Ante los desafíos por venir, los cubanos seguiremos abrazando el sueño posible de un país mejor
Para aquilatar la grandeza de una nación, habrá que ir siempre a las esencias de su pueblo e historia. En esa certeza se afianza la épica escrita en la Mayor de las Antillas durante el año 2022; un calendario en el que la capacidad de resistencia de los cubanos y su descomunal voluntad para reinventarse ante cada nuevo reto enraizó en la estirpe del archipiélago de verde olivo el sueño martiano y fidelista de defender nuestro modelo de justicia social.
En ese empeño nada fue sencillo. Otra vez Cuba frente a su historia se creció por encima de los imposibles, sorteando todo tipo de complejidades y abriendo trincheras de firmeza donde otros –los enfermos de odio– quisieron instaurar el desaliento colectivo.
Fue, sin duda, un año duro, muy duro, en el que gravitaron sobre la sociedad cubana no pocas tensiones asociadas a la recrudecida política imperial del gobierno estadounidense hacia la Isla y sus insoslayables secuelas en la inflación galopante de productos, alimentos y servicios; en el déficit de suministro de energía eléctrica nacional; y en el incremento de una migración, condicionada por la potencia imperial que pretende ahogar a todo un país.
Pero a esas realidades hay que añadirles también otras verdades que hablan de la hazaña de un pueblo que no cedió ni un metro de su suelo patrio, ante las burdas campañas de manipulación mediática orquestadas desde el escenario digital, o ante el dificilísimo contexto nacional de desabastecimiento y proliferación de ilegalidades, indisciplinas sociales y conductas delictivas que han lacerado la calidad de vida de las familias cubanas.
Es el mismo pueblo que tras el impacto de acontecimientos dramáticos como la explosión en el Hotel Saratoga, en La Habana; el incendio de la Base de Supertanqueros, en Matanzas, y la devastación provocada por el paso del huracán Ian, por varias provincias occidentales –y fundamentalmente por Pinar del Río– se unió primero al dolor de los afectados, y luego, en cada uno de esos sitios, juntó brazos de todos los rincones de la Isla para hacer renacer la esperanza.
«Nunca nada fue fácil para la Revolución Cubana. Los 64 años que cumple en unos días están plagados de dificultades y desafíos; pero, como respuesta, también están llenos de proezas y heroísmos», señaló al respecto, antes de concluir 2022, nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Bajo esa convicción inquebrantable y frente a los desafíos por venir en 2023, los cubanos vamos a seguir abrazando el sueño posible de un país mejor, sin apelar a prácticas ni medidas neoliberales.
En ese sentido, Cuba emprenderá un año desafiante, con premisas impostergables como la lucha sin tregua contra los delitos y las ilegalidades en todos los sectores, la dinamización de la empresa estatal socialista, el impulso necesario a la producción e innovación agrícolas, y la estimulación de dinámicas que ponderen la autonomía de los municipios como principal camino hacia el desarrollo local.
La obra humanista de la Revolución también seguirá latiendo en los barrios y comunidades en transformación y en la atención a las miles de personas en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, no bastará con el deseo de hacer y fundar; habrá que hacer las cosas bien, cambiando cuando sea necesario lo que deba ser cambiado.
Porque si hemos afrontado golpes de la naturaleza, limitaciones materiales, y hemos reconocido y enfrentado nuestros propios errores sin doblar las rodillas, en el horizonte inmediato de la nación no pueden existir frenos internos que hagan crecer la mala yerba de las trabas sino propuestas de soluciones.
Es por ello que Cuba en 2023 tiene ante sí el desafío inmenso de resistir, crear y vencer.