Desarrollo solo favorece a los ricos

Podría creerse que a mayor desarrollo debería existir menor explotación de los trabajadores, pero es todo lo contrario por la voracidad de los empleadores neoliberales. Tener trabajo no significa salir de la pobreza y en muchos casos el puesto laboral puede llevar a la muerte.

 

José Llamos Camejo│ Granma

* El orbe sufre hoy la mayor explotación de la fuerza de trabajo, aunque parezca menos visible «y más intencionalmente oculta desde el poder».

Crece la superexplotación laboral en el mundo. Así lo denunció un enjundioso artículo de Edgar Isch, quien calificó el momento actual como el de mayor explotación capitalista, al tiempo que deploró la creciente agresión neoliberal a la naturaleza, «al grado de poner en riesgo la vida humana y de innumerables especies».

Académico asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE), Isch tiene claro que el orbe sufre hoy la mayor explotación de la fuerza de trabajo, aunque parezca menos visible «y más intencionalmente oculta desde el poder».

Los datos indican lo grave de la situación, y cómo ello conlleva un claro despertar de la clase obrera internacional. Asegura el analista que, tras la pandemia como agravante, se registra el mayor aumento de la pobreza desde la Segunda Guerra Mundial.

Tras afirmar que «tener trabajo no significa salir de la pobreza», el también exministro ecuatoriano de Medio Ambiente dio cuenta de que, en el mundo del trabajo, existen 207,000,000 de trabajadores visiblemente desempleados, y un 60 % de la fuerza laboral en actividades informales, «viviendo de día en día”.

«La burguesía –denunció el autor– tiene un enorme ejército de reserva para bajar salarios y derechos de los trabajadores y sus familias; la mitad de la población mundial, 4,000,000,000 de personas, está excluida de cualquier forma de protección social».

Años atrás, continuó el catedrático, como consecuencia del neoliberalismo y de (otros) mecanismos, en los países asiáticos se impuso el sobre trabajo como la ética del trabajador, y entonces en Japón debieron inventar un nuevo término, Karoshi, o «muerte por exceso de trabajo».

En el 37 % de las empresas en la Tierra del Sol Naciente, según el experto, los empleados cumplen hasta 80 horas extras impagas al mes, «la manera más directa de lograr un incremento de la plusvalía creada por el trabajador (la cual), tras la reducción de salario, llega íntegramente a los bolsillos de la clase dominante».

Como otro ejemplo de sobreexplotación laboral mencionó a Corea del Sur. «Pocos meses atrás se planteó subir el máximo de horas (laborables) a la semana, desde las 52 actuales a la increíble suma de 69, arruinando totalmente la vida de trabajadores de uno y otro sexo. La enorme oposición de la juventud impidió este despropósito».

El articulista también deploró las condiciones de trabajo que, según él, «en muchos casos se trata de esclavitud pura y simple; (…) en nuestros días hay más esclavos que en ningún otro momento de la historia».

Solo entre 2016 y 2021, detalló Isch, hay un incremento de 2,7 millones de personas sometidas a labores forzosas, lo que llevó a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a reconocer que en 2021 existían 49,600,000 personas en condiciones de esclavitud. ¿Saben cuántos son, dónde están? ¿Hacen algo para evitarlo?, se preguntó.

La situación de la mujer trabajadora es peor, apostilló. Como promedio mundial, por un mismo trabajo gana un 20 % menos que los hombres, y son niñas y niños –agregó– los otros grandes perdedores en las relaciones capitalistas actuales».

El artículo citó estimaciones mundiales que ubican en 160 millones la cifra de menores en situación de trabajo infantil. Las cosas van para peor cuando, por ejemplo, en 2022, en EE. UU. se estimó que había 4,000 niños trabajando ilegalmente, «pero se oculta el problema; no hay datos exactos desde 1970. Sin embargo, al menos en ocho de los 50 estados en los últimos años aprobaron medidas que permiten mayor explotación del trabajo infantil».

Los datos revelan que la ambición por acumular riquezas hace que los poderosos nieguen hasta el sentido lógico de la evolución. A más desarrollo, ¿menos explotación? Nada de eso. El progreso aparente de la sociedad del capital lo es solo de los más ricos, y se sostiene sobre la degradante esclavitud de los demás, es decir, de la abrumadora mayoría.

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