento humano y opresión.
“Virtualmente donde quiera que el socialismo o el comunismo han sido intentados, han producido sufrimiento, corrupción y decadencia”, dijo en la primera sesión del debate de alto nivel de la Asamblea General, en su 73 Período de Sesiones.
Apenas 24 horas después, el jefe de Estado cubano, Miguel Díaz-Canel, recordó en su primera intervención en un debate general, los males que el capitalismo y el orden internacional derivado de ese sistema han causado a la humanidad.
“Es absurdo pero coherente con la irracionalidad de un mundo en el que el 0,7 por ciento más rico de la población puede apropiarse del 46 por ciento de toda la riqueza, mientras el 70 por ciento más pobre solo accede al 2,7 por ciento de la misma”, advirtió.
Díaz-Canel denunció en la plenaria de los 193 Estados miembros de Naciones Unidas, que tres mil 460 millones de seres humanos -alrededor de la mitad de la población mundial- sobreviven en la pobreza, mientras 821 millones padecen hambre, 758 millones son analfabetos y 844 millones carecen de servicios básicos de agua potable.
“Esas realidades no son fruto del socialismo como el Presidente de EEUU afirmó en esta sala, al contrario, son consecuencias del capitalismo, fundamentalmente del imperialismo y el neoliberalismo, del egoísmo y la exclusión que acompaña este sistema y sobre todo de un paradigma económico, político, social y cultural que privilegia la acumulación de grandes riquezas en pocas manos a costa de la explotación y miseria de las grandes mayorías”, sentenció.
LA DERECHA LATINOAMERICANA
Mandatarios que encabezan gobiernos de derecha en América Latina, se sumaron en la Asamblea General a los esfuerzos de Washington con su revitalizada Doctrina Monroe (proyecto de dominación regional) para imponer cambios de régimen a quienes no siguen sus dictámenes.
El presidente de Chile, Sebastián Piñera, utilizó un duro lenguaje contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, con el argumento de supuestas violaciones de los derechos humanos.
Piñera, en un acto poco común en la casa del multilateralismo y el diálogo, afirmó que su país “no reconocerá la validez del nuevo gobierno del presidente (Nicolás) Maduro, a partir del 10 de enero de 2019, pues la elección carece de toda legitimidad (…)”.
También su par argentino, Mauricio Macri, antepuso la hostilidad a la diplomacia en la ONU, con el calificativo de dictadura al gobierno de Venezuela y acusaciones de crímenes de lesa humanidad.
Por su parte, el mandatario de facto de Brasil, Michel Temer, mencionó el tema de los migrantes venezolanos, alegando un estimado de un millón de personas ‘que han dejado su país buscando condiciones más dignas de vida’.
A su turno en el podio de la Asamblea General, el presidente peruano, Martín Vizcarra, condenó ‘la ruptura del orden constitucional en Venezuela’ y cuestionó la legitimidad de los comicios del pasado 20 de mayo, en los cuales Maduro logró de manera categórica la reelección.
Antes del comienzo del segmento de alto nivel del 73 Período Sesiones, el canciller venezolano, Jorge Arreaza, denunció los planes de Estados Unidos y sus seguidores en la región. “Venimos a este organismo multilateral a denunciar las campañas de quienes buscan hacerse con el control de nuestros recursos”, declaró a periodistas.
En sus discursos del miércoles, el presidente Maduro y el jefe de Estado boliviano, Evo Morales, rechazaron la agresividad que Washington lidera contra Caracas, que incluye la amenaza de una intervención militar.
Maduro reiteró el empeño en construir un proyecto autónomo de sociedad basada en la identidad y la cultura propia, pese a la injerencia y la hostilidad de Estados Unidos y sus aliados.
Por su parte, Morales llamó a la Casa Blanca a abandonar sus medidas ilegales y unilaterales, y acusó al capitalismo de males que azotan a la humanidad, como el cambio climático, la pobreza y el armamentismo.