Por José Manzaneda
Las protestas del 11 de Julio de 2021 fueron el resultado del bombardeo comunicacional de precisión sobre los cerebros de miles de personas abrumadas, en Cuba, por meses de carencias materiales graves.
Consecuencia directa, a su vez, de la asfixia económica aplicada, en plena pandemia, por la misma mano criminal: la del Gobierno de EEUU.
Los mensajes en redes sociales fueron –siguen siendo- elementales, sin matices: el Gobierno cubano es el culpable del desabastecimiento causado por un sistema socialista inviable. Del bloqueo criminal, ni una palabra.
Así funciona la Guerra de Quinta Generación, cuyo territorio de conquista es el cerebro humano: consigue que ciertas víctimas conviertan al agresor en salvador; y que una elaborada estrategia de lobotomía social pase a ser una “protesta espontánea por la libertad”.
Esta guerra cognitiva, hoy, continúa. Y coordina, desde la Comunidad de Inteligencia de EEUU, a ONG, empresas contratistas y mercenarios presentados como periodistas o “agentes de cambio”. Que intentan, una y otra vez, que el marco de aquellas protestas del 11J se repita y extienda.
Hace un año, el pueblo cubano, con su presidente al frente, salió a las calles y paró la intentona golpista en menos de 24 horas. Hoy el desafío es salir de la aguda crisis económica, aún bajo bloqueo yanki.
En la trampa de la guerra cognitiva también han caído personas de izquierda. Pero la mayoría en el campo de la solidaridad, no. Y son hoy parte imprescindible del ejército que Cuba necesita para ganar esta guerra despiadada y desigual.