Martha Denis Valle │ Prensa Latina
Nunca imaginó Estados Unidos que un joven martiano, Fidel Castro, sembraría en Cuba los ideales del Apóstol de la independencia de la isla e inculcaría a los seguidores jamás bajar las banderas de soberanía ante las pretensiones imperialistas.
Con el triunfo de la Revolución cubana el Primero de Enero de 1959, encabezada por Fidel Castro Ruz, cesó en este país la era neocolonial impuesta por la Casa Blanca con su intervención militar en 1898 y la imposición en 1902 de una república mediatizada por la infame Enmienda Platt y costosos acuerdos y tratados.
Contra la vida de este revolucionario cabal -nacido el 13 de agosto de 1926-, fueron planeados 634 atentados criminales desde 1958 hasta el 2000, desarticulados por la inteligencia cubana.
Fidel Castro vivió intensamente sus 90 años; fue amado por su pueblo y numerosos del mundo, llorado al fallecer el 25 de noviembre de 2016, y tuvo la dicha de presenciar cómo las sucesivas administraciones estadounidenses fracasaban unas tras otras en sus intentos de aplastar a Cuba.
El líder de la Revolución Fidel Castro, bien temprano escogió la esencia de los versos del Maestro: “Con los pobres de la tierra / Quiero yo mi suerte echar / El arroyo de la sierra / Me complace más que el mar”.
Una vida gloriosa
Natural de Birán, Holguín, fue un cubano de primera generación, hijo de un emigrante gallego (después propietario y colono cañero) y madre campesina del país, quienes ascendieron mediante el trabajo.
Fidel vivió orgulloso de haber nacido sin la atadura de una cultura de clase heredada de antepasados terratenientes; de jugar en la infancia con niños pobres, cuyos padres eran haitianos, cultivadores y cortadores de caña de azúcar, y vivían en barracones de hojas de palma y pisos de tierra.
Según afirmó en más de una ocasión, en la Universidad de La Habana (1945-1950) se hizo revolucionario; allí se vinculó activamente a las luchas políticas dentro del estudiantado y a la denuncia y combate contra los gobiernos de turno.
En lo histórico, político e ideológico, abrazaba las ideas de José Martí (1853-1895), admiraba a los independentistas cubanos y participaba de las posiciones más radicales del movimiento popular encabezado por el dirigente ortodoxo Eduardo Chibás (1907-1951). Se acercó también al conocimiento del marxismo-leninismo.
Tuvo mucha relación con los estudiantes y amistades en la etapa preuniversitaria; expresó en sus conversaciones con el fraile dominico brasileño Frei Betto, en 1985: “y sin que yo me lo propusiera, fui adquiriendo cierta popularidad entre ellos, como deportista, atleta, explorador, escalador de montañas y como el individuo que, al fin y al cabo, sacaba buenas notas”.
Al iniciar las luchas revolucionarias, reunía en su persona al dirigente estudiantil, juvenil y político, que denunció la corrupción de los gobernantes neocoloniales primero, y enfrentó y denunció después el golpe militar del 10 de marzo de 1952 del dictador Fulgencio Batista.
A partir de entonces asumió la responsabilidad de llevar adelante la Revolución con gente de pueblo desconocida, muchos martianos y en su mayoría, obreros, empleados, campesinos, trabajadores en oficios diversos o desempleados, hasta alcanzar el triunfo.
Estadista de talla internacional
Siempre practicó la justicia social y la solidaridad, y fue un estadista de talla internacional, dotado de un pensamiento extraordinario en diversos campos.
Cada día Fidel iluminó a su pueblo en Revolución, trazó los caminos de la educación y la salud; la Reforma Agraria (1959), el desarrollo de la Campaña de Alfabetización (1961), la Reforma Universitaria (1962), un Sistema Nacional de Salud, accesible y gratuito desde la atención primaria a la terciaria, y la oportunidad de estudios a todos los cubanos.
La creación de los recursos humanos tuvo lugar mediante una política inteligente; de las aulas cubanas y becas en otros países salieron maestros, profesores, escritores y artistas; también ingenieros, biotecnólogos, informáticos y economistas…
La construcción de más facultades médicas, consultorios, policlínicos, hospitales, escuelas, universidades, institutos y centros científicos especializados, junto a viviendas, carreteras, presas e industrias inexistentes anteriormente, dotaron a la nueva Cuba.
Su luz y ejemplo brilla frente al bloqueo genocida y en los resultados de la obra de médicos y científicos en el combate a la pandemia de la Covid-19.
Especialmente, se afirma en las nuevas generaciones que hoy alzan con firmeza los principios de la Cuba martiana, fidelista, solidaria y antiimperialista; también conducen junto al pueblo una sociedad más justa y próspera.