Valverde, técnico azulgrana, da vueltas y vueltas a las alineaciones, pero no obtiene los resultados exigidos
El inmovilismo en la alineación del Barcelona ya no es latente, persuadido el técnico de que con las rotaciones no solo llegará al final de la temporada con más jugadores y más frescos, sino de que se convertirá en un equipo menos predecible. Rakitic ya no es un fijo en el once, Busquets entra en la rueda de cambios y hasta Suárez se quedó frente al Villarreal sin acabar un partido cuando en el curso pasado solo se dejó dos por completar. Al tiempo, piden turno los noveles Carles Pérez y Ansu Fati –“han dado un paso hacia delante y debemos tenerlo en cuenta”, resolvió el preparador azulgrana-, y De Jong y Griezmann se asientan en una alineación tipo todavía por definir. Resulta que para Valverde ya no hay intocables, acaso Ter Stegen bajo los palos, Piqué como capataz de la zaga y Messi de lo que quiera. Aunque por el momento no funciona este Barça. “Solo se valora si entra la pelota. El Madrid parecía muerto y hace un buen partido en Sevilla y ya es un líder total”, se lamentan desde la ciudad deportiva azulgrana; “y es verdad que no hemos tenido resultados ni buen juego fuera de casa, pero hay varias causas como las lesiones de Leo, la falta de entrenamientos juntos, la adaptación de los nuevos, coger poso…”.
Al acabar la temporada anterior, el área directiva se reunió con Ernesto Valverde y le ratificó en el puesto, convencida de que no había un técnico que supiera gestionar mejor al vestuario, conquistador de dos ligas consecutivas y de una Copa, aunque con dos batacazos europeos de por medio para el recuerdo y otra final copera perdida que llegó a poner en entredicho su continuidad por la falta de juego coral. “La memoria colectiva es muy corta porque hay pocos técnicos que hayan ganado eso en sus dos primeros años en el club”, le defendió este martes Piqué, después de imponerse al Villarreal; “pero creo que le penalizan las derrotas en Europa, donde ya hemos dicho por activa y por pasiva que los responsables fuimos los jugadores”. Duelos, ante la Roma y el Liverpool, en los que el equipo cayó sin decir ni pío, sin fútbol ni intenciones. Por ello, desde el área deportiva le reclamaron que no fuera tan predecible, que no siempre utilizara los mismos cromos para los mismos cambios porque entendían que había plantilla y polivalencia suficiente para volver al equipo menos previsible. “No es un técnico rompedor o de grandes cambios, pero se trata de que acierte en lo que toca”, señalan desde los despachos de la ciudad deportiva. “Y está siendo impredecible, ha dado un paso adelante”, esgrimen desde el club; “porque rota, porque apuesta por los jóvenes, porque no se sabe antes del partido qué alineación hará y porque, como se vio ante el Villarreal, el equipo tiene recursos para jugar por dentro, por fuera y en campo contrario”.
Se le achacaba a Valverde que si no jugaba Sergi Roberto se sabía que lo haría Semedo del mismo modo que si no actuaba Arthur saldría Vidal o pondría a Dembélé en vez de a Coutinho. Pero nunca se le exigió tirar de la cantera, conscientes la mayoría de que no había demasiado desplegable –como le bautizó el entonces director deportivo Andoni Zubizarreta al filial y a la cantera-, todos convencidos en el club de que lo prioritario era ganar. Axiomas que el técnico se ha cargado de un plumazo en este curso porque no hay alineación repetida y porque El Txingurri ha dado la tentativa a dos imberbes como a Carles Pérez y, sobre todo, a Ansu Fati, que ha pasado del juvenil al primer equipo sin pisar el filial. No solo eso sino que ya no cuenta como imprescindibles a futbolistas que siempre lo fueron. Como Rakitic, que era el jugador que había estado presente en más alineaciones con Valverde y ahora tiene a 14 jugadores que han disputado más minutos que él; como Busquets, siempre fijo en el once y ahora con dos suplencias; y hasta Suárez, sustituido ante el Villarreal para dar carrete a Fati. “Bueno, ya veremos cuando lleguen los partidos importantes”, se le escapó a Busquets ante las cámaras, por más que también admitiera que es un equipo, que estaba tranquilo y que eso subiría la competitividad. Pero Valverde ya no es el mismo y el Barça, por el momento, tampoco. “No existe preocupación”, cierran desde el club; “sí exigencia, pero es cuestión de coger poso”. Y de que se asiente el once, todavía por descubrir.