Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
Ayer, víspera del último día del gobierno de Dilma Rousseff, estaba previsto un almuerzo con el ex presidente Lula da Silva, para detallar, una vez más, “la estrategia de resistencia”. Para el día siguiente y los que vendrán.
A última hora, la todavía presidenta almorzó con sus ministros más cercanos, mientras Lula se reunió con dirigentes del PT, de centrales sindicales y movimientos sociales, para definir la “liturgia de la salida” de Dilma.
Porque todos daban por seguro que el pleno del Senado aceptará hoy que se abra el juicio político para destituir a la primera presidenta que Brasil eligió. Mañana mismo Dilma será alejada de su puesto, por hasta 180 días. Al cabo de ese período, se dará la sentencia final.
La sensación nítida y concreta entre los allegados más cercanos a Lula es que empieza el largo adiós.
Para tanto, serán necesarios, hoy, 41 votos o la mitad más uno de los senadores presentes. Hasta la noche de ayer había dudas sobre el número que será alcanzado, y también su consecuencia. Al final del juicio, que podrá extenderse por seis meses, serán necesarios 54 votos favorables a su deposición irreversible.
Por tal razón el número de votos favorables a la apertura del juicio indicarán las posibilidades de que, al final del camino, Dilma Rousseff logre recuperar su mandato. Ella promete resistir, defenderse hasta el final, y así intentar que no se alcance la meta fatídica de los dos tercios de senadores.
La previsión ayer era que hoy 50 de los votos sean favorables al juicio. Si la marca es superada, aunque sea por un solitario senador, quedará patente que la situación de la presidenta es inexorable.
Quien estuvo con Lula da Silva desde la abrumadora votación en el pleno de la Cámara de Diputados, el domingo 17 de abril, cuando se decidió por autorizar el Senado a enjuiciar a la presidenta, se impresionó con su estado de espíritu. Veterano combatiente de mil combates, Lula está triste, decaído, dolido y preocupado. Sabe que Dilma está prácticamente liquidada.
Su gran preocupación se debe a otra razón muy concreta y evidente: el objetivo del golpe no se limita a la presidenta. El verdadero blanco es él, Lula da Silva, que sigue con inmenso potencial electoral, pese a todo el desgaste, y hoy por hoy sería favorito en una disputa presidencial.
Ayer por la tarde el presidente del Senado y del Congreso, Renan Calheiros, del mismo PMDB que pasó de aliado desleal a traidor consumado, detalló el ritual de la votación que empezará a las nueve de la mañana de hoy y deberá extenderse por la madrugada del jueves.
A cada orador Calheiros concederá 15 minutos. Luego el autor del informe, senador Antonio Anastasía, dispondrá del mismo tiempo, así como el Abogado General de la Unión, José Eduardo Cardozo, que defiende la presidenta. Ayer, a las siete de la noche había 66 oradores inscritos.
Es decir, todas las formalidades legales, toda pompa y circunstancia para encubrir una farsa. El relator del proceso, Antonio Anastasía, acusó a Dilma de crimen de responsabilidad por haber bajado seis decretos alterando gastos del gobierno, algo rutinario en todas las esferas administrativas. El mismo Anastasía olvidó que, cuando gobernó Minas Gerais, bajó nada menos que 55 decretos semejantes.
Sobran nutridos ejemplos de hipocresía y cinismo. Senadores que fueron ministros tanto de Lula como de Dilma ahora los acusan de crímenes de los más diversos calibres.
La Constitución es muy clara con relación a los crímenes de responsabilidad que pueden motivar la destitución de un presidente electo por el voto popular. Dilma Rousseff no cometió ninguno de ellos.
Pero a estas alturas, nada importa. Los derrotados en las urnas supieron imponer su resentimiento por encima de la votación popular. Se aliaron a lo que de peor existe en una legislatura que es la peor en medio siglo, con tal de lograr o que les fue negado por las urnas.
El Michel Temer que asume el puesto de Dilma jamás obtuvo una única votación significativa en sus elecciones para diputado nacional. Nunca logró superar los 190 mil votos. Alcanza la presidencia dependiendo del voto de solamente 54 brasileños, senadores de la República. Ironía de la vida: Dilma obtuvo los votos de 54 millones 500 mil votos populares.
Las horas finales del largo adiós de Dilma fueron tensas para Temer. Sabe que asumirá la presidencia ostentando en la frente el sello de golpista traidor. Sabe que enfrentará la durísima resistencia de los que consideran su gobierno ilegítimo. Hasta la última hora dudaba sobre cuál será el diseño de su gobierno, y trataba de saber cómo lograr el apoyo en el Congreso, a través del balcón de negocios de puestos, cargos y presupuestos, distribuidos a los mismos que se aliaron a Dilma y luego, como él, la traicionaron.
Dijo ayer que reducirá los 32 ministerios a 22. Anunció el nombre de 13 de ellos. Cinco fueron ministros de Lula o Dilma o de ambos. Así las cosas.
Mañana termina el período del actual gobierno. Mañana empieza la resistencia. Mañana empiezan días de tormenta para un país atormentado.