Raúl Antonio Capote | Granma
* Estados Unidos busca ahora cerrar las vías para la emigración legal e ilegal, creando, dentro de los países «enemigos», una «olla a presión» para provocar protestas masivas, la ingobernabilidad que justifique la «ayuda humanitaria», es decir, la que proporcionan sus marines y su maquinaria bélica.
Hasta hace apenas unos meses y durante años, el Gobierno de EEUU estimuló las salidas ilegales desde Cuba, Venezuela y Nicaragua, rumbo a Estados Unidos.
La manipulación de la emigración con fines políticos forma parte integral de la guerra multiforme de carácter no convencional, y ha sido usada sin mesura como arma contra los adversarios de Washington.
Sin embargo, desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, las promesas antinmigrantes que realizó durante su campaña electoral han sido sobrecumplidas con creces.
Ahora, desde las calles de varias ciudades estadounidenses, los migrantes venezolanos son «cazados» y enviados a una celda del Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), también conocida como la «megacárcel» de El Salvador.
Se comenta incluso de una orden ejecutiva del presidente estadounidense, en revisión, dirigida a incluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela en la lista roja que prohíbe entregar cualquier tipo de visa a los ciudadanos de esos países para entrar a EEUU.
¿Qué ha cambiado en los últimos meses? ¿Renunció el actual gobierno de Washington a la guerra sucia contra quienes ha declarado sus enemigos en el continente?
Puede parecer para algunos que es así. ¿Acaso no congeló los fondos de la USAID, de la NED y de otras organizaciones pantallas de la CIA y patrocinadoras de la «oposición» en otros países?
El monto recibido por los operadores del caos a nivel global suma cifras multimillonarias. Solo durante los años 2023 y 2024, la organización federal desembolsó unos 1 700 millones de dólares para América Latina y el Caribe.
Contra Cuba, en el año fiscal 2024, se aprobaron 50 millones de dólares para financiar programas de «cambio de régimen» en la Isla. La NED asistió a 54 organizaciones anticubanas, trabajó en la cooptación de académicos y periodistas para impulsar supuestas «reformas democratizadoras» y subir contenidos tendenciosos a las redes sociales.
La ausencia de ese dinero pone en peligro la enorme estructura subversiva parasitaria y corrupta que, durante años, dañó sin misericordia a los pueblos de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Sin esos fondos no existirían Juan Guaidó, ni María Corina Machado, ni Leopoldo López y compañía, ni la contrarrevolución cubana, ni los miles de sitios digitales apátridas, ni Radio y tv Martí. Ahora se acabó la plata para ellos.
¿Cambio de política?
La guerra multiforme de carácter no convencional articula la política de máxima presión, sobre todo en la economía. Sus operadores organizan ataques para destruir la credibilidad y la reputación de los gobiernos «enemigos». Esperan provocar, como uno de los resultados principales, la migración ilegal masiva hacia EEUU.
Todo está muy bien relacionado, porque las campañas mediáticas estimulan las salidas ilegales en medio de la desesperación creada por la penuria y los efectos de la guerra cognitiva; mientras que la inmigración sirve para mostrar en los medios cómo la gente huye de las «feroces dictaduras».
Sin embargo, el «espléndido» plan fracasó. Cuba, Venezuela y Nicaragua siguen en pie, y el maná dejó de fluir de las arcas del Tío Sam. No hay plata, menos para malgastar en proyectos que no conducen a ningún resultado.
Pero no nos engañemos. Lo que estamos presenciando es un replanteo de la estrategia. Para ellos resulta mucho más rentable y efectivo utilizar a las grandes empresas, a las transnacionales de la comunicación y la información, a los dueños de internet y de las redes sociales, para las Operaciones Militares de Apoyo a la Información (MISO).
MISO es la definición actual que utilizan el Pentágono y los servicios especiales para influir en las audiencias extranjeras. Engloba varios términos, como «campañas de prensa», manipulación de la información, operaciones sicológicas, guerra no convencional, etc.
Ya no necesitan intermediarios, experiencia tienen de sobra. Durante años utilizaron con efectividad a la gran industria del entretenimiento, incluido Hollywood, para la guerra cultural.
Ahora operarán directamente, a través de las grandes plataformas tecnológicas, los activistas promotores de la «democracia» y otros quienes, a sabiendas o sin tener conocimiento de lo que sucede, laborarán para Apple, Microsoft, Alphabet y Meta, en fin, para los intereses del poder estadounidense.
Esos grandes conglomerados favorecerán a sus «escogidos» con visibilidad, les proporcionarán suscriptores y granjas de bots, mientras manipulan convenientemente sus algoritmos.
Se trata de un gran negocio en el que las empresas ganan dinero y los netcenters, influencers y sicarios digitales monetizan contenidos preelaborados en los laboratorios de la subversión.
El objetivo es maximizar el control del flujo de dinero dedicado a la guerra híbrida, mientras aplican una presión económica y financiera sin precedentes contra los enemigos de Washington.
Buscan cerrar las vías para la emigración legal e ilegal, creando, dentro de los países «enemigos», una «olla a presión» para provocar protestas masivas, la ingobernabilidad que justifique la «ayuda humanitaria».
Recordemos que el objetivo central de esta variante de la guerra no convencional es atemorizar, desestabilizar, provocar el shock. En resumen, generar caos y abrir el camino, con un mínimo de pérdidas, a los marines.