Augusto Zamora Rodríguez
* Si Rusia se ve en la necesidad imperiosa de garantizar su existencia, sin dudarlo utilizará la opción nuclear táctica en contra de sus enemigos europeos que hoy la agreden, y si USA interviene, lo que es dudoso porque temen ser destruidos, la hecatombe será mayor.
Mis sabios y filosóficos palinuros y atlántidas, llevamos días, mi alter ego, sometiendo a las neuronas a intensos ejercicios -sin exagerar-, partiendo de la genial equiparación que hizo el soviético, Alexander Luria, entre cerebro y músculo.
Según Luria (discípulo de Pavlov y de Vigotsky), “el proceso de alfabetización contribuye a desarrollar la inteligencia del estudiante, al igual que el entrenamiento deportivo no sólo enseña a practicar un deporte, sino que también desarrolla una musculatura”. En otras palabras, que la inteligencia es como el músculo.
Cuanta más caña le demos, más inteligentes seremos, de general, claro, que esto no es matemáticas, donde a+b da siempre ab2 y dos más dos son siempre cuatro. Bueno, casi siempre, porque en sitios como el Accidente Colectivo dos más dos puede ser cero cavernero o, peor, resultar que la suma de los cuadrados de sus catetos sale igual al cuadrado de una hipotenrusia, tan hipertente que ha dejado a los generales y políticos accidentales como catetos de primer nivel.
Catetos que nada tienen que ver con el teorema que formuló Pitágoras, ya saben, el de Samos, que enunció también la armonía de las esferas, por considerarlas las figuras geométricas perfectas, tanto, que, a su lado, todos somos poliedros y, algunos, ni eso, como los de la OTAN, que por un lado dicen boicotear el gas ruso y, por el otro, se matan entre ellos para comprarlo, tan así, que este 2023 han adquirido un 40% más del pérfido y fementido gas ruso que antes de la guerra, por un monto de 6.000 millones de dólares. Si buscan payasos baratos, en Bruselas abundan, aunque su calidad es mínima.
Bueno, habrá que dejar a Pitágoras y el gas y retomar el hilo, que es prudente tener uno para no perderse, en este y otros tramos de la vida (si dudan, le preguntan a Ariadna, que, ya viejita, abatía a sus nietos contándoles, en el Olimpo, que, gracias a un hilo suyo, había podido salir el sonso de Teseo de un laberinto, donde se iba a meter sin tener ninguna idea de cómo salir luego; que en los cuentos mucho Teseo por aquí, Teseo por allá, pero que, sin el hilo bendito que le dio ella, allá se habría quedado en el laberinto el Teseo y nadie hubiera vuelto a oír de él, y, en fin, que los hombres mucha próstata, pero poco seso, por más minotauros que maten).
¿Se han dado cuenta? Sin hilo, se pierde fácil el rumbo, de manera que procuraremos no volver a perderlo, haciéndonos discípulos de Ariadna. Retomamos, pues, el hijo, antes de seguir enredándonos en él. Las disquisiciones en cuestión giraban sobre un sistema de investigación que, según leímos, suelen emplear los doctos en Física, no sabemos si todos o sólo los expertos en física de partículas, para adentrarse en nuevos microcosmos. El sistema consiste en plantear una hipótesis (“Imaginemos que…”; “supongamos que…”) y, a partir de ahí, empezar a desarrollar una investigación para ver a dónde, o hasta dónde, lleva. Si a resultados válidos científicamente o a concluir que la hipótesis era errada y vuelta a empezar. Ay, los sabios.
Nosotros decidimos probar este sistema de análisis -aplicable a otros ámbitos del saber humano-, a la situación en Ucrania, un tema, ya lo saben, que rara vez tocamos. La hipótesis que abordamos era del siguiente tenor (puede hacerse con una soprano también, cuestión que aclaramos para evitar que algún mal pensado nos acuse de sexistas, que lo somos, pero del género cuántico, donde podemos ser, al mismo tiempo, ondas y partículas, de modo que, luego de pasar por un agujero, tendremos el mismo grado de distracción, perdón, de difracción, sin riesgo de que el agujero susodicho termine convertido en agujero de gusanos, que algunos dan luz y, otros, repelús, que los gusanos, por muy cuánticos que sean, gusanos son).
Seguimos el hilo. Se trataba de la siguiente hipótesis: ¿Qué habría pasado si los planes de la OTAN con la operación rusa en Ucrania hubieran salido como estaban previstos? Dicho en otras palabras, si las miríadas de sanciones hubieran derrumbado la economía rusa y el apoyo masivo en armas y recursos al gobierno ukronazi hubiera provocado el colapso de Rusia, al punto de perder Rusia sus avances territoriales y estar a punto de perder también Crimea.
Para dar respuesta a la hipótesis, establecimos unas bases materiales y teóricas de referencia:
1. Rusia es la primera potencia nuclear del mundo, poseyendo un total de 5.977 ojivas nucleares, según datos recogidos por la BBC. De ese número, 1.500 están retiradas y esperando -se cree- para ser desmanteladas. Hay 1.588 ojivas actualmente desplegadas, es decir, situadas en bases o dispositivos listas para dispararse desde misiles, buques, bombarderos o submarinos. 2.565 ojivas forman parte de la triada nuclear aérea, terrestre y marítima de Rusia, como reserva estratégica. El resto son armas nucleares tácticas, de pocos kilotones, lo que no deja de ser una broma macabra. La bomba lanzada sobre Hiroshima, que mató a 146.000 personas, en 1945, tenía ‘sólo’ 15 kilotones. Una ojiva nuclear, en este civilizado siglo XXI, puede tener más de 1.000 kilotones. Para acercarnos más al terror, el dron submarino ruso Poseidón, llamado también “el arma del juicio final”, puede ser dotado de una ojiva de 100 megatones, es decir, de mil kilotones. Para entender esto debemos bajar a la tierra y saber que un kilotón equivale a un millón de toneladas de TNT. Un megatón es un millón de toneladas de TNT, que, ya saben, son las siglas de la dinamita. Bastarían, dicen los científicos, 500 kilotones para acabar con el mundo que conocemos.
2. La doctrina militar de Rusia establece que el recurso al arma nuclear sólo podrá hacerse si está en peligro la existencia de Rusia o se amenacen gravemente los intereses estratégicos de Rusia y la seguridad y existencia del pueblo ruso.
3. Antes de continuar, recordemos el cuento de la lechera de Samaniego, aquella niña campesina que llevaba un cántaro de leche y, en el camino, iba haciendo cuentas de todo lo que obtendría de la venta de la leche y, tan abstraída iba en sus sueños, que olvidó la realidad del camino, tropezó y cántaro de leche y sueños se estrellaron en el suelo. La moraleja trataba -suponemos- sobre no perder de vista la realidad de lo que hay, pues, dejándolo de ver la realidad para perdernos en sueños vanos, perdemos lo que tenemos y colorín colorado, terminamos con los sueños estrellados. La OTAN construyó una contraofensiva siguiendo el modelo de la lechera, diciéndose, ellos a ellos mismos, que con estos tanques y estos batallones conquistamos aquí, de aquí alcanzamos allá y, desde allá, tomamos Crimea, matamos a los rusos y luego nos dividimos en país. Esta descripción -lo habrán notado- es burlesca, pero eso merece.
En esa situación hipotética, Rusia se enfrenta a tres opciones extremas:
A. Rusia se rinde. Acepta la derrota y la pérdida de las tierras rusas y Crimea. Ucrania ingresa en la OTAN y la OTAN establece su base de operaciones navales en Sebastopol (esto no es inventado: lo dijeron altos mandos militares de EEUU en la década de los 90). El prestigio de Rusia se derrumba, se disuelven la CEI y la OTSC y el país entra en un periodo de gran inestabilidad, turbulencia y crisis económica, política y social (seguimos en esto lo que ocurrió en Alemania después de la IGM).
B. Rusia decreta una movilización general y declara el estado de guerra total, con graves costos sobre la economía y una gran efervescencia social, amén del impacto exterior.
C. Rusia decide cortar por lo sano y lanza un ataque nuclear táctico sobre Polonia y Alemania, que son el sustento y la retaguardia del ejército ukronazi. Amenaza, además, con atacar nuclearmente Rumania y Suecia, los otros centros de retaguardia.
¿Qué opción creen que hubiera escogido Rusia en el escenario diseñado en la hipótesis, pregunto a mis avezados atlántidas y palinuros? ¿Opción A, B o C? Creo que coincidiremos que la opción más probable sería la C, pues Rusia se encontraría ante una amenaza existencial extrema y sin más opción que dar una respuesta definitiva y definitoria.
Se entenderá más esta deducción recordando tres antecedentes. El primero, en importancia, la Crisis de los Misiles, de 1961, en Cuba, que a punto estuvo de terminar en guerra nuclear. El segundo -primero en el tiempo-, la exigencia del general Douglas MacArthur, jefe de las fuerzas estadounidenses en la Guerra de Corea que, ante la derrota aplastante sufrida a manos chinas, exigió lanzar un ataque nuclear contra China. El entonces presidente Truman se negó, no porque le faltaran ganas, sino porque la Unión Soviética había construido sus propias armas nucleares en 1949. Atacar con armas atómicas a la recién creada República Popular China, aliada de la URSS, habría provocado una respuesta soviética, posiblemente con un ataque nuclear sobre Japón, la gran retaguardia del ejército estadounidense en Corea, pero, primeramente, sobre las tropas gringas en Corea. La tercera es Vietnam. A mediados de los años sesenta del pasado siglo, el carnicero Kissinger y altos mandos militares, desesperados ante su fracaso militar contra los combatientes vietnamitas, propusieron lanzar un ataque nuclear contra Vietnam del Norte, opción rechazada por Nixon y sus asesores, por igual motivo: el temor a la respuesta soviética.
Obsérvese que, excepción hecha de la crisis de 1961, en ninguno de los otros dos casos estuvo en peligro la seguridad de EEUU, ni, menos, estaba amenazada su existencia. La causa que motivaba el ansia nuclear contra chinos, norcoreanos y norvietnamitas era evitar la derrota militar de EEUU y detener el chorreo de bajas en aquellas guerras imperialistas. Hagan, ahora, desde esos antecedentes, cálculos sobre cuál podría ser la reacción de EEUU si sufriera una ofensiva militar desde México financiada, armada y dirigida por Rusia y China.
Queda un punto. ¿Cómo hubiera reaccionado EEUU ante el ataque nuclear ruso contra Polonia y Alemania? Las opciones sólo podrían ser dos. Una, lanzar un ataque nuclear contra Rusia, lo que habría llevado a aquello del “equilibrio del terror”, de la “destrucción mutua asegurada”. Dos, abstenerse de atacar para preservar la existencia de EEUU. Nuestros análisis nos indican que la opción mayoritaria habría sido la dos, pues provocar la destrucción de EEUU por dos países que, en última instancia, a EEUU le traen al fresco, no valía una guerra nuclear.
Como ya señalamos, afortunadamente se trata únicamente de una hipótesis, pero considerar esta hipótesis nos permite llegar a donde nos lleva el hilo de Ariadna: a darnos cuenta de que ha sido una bendición para el mundo que tal hipótesis no se hubiera hecho realidad. Es ese el punto al que queríamos llegar. Que la locura belicista de los gobiernos del Accidente Colectivo, en su plan original, de derrumbar a Rusia y humillarla militarmente, al modo de Alemania tras la I Guerra Mundial, nos hubiera llevado, con casi total seguridad, a una guerra nuclear, lo que todavía no podemos descartar. El cuento de la lechera de los planificadores militares atlantistas hubiera podido terminar en un baño de partículas atómicas iluminando Europa.
Por demás, resulta aleccionador que un país como Alemania, que pagó con sangre y miseria infinita su derrota en la IGM, sea aventajado alumno en la política gringa que pretende -absurda y vanamente- aplicar una receta similar a una superpotencia nuclear. Otro ejemplo más de que lo único que enseña la historia es que la historia no enseña nada. También de que, si la estupidez humana es infinita, como dijo Einstein, la estupidez de las clases políticas europeas es infinitamente infinita.
Si hubiera un número suficiente de personas inteligentes en Europa, estarían dando gracias porque los planes atlantistas hayan fracasado estrepitosamente y, gracias a ese fracaso, que Rusia no se haya visto acorralada y compelida a recurrir a su poder nuclear. Un tema que, es oportuno reseñar, fue objeto de debate hace unos meses en Rusia. Algunos autores sostenían que la política atlantista contra Rusia obedecía a que, en el Accidente Colectivo, descartaban completamente que Rusia decidiera emplear armas nucleares. Que, en esa convicción, se basaba toda la política dirigida a destruir Rusia. Partiendo de esa perspectiva, otros autores defendían que el empleo limitado de armas nucleares pondría fin a la guerra. Tomen nota, mis palinuros y atlántidas, de este debate, porque no hay guarismo alguno que lo descarte aún.
Deberían, en Europa, ponerse de rodillas ante Rusia y exigir la dimisión en masa de sus gobernantes. Pero eso no lo veremos ni eso pasará, porque Europa se encuentra en muerte cerebral. De izquierda a derecha y de arriba abajo. Muerte cerebral provocada por la estupidez rampante de las clases políticas, que son una suma de Perseos en un laberinto del que sólo el hilo de la victoria rusa los sacará. Porque ahora está más claro que nunca que Rusia ha ganado y que de Rusia saldrá el hilo de araña salvador para construir una nueva Europa, sin ese cáncer en fase terminal que es EEUU.
Vaya por Dios, lo que nos ha salido. Y eso que amanecimos de lo más optimistas, contemplando a una rozagante araña en el cedazo de la ventana, y con la voluntad de escribir algo breve. En fin, a veces tirar del hilo nos lleva a hacer un ovillo de neuronas danzarinas. Que un buen café les alegre el día y lo que resta de semana.