Diferentes métodos del terror con los mismos objetivos

 

Jorge Ernesto Angulo Leyva | Granma

Hace pocos días conmemoramos el primer aniversario del inicio de la mayor vergüenza y pesar en la historia reciente de una humanidad cada vez más deshumanizada.

Las bombas procedentes de Israel, inauguraron en Gaza un nuevo círculo del infierno, ante miradas cómplices y gritos impotentes debatidos en una batalla paralela por el desgaste o la firmeza de la conciencia y el amor.

Junto al indescriptible vacío de perderlo todo, muchos expertos advirtieron sobre una escalada del conflicto en la región, temida como el escenario de un tercer estallido de guerra mundial, con la capacidad de concluir la tarea autodestructiva de nuestra especie y acorralar contra el precipicio el milagro de la vida, quizá en el único punto del universo en el que encontró las condiciones para florecer.

Los peores augurios comenzaron a tomar forma cuando las milicias hutíes de Yemen, intervinieron a favor de Palestina. Más tarde, Irán se involucró y el 17 y el 18 de septiembre varias explosiones de dispositivos de comunicación en el Líbano provocaron la cifra de más de 37 fallecidos y miles de heridos.

El grupo chiíta Hezbolá, de conjunto con las autoridades del territorio agredido, culpó a Israel y prometió responder a la afrenta, aunque el presidente de la contraparte, Isaac Herzog, negó las acusaciones.

Bajo ese ambiente de tensión, el exdirector de la Agencia Central de Inteligencia y exsecretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, opinó para CBS sobre los sucesos, según reseña RT: «No creo que haya ninguna duda de que es una forma de terrorismo (…) Cuando el terror se adentra en la cadena de suministro, hace que la gente se pregunte: “¿Qué demonios será lo próximo?”.

El país estadounidense constituye el segundo responsable del genocidio –y, en consecuencia, de la extensión del fuego en Medio Oriente–, en tanto sostiene al Estado hebreo con el envío de armas y dinero, como lo demuestra un paquete de 8 mil 700 millones de dólares para fines militares, aprobado a finales de septiembre.

Las manos manchadas de sangre, junto a la enorme influencia judía en el cabildeo de la política norteña, impidieron a Panetta exigir una condena oficial estadounidense al método de terror practicado en el Líbano, y optó por convocar a la comunidad internacional a un debate serio sobre ese tipo de operaciones.

Al margen de la «valentía» del antiguo funcionario para emitir declaraciones inesperadas, sus incoherencias y medias tintas encajan con el actuar de su nación en el tema, por ejemplo, si lo enmarcamos en las relaciones con una Isla ubicada a 90 millas y a miles de kilómetros de Palestina, aunque con los corazones apretados.

Cuba aparece en la Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo, a pesar de sufrirlo durante décadas, y continúa bajo la amenaza de verdaderos terroristas, acogidos en Estados Unidos y con plena libertad para diseñar sus planes de caos.

El terrorismo, presente como una enfermedad genética en ambos casos, señala en el fondo a los mismos culpables, y hoy contribuye a una escalada regional tan grave como el posible polvorín del desastre final.

La violencia solo puede reproducirse en el espacio-tiempo, en una espiral cada vez más cercana al momento de no retorno para todos.