Jorge Capelán
El viernes tuvo lugar un escándalo que todavía le está dando vueltas al mundo. En una entrevista al medio derechista y antipopular por excelencia, Infobae, enemigo jurado de todo aquello que huela a Patria Grande, el señor Jorge Bergoglio, que desde hace unos 10 años ostenta el nombre religioso de Francisco, cometió un exabrupto de proporciones, si no bíblicas, al menos sí morales, geopolíticas e históricas.
Preguntado así, como quien no quiere la cosa, por el taimado periodista Daniel Hadad, sobre su opinión del Gobierno sandinista de Nicaragua, Bergoglio dijo:
“Con mucho respeto, no me queda otra que pensar en un desequilibrio de la persona que dirige [el comandante Daniel Ortega]. Ahí tenemos un obispo preso, un hombre muy serio, muy capaz [el terrorista Rolando Álvarez]. Quiso dar su testimonio y no aceptó el exilio. Es una cosa que está fuera de lo que estamos viviendo, es como si fuera traer la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35, traer aquí las mismas… Son un tipo de dictaduras groseras. O, para usar una distinción linda de Argentina, guarangas. Guarangas”.
Hay mucha caña que moler en esas desgraciadas declaraciones. En primer lugar, hay que explicar que la entrevista duró cerca de una hora y en ella se trató todo tipo de temas con respecto a la vida personal del papa, la Iglesia Católica y los asuntos del Vaticano. Sobre Nicaragua habló apenas unos 30 segundos. Sin embargo, Infobae tituló la entrevista «El Papa Francisco opinó sobre Nicaragua: «Es como las dictaduras comunistas o hitlerianas, grosera»».
Otra cosa que hay que aclarar es el significado del adjetivo «guarango» en el Cono Sur y que a Bergoglio tanto parece gustarle. Quiere decir “tonto”, “estúpido” e “inmaduro”.
Es sorprendente cómo para calificar al Gobierno que dirige el comandante Daniel Ortega, a Bergoglio se le ocurre sacar a la luz a “la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35”, teniendo a la mano ejemplos mucho más cercanos y en los que él mismo jugó un papel importante.
Sin embargo, estas sus recientes declaraciones sobre Nicaragua, permiten poner en duda de qué lugar de la historia se puso cuando, en su calidad de superior provincial de los jesuitas en la Argentina, la dictadura argentina asesinaba a 30 mil de sus compatriotas e incluso enviaba militares a la lejana Centroamérica para asesorar a la Contra sobre la mejor manera de asesinar nicaragüenses.
Si Bergoglio ignora olímpicamente dictaduras reales como la de su propio país y prefiere sacar ejemplos de History Channel sobre Alemania y la Unión Soviética (por cierto, de Hitler se podrán decir muchas cosas, menos que era un dictador) y las califica de “guarangas”, tal vez haya algo de cierto en las muy bien documentadas versiones periodísticas que indican que él en los años 70 colaboró con la dictadura y de que indiscreciones suyas provocaron la detención de los curas jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics a manos del régimen militar.
Desde su elección en 2013 por un grupo de provectos cardenales y a espaldas de la feligresía, Bergoglio se ha dado a la tarea de venderse como un papa progresista, preocupado por el medio ambiente (todo el mundo se acuerda de su encíclica Laudato Si), preocupado por los indígenas y por la inclusión en la iglesia, aunque esto último no haya cuajado mucho todavía.
Todavía hay quienes, desde la perspectiva antiimperialista, lo reivindican como “el apóstol de la unidad de la Patria Grande”. ¡Qué engañados que están, empeñados en ver avances en gobiernos “progresistas” que desde que regresaron al poder no han hecho otra cosa que administrar el decrépito modelo neoliberal!
Y eso es Bergoglio a nivel global en tanto que papa de la Iglesia Católica: El simple administrador de una iglesia que lucha por mantener su cuota de privilegios dentro del orden de explotación neocolonial de Occidente. Que nadie espere peras del olmo, porque jamás las va a dar.
Dicen que Bergoglio era muy amigo de Methol Ferré, un geopolítico uruguayo muy importante, con ideas nacionalistas de izquierda, y cercano a la corriente intelectual de otro geopolítico muy importante, el argentino Jorge Abelardo Ramos.
Para Bergoglio, que se ha hecho identificar con el peronismo, debía siempre haber estado muy claro qué se quiere decir en América Latina cuando se habla de “dictadura” y de “democracia”. Cuando los poderosos cantan “dictadura”, en realidad están buscando atacar proyectos políticos con una genuina base popular y que pongan en cuestión el status quo neocolonial en nuestra región.
Eso lo demuestra con meridiana claridad Ramos en su libro Historia de la Nación Latinoamericana (ver capítulo X y siguientes). Las acusaciones de “dictaduras” de parte de las ciudades-puerto construidas al calor de la colonia española y luego de la neocolonización inglesa y francesa del continente, se dirigía contra toda alternativa política que buscara unir a la Patria Grande bajo un proyecto endógeno de desarrollo material y cultural. “Dictadores” fueron Belgrano, San Martín, Bolívar, Artigas hasta nuestros días con Sandino, Fidel, Chávez o el comandante Daniel.
Jorge Abelardo Ramos, que en estas cosas era verdaderamente lúcido, escribió sobre la Argentina: «Somos un país porque no pudimos integrar una Nación y fuimos argentinos porque fracasamos en ser latinoamericanos. Aquí se encierra todo nuestro drama y la clave de la revolución que vendrá». De eso, el “guarango” de Bergoglio parece no enterarse. La suya fue una típica “guarangada” argentina, de un país que desgraciadamente es incapaz de entrar en la Patria Grande nuestroamericana que muchos de nosotros preferimos denominar Abya Yala.