El cocodrilo gigante que tenía la dentadura de un Tiranosaurio Rex

Restauración paleoartística del Razanandrongobe sakalavae alimentándose del cadáver de un saurópodo. Fabio Manucci

La isla de Madagascar es un auténtico oasis de conocimiento sobre los grandes saurios que poblaron este planeta. Desde un joven titanosaurio perfectamente conservado, hasta el descubrimiento de nuevas especies carnívoras, la isla del sureste africano acumula miles de secretos sobre la biología de las especies y su evolución. Pero también atesora secretos sobre los monstruos depredadores del pasado. Y hoy se desvela uno de ellos: el que corresponde al carnívoro terrestre más grande que habitó Madagascar durante el Jurásico Medio.

Se le conoce como «Razana», y era un antepasado del Sarcosuchus, el cocodrilo gigante del Cretácico que devoraba dinosaurios. Pertenece al suborden de los Notosuchia, unos cocodrilomorfos de los que se sabe muy poco al respecto de su origen y temprana evolución, y cuya existencia se desconocía -hasta ahora- en el período Jurásico. Pero una nueva investigación sobre fósiles en Madagascar, publicada en la revista PeerJ por un equipo de paleontólogos liderados por el doctor Cristiano Dal Sasso, ha arrojado algo de luz sobre la brecha evolutiva de un millón de años entre ambos reptiles.

Las profundas y gigantescas mandíbulas del ‘Razana’ estaban armadas con enormes dientes serrados, y eran muy similares en tamaño y forma a las del temible Tiranosaurio Rex

Una combinación de características anatómicas identifica claramente al Razana como a un cocodrilomorfo del periodo Jurásico, cercano a las familias de los Baurusuchidae y los Sebecidae sudamericanos; unos depredadores que estaban altamente especializados en los hábitos terrestres, y que se diferencian de los cocodrilos actuales debido a su denso cráneo y a sus poderosas y rectas extremidades. El nombre completo del Razana es Razanandrongobe sakalavae, que significa «lagarto gigante antecesor de la región de Sakalava» en malgache.

Las profundas y gigantescas mandíbulas del Razana estaban armadas con enormes dientes serrados, y eran muy similares en tamaño y forma a las de los dinosaurios terópodos y, especialmente, a las del temible Tiranosaurio Rex. Estas mandíbulas son una notable evidencia de que, posiblemente, estos reptiles se alimentasen de tejidos orgánicos duros, como huesos y tendones.

«Al igual que los cocodrilos gigantes del Cretácico, el Razana pudo haber rivalizado incluso con los dinosaurios terópodos, aquellos que se encontraban en la cima de la cadena alimenticia», dice Cristiano Dal Sasso, el investigador del estudio, que trabaja en el Museo de Historia Natural de Milán. A su vez, el análisis filogenético de este reptil indica que es una especie muy distinta de cualquier otra conocida en el género Notosuchia y que, de hecho, contribuye a rellenar el vacío de la evolución de este grupo, cuya estela se pierde en el Jurásico.

El Razanandrongobe sakalavae es, de lejos, el más viejo -y posiblemente más grande- representante del Notosuchia, y su existencia documenta uno de los más tempranos sucesos de crecimiento corporal exacerbado en conjunto al historial evolutivo de este grupo. «Su posición geográfica durante el período en el que Madagascar fue separado de otras masas terrestres sugiere la existencia de un linaje endémico. Al mismo tiempo, es incluso una señal mayor de que el suborden de los Notosuchia fue originario del sureste de Gondwana [el supercontinente que resultó de la partición en dos de Pangea]», remarca el coautor del estudio, Simone Maganuco.

Fuente: El País

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