Adalberto Santana | teleSur
En este año de 2024, tal parece que la derecha política en distintos países de América Latina y el Caribe se encuentra ultradesesperada por el avance y consolidación del bloque progresista en la región. El caso más reciente lo constatamos con la intentona golpista en el Estado Plurinacional de Bolivia, acontecida el pasado miércoles 26 de junio.
Un elemento resaltante de esa situación fue la evidente incapacidad de la fracción de militares golpistas, los cuales no cuentan con ningún respaldo popular, únicamente de pequeños sectores tradicionales de las oligarquías que se resisten a comprender que pasó la época de los Gobiernos de ese corte. Hoy el grueso de los pueblos bolivianos (más de 12 millones de habitantes) eligen, respaldan y apoyan al Movimiento al Socialismo (MAS) en el poder presidencial, el cual es encabezado por el presidente Luis Alberto Arce Catacora y el vicepresidente David Choquehuanca.
En días recientes, mientras los militares insurrectos atentaban contra la democracia boliviana, en los amplios sectores populares de ese hermano país de nuestra América la movilización contra el golpismo fue instantánea y contundente en diversas ciudades de ese país andino. Lo cual se constató con un gran acto de masas que colmó la Plaza Murillo en la ciudad de La Paz. Casi siempre detrás de esos golpes de Estado, las embajadas de los EEUU muestran su involucramiento o beneplácito. Se ha señalado por parte del destacado analista, Carlos Fazio, que previamente al intento golpista expresó:
“El 24 de junio, la canciller boliviana, Celinda Sosa Lunda, convocó a la encargada de negocios Debra Hevia, titular de la Embajada de EU, y le planteó un ‘reclamo’ por una serie de ‘pronunciamientos y acciones’ realizados por parte del personal a su cargo, considerados como una ‘intromisión en los asuntos internos’ del país. El escueto comunicado de la cancillería no dio mayores detalles, pero dos días después se produjo la intentona sediciosa del comandante de las fuerzas armadas, general Zúñiga, ex jefe del Estado Mayor del ejército y experto en inteligencia militar”.
En ese contexto también resalta que el repudio internacional al intento del golpe de Estado fue mayoritario en los países latinoamericanos y caribeños y en diversas naciones del mundo. Asimismo, los pronunciamientos de organizaciones sociales, comunitarias, partidos y asociaciones políticas, como de organismos regionales e internacionales fue unánime en su rechazo al golpismo. Las redes sociales funcionaron como un detonante para poner en alerta y en movilización a los más amplios sectores populares, sociales y culturales del mundo.
El pronunciamiento del mandatario colombiano, Gustavo Petro, fue contundente al afirmar: “Siempre ante un golpe blando o duro la democracia se defiende con el pueblo en las calles”. En igual sentido su par de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, señaló contundentemente: Condenamos cualquier forma de golpe de Estado en Bolivia y reafirmamos nuestro compromiso con el pueblo y la democracia del país hermano presidido por Luis Arce”.
En tanto que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, Xiomara Castro de Honduras, Gabriel Boric de Chile, Andrés Manuel López Obrador de México y Miguel Díaz-Canel de Cuba, como otros tantos de la región (Nicaragua, Guatemala, Uruguay y Perú, etc.) condenaron el intento del golpe de Estado.
A esta situación de los intentos derechistas de generar golpes blandos o duros, todavía a algunos mandatarios de la región les gana su emotividad derechista e intervencionista, como al presidente Daniel Noboa de Ecuador. Recordemos que el 5 de abril de 2024 ordenó la invasión de la embajada de los Estados Unidos Mexicanos en Quito, golpeando sus efectivos policiales a miembros del cuerpo diplomático y secuestrando al exvicepresidente Jorge Glas Espinel, asilado por el Gobierno mexicano en su embajada.
Ello condujo a que el presidente López Obrador rompiera relaciones diplomáticas con el Gobierno de Noboa y lo demandara ante la Corte Internacional de Justicia, con el objeto de recibir una condena por tal afrenta que daña también al conjunto de las naciones que mantienen relaciones diplomáticas entre sí.
Hoy Noboa detenta un amplio repudio de la ciudadanía ecuatoriana mundial por sus políticas negligentes, autoritarias y descabelladas. A todo esto se suma hoy su política represora y sus baterías de acoso de género y expulsión de Ecuador de la excelente periodista cubana Alondra Santiago. Comunicadora quien conduce con apego a la verdad y a la crítica su canal INGO.EC, uno de los medios informativos de mayor credibilidad en ese país y en las redes sociales latinoamericanas.
Pensemos que los más recientes mandatarios ecuatorianos han sido representantes de la oligarquía local, tal como Lenin Moreno quien traicionó a la corriente correísta de la Revolución Ciudadana, después de impulsarlo a la presidencia. Uno de los actos más viles de Moreno fue la orden de expulsión que ordenó de la Embajada de Ecuador en Londres, del periodista Julián Assange, fundador de Wikileaks.
Hoy después de casi 14 años de batallas legales, finalmente pudo retornar a Australia. En ese mismo tenor de las acciones de la ultraderecha se han reunido en un foro en la Casa de América en Madrid, organizado por la Fundación Internacional para la Libertad (FIL) y por la organización estadounidense Atlas Network una serie de exmandatarios latinoamericanos como Felipe Calderón (México), Iván Duque (Colombia), Guillermo Lasso (Ecuador) y el tristemente recordado Javier Milei (Argentina), así como Paulo Guedes, exministro de Economía con Bolsonaro de Brasil entre otros. Cónclave que seguramente esperaba el golpe en Bolivia y sumar a su equipo al exgeneral boliviano Juan José Zúñiga.
De ahí que esa derecha ha entrado en una espiral de desesperación frente al gran torrente de los pueblos y gobiernos que han fortalecido al bloque progresista latinoamericano. El triunfo del 2 de julio de la candidata presidencial Claudia Sheinbaum de la 4T en México, así como la derrota del golpe de Estado en Bolivia, está llevando a esa derecha ultraneoliberal irremediablemente a su suicidio político.