El papa Francisco recibió hoy en audiencia al embajador de Ucrania ante la Santa Sede, Andrii Yurash, con quien habría acordado la fecha de una esperada visita a ese país. Esta podría darse en septiembre, antes de su viaje a Kazajistán, previsto entre el 13 y el 15 de septiembre, dejó trascender el diplomático, aunque no hubo ninguna confirmación de parte del Vaticano.
En un tuit en inglés, Yurash escribió que durante su encuentro Francisco le dijo que se sentía “muy cerca de Ucrania” y que quería “expresar su cercanía con una visita”. “Por muchos años y especialmente desde el inicio de la guerra, Ucrania ha estado esperando al Papa y estará feliz de recibirlo antes de su viaje a Kazajistán”, agregó, en un posteo en el que incluyó fotos del encuentro, que tuvo lugar esta mañana en el Palacio Apostólico.
Desde el inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, Francisco fue invitado a viajar a Kiev tanto por el presidente, Volodimir Zelensky, como por el alcalde de la capital, Vitaly Klitschko. Las autoridades ucranianas también le pidieron al Papa mediar en el conflicto, algo que nunca se dio ya que la otra parte en pugna -Rusia- jamás se mostró dispuesta.
En recientes entrevistas, incluso en la conferencia de prensa que concedió hace una semana al regresar de su viaje “penitencial” a Canadá, Francisco, de 85 años, expresó su deseo de viajar a Ucrania, a cuya población “martirizada” recuerda todos los domingos en la oración mariana del Angelus.
Pero como tiene problemas de movilidad desde principios de años por un problema en un ligamento de su rodilla derecha, siempre dejó en claro que esta visita dependería de “la pierna”.
La recomendación médica
En este sentido, ayer por la mañana el papa Francisco –que desde mayo utiliza una silla de ruedas, un bastón e incluso un andador para moverse-, tuvo una visita médica en el centro de salud del Vaticano, acompañado por el enfermero Massimiliano Strappetti, su asistente sanitario personal.
Según pudo saber LA NACION, aunque el Papa evoluciona bien –de hecho el miércoles pasado llegó caminando a la audiencia general-, su médico le recomendó resposo absoluto después del esfuerzo enorme que hizo en su viaje de seis días a Canadá de fines de julio. De hecho, le prescribió vivamente no realizar en agosto un viaje a Ucrania, que sería bastante complicado logísticamente ya que, como hicieron otros jefes de Estado y políticos, implicaría un avión primero y luego seis horas de tren desde Lviv para llegar a Kiev.
Por esto se cree que la visita a Ucrania, un viaje seguramente “sui generis” porque se trata de una zona de guerra, podría darse en las primeras semanas de septiembre, como sugirió el embajador ucraniano, antes de la visita que el Papa hará a Kazajistán, otra exrepública soviética a la que irá del 13 al 15 de septiembre para asistir a un congreso de líderes religiosos.
Se especulaba que el diplomático ucraniano podría haberle pedido al Papa de ir el 24 de agosto, cuando se celebra la Fiesta Nacional de Ucrania y se conmemora el día de la Independencia del país de la Unión Soviética en 1991. Más allá de que a Francisco le recomendaron reposo en las próximas semanas después de un viaje duro como el de Canadá –donde incluso tuvo que ajustarse a una diferencia de huso horario de 8 horas-, esa fecha, demasiado simbólica, tampoco habría funcionado ya que el Vaticano siempre prefirió mantener una posición equidistante en el caso pudiera surgir una mediación.
La reunión con el patriarca Kirill, en duda
También corrió la versión de que en Nur-Sultan, la capital de Kazajistán, el Papa podría llegar a reunirse por segunda vez con el jefe de la Iglesia ortodoxa rusa, el Patriarca de Moscú, Kirill, aliado férreo de Vladimir Putin, algo que no caería nada bien en Ucrania.
Pero fuentes vaticanas dijeron a LA NACION que se trataría de un simple saludo. En el encuentro que Francisco tuvo ayer con el número dos de Kirill, el metropolita Antonij de Volokolamsk, ambos estuvieron de acuerdo en que el congreso de Kazajistán de mediados de septiembre, donde ni siquiera es seguro que vaya a ir Kirill, no era “ni el momento ni en lugar para tener una reunión de alto nivel”, que sería la segunda después de la reunión de La Habana de 2016, la primera desde el gran cisma de 1054.