Rusia pide que las zonas kurdas donde están las tropas pasen, tras el repliegue, a manos del Gobierno de su aliado Bachar el Asad
Bajo una gran confusión, Estados Unidos ha anunciado este viernes el inicio del proceso de retirada de Siria, que paradójicamente va a suponer un incremento en el número de soldados desplegados para ayudar en la logística de la salida y proveer seguridad adicional. “Por motivos de seguridad operativa, no hablaremos de plazos específicos, ubicaciones o movimientos de tropas”, declaró el coronel Sean Ryan, portavoz de la coalición internacional liderada por Estados Unidos basada en Bagdad (Irak). Estados Unidos comenzó su despliegue en Siria en 2014, en el marco de una coalición internacional creada para combatir al grupo yihadista Estado Islámico (EI), entonces en su mayor apogeo. Actualmente, el Pentágono mantiene cerca de 2.000 soldados en aquel país.
La confirmación de los primeros movimientos encaminados a cumplir el anuncio del presidente Donald Trump del pasado 19 de diciembre de abandonar Siria llega rodeada de una gran confusión y temor por parte de los aliados, en concreto de las milicias kurdas YPG, conscientes de que Turquía está esperando la salida de las tropas norteamericanas para barrer del mapa a quienes Ankara considera terroristas. En una visita inesperada a las tropas turcas estacionadas cerca de la frontera siria este viernes por la mañana, el ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, reiteró su determinación a luchar contras estas milicias. “Cuando llegue la hora y el momento, los terroristas [en referencia a los kurdos] serán enterrados aquí, en las mismas trincheras que ellos mismos han excavado antes”.
Al teatro de las contradicciones en que se ha convertido la retirada de los soldados estadounidenses desplegados en Siria, el asesor de seguridad nacional de Trump añadió mayor desconcierto. A principios de semana, John Bolton declaraba en una gira por Oriente Próximo que la retirada estaría “condicionada” a diferentes circunstancias, y que se podría dejar a las fuerzas americanas en la región durante meses o años. Bolton declaró que Estados Unidos no se marcharía de Siria sin garantías previas por parte de Ankara de que no aprovechará la retirada militar para bombardear a los kurdos. Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, no tardó en reaccionar y declaró “inaceptable” que Washington pretendiera que su país proteja a las milicias kurdo sirias YPG, por ser una organización terrorista a ojos del régimen turco.
Esta semana Bolton se reunía en Ankara con el portavoz de Erdogan, Ibrahim Kalin. Al término de la reunión, Kalin explicó que la delegación turca se centró en pedir explicaciones sobre qué ocurrirá con la veintena de bases militares estadounidenses construidas en el norte de Siria y con las armas entregadas a las milicias kurdas, según informó Andrés Mourenza. Y aunque un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE UU aseguró que el encuentro fue “constructivo”, lo cierto fue que Erdogan se negó a recibir a Bolton, según estaba previsto. El mandatario turco lamentó que algunas voces en Washington no estuvieran en sintonía con lo que expresa Trump, e instó al presidente republicano a hablar directamente con él en lugar de un intermediario, como Bolton.
La sintonía es algo que ha saltado por los aires desde el anuncio de Trump a través de Twitter de su decisión como comandante en jefe y presidente de Estados Unidos de retirarse de Siria y dar por derrotado al Estado Islámico. Oriente Próximo se convulsionó y se produjo una oleada de críticas por parte de consejeros de seguridad de la Casa Blanca y generales norteamericanos que culminó con la dimisión del secretario de Defensa, James Mattis, y la del Enviado Especial de EE UU a la Coalición contra el Estado Islámico, Brett McGurk.
Al menos, Mike Pompeo sí parece hablar el mismo idioma que John Bolton. Según el secretario de Estado norteamericano, en gira por nueve países de la región iniciada esta semana en Jordania, debe de haber garantías por parte de Turquía de que los kurdos no serán atacados. “Es gente que ha luchado con nosotros y es importante que hagamos todo lo posible para asegurarnos de que esa gente está protegida”, declaró Pompeo en una visita a los kurdos de Erbil, la capital de la región semiautónoma del Kurdistán iraquí. La misión diplomática de Pompeo es tratar de calmar a los Gobiernos árabes aliados preocupados por que la desaparición de la presencia militar de Estados Unidos pueda ser aprovechada por Irán para incrementar su influencia en la región. “Estados Unidos está comprometido con la región, comprometido con la derrota del Estado Islámico y comprometido a contrarrestar las actividades desestabilizadoras de Irán”, declaró Pompeo a través de su cuenta de Twitter antes de iniciar el viaje.
La salida norteamericana dejaría expuestos a los kurdos en todos los flancos. Por un lado, el Ejército turco. Por otro, las tropas del Gobierno sirio. Temerosos de su incierto futuro, los kurdos han puesto sus esperanzas en Moscú, aliado clave del presidente sirio Bachar el Asad. El Kremlin ya se frota las manos, porque saben que los kurdos esperan que Rusia pueda llegar a un acuerdo bajo el cual el régimen sirio llene el vacío de poder que va a existir tras la retirada estadounidense.
En este escenario de desconcierto, la agencia rusa Interfax informaba que la portavoz del ministerio de Exteriores, Maria Zakharova, consideraba que el anuncio de los militares estadounidenses solo hacía crecer las dudas del Kremlin de que Estados Unidos se vaya a retirar pronto de Siria. “Pareciera como si Washington estuviera buscando una razón para quedarse”, declaró la portavoz. “No puedo compartir su confianza de que se están marchando porque nunca hemos visto una estrategia oficial”.
La diplomacia rusa defendió este viernes que, tras la retirada, el territorio actualmente controlado por Estados Unidos —que se encuentra en zona kurda— sea transferido al Gobierno de Bachar el Asad, aliado de Moscú en la sangrienta guerra civil. “En este sentido, entablar un diálogo entre los kurdos y Damasco cobra una especial importancia”, declaró Maria Zakharova.