Stephen Sefton
La exitosa colaboración para el desarrollo de sus pueblos entre la República Popular China y la Federación Rusa, ha tenido un impacto profundamente positivo en las relaciones internacionales, porque demuestra los grandes avances posibles en base a la buena fe y la cooperación genuina. Los gobiernos de Rusia y China resaltan la importancia para ambos países de lo que llaman la «asociación cooperativa estratégica integral entre China y Rusia en la nueva era».
En su reciente maratónico televisado programa de cara al pueblo, el presidente Vladimir Putin observó: “La visita del presidente chino Xi Jinping en marzo pasado dio un impulso significativo a nuestras relaciones, y el progreso continuó a partir de entonces. Hemos acordado que ampliaremos constantemente los lazos en ocho áreas centrales… Las relaciones entre Rusia y China constituyen un factor importante para garantizar la estabilidad mundial.”
En cambio, la notoria mala fe del gobierno de Estados Unidos y su relación dominante y despectiva hacia los gobiernos y pueblos de sus satélites europeos, solo alimenta el declive del poder e influencia de Occidente en el mundo. El fracaso generalizado de la política exterior estadounidense y europea es un reflejo de la crisis política, económica, social y cultural que prevalece en sus sociedades.
El símbolo más claro de la pérdida de soberanía de los gobiernos de la Unión Europea ante la clase gobernante de Estados Unidos fue la destrucción del gasoducto Nord Stream y la implementación de las criminales medidas coercitivas contra la Federación Rusa. Los europeos ahora han aceptado la dependencia sobre Estados Unidos y países aliados para el gas licuado, esencial para sus economías en vez del mucho más barato gas ruso.
Como consecuencia, sus gobiernos han acelerado su desindustrialización. De esta manera, la clase gobernante estadounidense ha consolidado su control neocolonial sobre los países europeos, lo cual probablemente implica la progresiva fragmentación de la Unión Europea y el continuo estancamiento económico para las poblaciones de sus países miembros.
En Estados Unidos la economía ha crecido más que la economía europea, principalmente en base a un nivel de consumo basado en el endeudamiento, y en un modesto gasto público sobre infraestructura acompañado por un enorme gasto público en armamentos. La inversión productiva está en un mínimo El desempleo está en un nivel bajo, pero con un nivel de participación laboral de solamente 62%. Alrededor de 12% o 40 millones de la población de 340 millones personas viven en la pobreza.
Estados Unidos es el país con mayor desigualdad entre los países desarrollados. La riqueza mediana de las familias estadounidenses es igual a lo que fue al fin del siglo anterior, mientras la riqueza de los más ricos ha aumentado a más de 70 veces la de las familias de bajos ingresos. El 20% más pobre de la población recibe apenas 3% de los ingresos nacionales anuales.
Aunque la economía estadounidense ha tenido mayor crecimiento que las economías de los países de la Unión Europea, la desigualdad va en aumento y la economía no satisface las necesidades de gran parte de la población. Más de 25 millones de personas no tienen acceso a atención médica mientras decenas de millones más no tienen un seguro médico adecuado.
En Europa la situación de desigualdad es menos que en Estados Unidos, pero siempre va en aumento. El 10% más rico de la población gana el doble del 50% de la población en general. En los países de la Unión Europea, 72 millones de personas, 16% de la población de aproximadamente 450 millones, viven en la pobreza. La economía europea está prácticamente en recesión, se espera una cifra un poco por encima de cero crecimiento para el año en curso.
Después de la montaña rusa económica de los años 2020 a 2022, la productividad laboral se ha estabilizado a niveles bajos con un promedio de menos de 1% en los últimos 15 años. Esta realidad de bajo crecimiento y mediocres niveles de productividad en gran parte se explica por las fallas estructurales en el sistema europea que impiden el desarrollo de las políticas fiscales y de inversión necesarias para modernizar y renovar su economía.
Aunque el promedio de la inversión total en la Unión Europea en los últimos 10 años fue alrededor de 21% del PIB, no ha sido suficiente para promover mayor crecimiento económico. Algo similar ocurre en los Estados Unidos. Allí la productividad laboral ha tenido un promedio de alrededor 1.2% durante la última década y el porcentaje de inversión al PIB tuvo un promedio de alrededor de 23%.
Estas cifras, un poco mejor para los Estados Unidos que las de la Unión Europea, no han sido suficientes para recuperar de manera significativa la tasa de ganancia de la empresa privada. En Estados Unidos esa tasa sigue su tendencia hacia la baja desde más de 14% en los años 1960s hasta menos de 12% ahora. A nivel de los países del G20, la tasa de ganancia se ha ido bajando desde más de 10% en los años 1960s hasta menos de 7% ahora. Es un profundo problema estructural para las economías capitalistas occidentales las cuales, desde la gran recesión que inició en 2008, han facilitado enormes transferencias de la riqueza nacional a las élites corporativas de sus países, principalmente para rescatar el sector financiero.
Esta política generalizada de rescate para las élites y austeridad para las mayorías ha provocado un período de casi 15 años en que los niveles de productividad laboral y de inversión productiva no han logrado mejorar el bajo crecimiento económico. Este ha sido el contexto económico de las agresivas políticas occidentales a nivel internacional.
En vez de invertir en sus países para aumentar sus niveles de productividad y crecimiento, Estados Unidos y sus aliados repetidamente provocan una crisis internacional tras otra para intentar mantener su privilegiado estatus hegemónico en el mundo. Por ejemplo, en 2011, cuando destruyeron a Libia, atacaron a Siria, y derrocaron al gobierno electo socialista en Costa Marfil.
Luego, desde 2013 en adelante, aumentaron las medidas coercitivas contra Venezuela, Irán y la Federación Rusa y, en los últimos años contra China. Desde 2014, Estados Unidos y sus aliados europeos invirtieron miles de millones de dólares en apoyo a la genocida guerra de Ucrania contra su propia población de etnia rusa.
Desde enero 2022, Estados Unidos ha invertido más de US$100 mil millones en ayuda económica y militar para el gobierno de Ucrania dominado por simpatizantes de la Alemania Nazi. De su parte, la Unión Europea y los gobiernos de sus países miembros han entregado más de US$90 mil millones al régimen nazi de Ucrania. El presupuesto militar estadounidense para el próximo año fiscal será casi US$900 mil millones.
Mientras las secuelas del golpe en Ucrania promovido en 2014 por los países de la OTAN lleguen a su desenlace con la victoriosa campaña militar rusa a costo de las vidas del pueblo de Ucrania y la estabilidad de los pueblos occidentales, las perspectivas para las economías de la Federación Rusa y de la República Popular China son muy alentadoras.
El intercambio comercial bilateral llegará a más de US$200 mil millones este año. La economía rusa crece a una tasa de 3.6% anual y la economía china en una tasa de alrededor de 5%. Este es a pesar del robo de más de US$300 mil millones de activos rusos por las autoridades occidentales y una serie de fuertes medidas coercitivas comerciales y financieros contra las empresas y bancos rusos.
En el caso de China, Estados Unidos y sus aliados han aplicado medidas coercitivas unilaterales para intentar dañar el desarrollo tecnológico de China en la computación y la comunicación. El abuso de parte de Estados Unidos y sus países satélites de la agresión económica y la agresión militar por medio de terceros países es un proceso en desarrollo que se puede observar en muchos partes del mundo.
Como ha notado la vocera de la cancillería de la Federación Rusa, Maria Zajárova, “En los últimos años, Estados Unidos y la Unión Europea no han dejado de destruir el sistema de seguridad internacional. La indivisibilidad de la seguridad como principio clave que determina el comportamiento de los Estados en la esfera político-militar ha sido rechazada por EEUU y sus aliados.”
Se puede ver esta realidad desde Taiwán y Corea, hasta Siria y Palestina y ahora hasta Guyana. Estados Unidos explota su dominio de Japón y Corea del Sur, ambos ocupados militarmente por Estados Unidos, para hostigar a China. También está volviendo a enredar a su antigua colonia, Filipinas, en el mismo esquema.
En Palestina, apoya al régimen sionista en Tel Aviv para eliminar al pueblo palestino, atacar a Siria y al Líbano y amenazar a Irán. En el Caribe, para el momento la diplomacia venezolana ha frustrado la conspiración del gobierno yanqui y sus vasallos europeos de provocar un enfrentamiento armado con la complicidad de un gobierno local comprado por la petrolera transnacional Exxon-Mobil.
Como comentó el presidente Vladimir Putin en su último programa de cara al pueblo, “Hay un gran número de fuerzas en el mundo, países poderosos que quieren vivir… según las reglas prescritas en documentos fundamentales, incluida la Carta de las Naciones Unidas, y aquellas que se guían por sus propios intereses y los intereses de sus socios.
No imponen nada a nadie, no crean bloques militares, sino que crean las condiciones para un desarrollo efectivo conjunto.” Un ejemplo muy importante de este esfuerzo constructivo de parte de Rusia y China ha sido el acercamiento entre la República Islámica de Irán y Arabia Saudí.
En estos días, durante una reunión en Beijing de las tres partes, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, presentó una propuesta para consolidar las buenas relaciones entre Irán y Arabia Saudí. Wang Yi dijo, “La mejora de las relaciones entre Arabia Saudí e Irán redunda en interés de ambas partes, responde a las expectativas de la comunidad internacional y contribuye a reforzar la influencia de los dos Estados en la región y en la escena internacional.” También notó la necesidad de descartar injerencias externas en la región, en una clara referencia a Estados Unidos.
Como comentó en el pasado mes de mayo un vocero del gobierno de la República Popular China ante otra provocación estadounidense “Permítanme aclarar que se acabaron los días en que un puñado de países occidentales podían entrometerse de manera arbitraria en los asuntos internos de otros países y manipular los asuntos mundiales.
Instamos a los miembros del G7 a ponerse al día con la tendencia de los tiempos… y volver al camino correcto del diálogo y la cooperación”. La derrota de la OTAN en Ucrania, de Estados Unidos y sus aliados terroristas en Siria y la firme posición de China en defensa de su dignidad nacional y sus intereses esenciales demuestran que ya existe un nuevo equilibrio en el mundo.
La clase gobernante Estados Unidos y sus aliados y países satélites saben que se encuentran en desventaja ante una nueva orden mundial de países que defienden la paz, pero que no temen la guerra en defensa de su soberanía. Como comentó el presidente Putin la semana pasada en relación a la Federación Rusa, para un país digno “sin soberanía, la existencia es imposible”.