Manuel Cabieses Donoso
“Si no luchas ten al menos la decencia de respetar a quienes sí lo hacen”.
(José Martí)
El bloqueo comercial y financiero para estrangular a Venezuela plantea un reto político y moral, tanto a los pueblos como a los gobiernos de América Latina y el Caribe.
El bloqueo es una agresión a los valores forjados por la historia de la región y constituye un ataque mortal a la estructura jurídica e institucional que sostiene la soberanía de las repúblicas del continente.
Esta realidad obliga a unos y otros a pronunciarse en defensa de principios -como la independencia y soberanía de los estados, la autodeterminación de los pueblos, la no injerencia en los asuntos internos de un estado y sobre todo el derecho de gentes-.
La alternativa es la deshonrosa opción de convertirse en cómplices del genocidio que amenaza a Venezuela.
Nuestras repúblicas se construyeron a través de guerras de independencia y enormes sacrificios enormes en defensa de estos principios. La independencia y soberanía de las repúblicas -tantas veces violadas por el imperio- son en todo caso los pilares que sostienen la arquitectura republicana de América Latina y el Caribe.
Lo proclaman sus Constituciones y juran defenderlos gobernantes y parlamentarios. Asimismo –aunque sea un objetivo que todavía no alcanza la cima-, nuestros pueblos comparten una vocación de unidad e integración que algún día forjará la Patria Grande, respetada en el mundo.
El bloqueo a Venezuela -que intenta hacer capitular por hambre y epidemias a un pueblo cuya historia es ejemplo de solidaridad con la lucha independentista de América Latina y el Caribe-, obliga a los gobiernos de la región a asumir la responsabilidad histórica de avalar la agresión yanqui o rechazar una escalada de obsesiva crueldad que asombra al mundo.
La misma responsabilidad, es cierto, cabe a los pueblos y sus organizaciones sociales y políticas. En algunos casos –como el de Chile- toneladas de hormigón ideológico neoliberal pesan sobre la conciencia de las masas populares.
Sin embargo, ya existen iniciativas –como el movimiento de Unidad Social que convoca a una jornada nacional de protesta para el 5 de septiembre- que indican un renacer de la rebeldía popular.
Es de esperar que Unidad Social exprese en esa oportunidad una solidaridad sin ambages con Venezuela y Cuba, nuestra hermana república socialista también acosada por el imperio.
Los economistas norteamericanos Jeffrey Sachs y Mark Weisbrot , del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, calculan en miles las víctimas que ha producido desde 2017 el cerco a Venezuela de las importaciones de alimentos y medicinas.
No obstante, este crimen de lesa humanidad no ha conseguido provocar la caída del gobierno del presidente Nicolás Maduro y un “mandatario” títere de Washington lleva siete meses remando en el vacío. Sachs puntualiza que la política de Washington es “infructuosa, cruel, ilegal y fallida, y está provocando un gran daño al pueblo venezolano”.
En países como Chile deberíamos ser especialmente sensibles a esta tragedia que empuja a miles de venezolanos a un éxodo doloroso. Nos lo recuerda el senador norteamericano Bernie Sanders:
“A lo largo de nuestra historia hemos derrocado muchos gobiernos”, que recuerda al gobierno del presidente Salvador Allende y reseña la conspiración de la CIA con la derecha política, empresarial y militar de Chile. Sus apasionadas palabras –que ya quisiéramos oír de labios de un senador “socialista” chileno- reivindican al gobierno más democrático y popular de la historia de nuestro país.
Los gobiernos latinoamericanos enfrentan una disyuntiva histórica: rechazar el inhumano bloqueo a Venezuela o convertirse en cómplices del genocidio que intenta el presidente Trump.
La traición y cobardía de los gobiernos que apoyen ese crimen contra la Humanidad –aunque solo sea con su silencio- se convertirá en una maldición que los perseguirá hasta el fin de sus días…que no están muy lejanos.