Fabián Escalante Font*
El 19 de julio de 1979, después de años de lucha, la Revolución Popular Sandinista derrocó a la añeja dictadura de Anastasio Somoza que gobernó Nicaragua por 44 años y fue uno de los más fieles aliados de Estados Unidos en la región, al punto de servir de puerto de embarque a los mercenarios que pretendieron invadir Cuba en abril de 1961 y fueron derrotados en las arenas de Playa Girón.
Desde sus primeros pasos, los sandinistas fueron hostigados por Estados Unidos y la oligarquía nativa. La USAID y la NED, bajo la dirección de la CIA, actuando desde la embajada estadounidense, unirían a los opositores antisandinistas y, reorganizando a los ex guardias somocistas, establecieron bandas armadas para hostigar, robar y asesinar a los campesinos.
La historia de lo que sucedió es conocida. Una guerra civil fratricida fue desatada por Estados Unidos contra ese pequeño país que tuvo un costo de más de 50.000 víctimas mortales y la destrucción de la infraestructura económica. A pesar de contar con un ejército de 20.000 hombres, armados hasta los dientes y con recursos de toda índole, sumado al asesoramiento de Estados Unidos, Israel y las dictaduras de Argentina y Honduras, los contras fueron vencidos militarmente y a finales de 1989, en una ofensiva política y diplomática, los sandinistas lograron pacificar la región y condenar en el Tribunal Internacional de la Haya a Estados Unidos por la agresión realizada.
Aun así, las angustias de la guerra y el temor a su reinicio, bajo una feroz campaña mediática, provocaron la derrota de los sandinistas en las elecciones de 1990. Dieciséis años (1990-2006) de gobiernos neoliberales, que robaron del erario público hasta los clavos, terminaron por revertir las conquistas de la Revolución Sandinista.
Nuevamente vencerán
En las elecciones de 2007, los sandinistas, encabezados por el comandante Daniel Ortega, recuperaron la presidencia e iniciaron el proceso de reconstrucción social, económica y humana truncado antes por las fuerzas aliadas con Estados Unidos. Desde el primer momento, Washington comenzó a conspirar por medio de sus aliados nativos y sus conocidos instrumentos (CIA, USAID, NED) para obstaculizar la realización del programa del gobierno y derrocarlo por medios violentos.
En catorce años de retorno del sandinismo, han reducido la pobreza extrema del 49% al 2%, se han construido 19 hospitales y hay matriculados dos millones y medio de estudiantes en todos los niveles en una población de un poco más de cinco millones. La Fundación Chamorro, clandestinamente ayudada por las agencias estadounidenses, tejió una red de organizaciones políticas opositoras, apoyadas por los aliados naturales de la empresa privada y la iglesia católica, que recibieron ilegalmente millones de dólares del gobierno norteamericano para orquestar una ofensiva política y mediática, esta vez auxiliada por la guerra sicológica en las redes sociales, encaminada a aprovechar la primera oportunidad para subvertir al gobierno, circunstancia que se presentó en abril del 2018 al lograr por medio de la manipulación y el engaño de un sector de la población provocar manifestaciones públicas, dirigidas por elementos que habían sido entrenados en el exterior y que utilizaban a mafias y delincuentes locales en las protestas. Un complot desestabilizador que finalmente fue derrotado. Sin embargo, Estados Unidos y sus lacayos nacionales no aprenden de la derrota y en este año electoral, previendo un nuevo descalabro en las urnas, decidieron lanzar otra ofensiva contrarrevolucionaria para desestabilizar al gobierno, ya castigado por las sanciones económicas y políticas imperiales, y comenzaron a organizar una asonada mediante la cual las elecciones serian protestadas, acusando a los sandinistas de falta de transparencia y fraude electoral y, por si no fuera suficiente, solicitando pública y mediáticamente la intervención militar estadounidense.
Nuevamente se equivocaron. Las autoridades legítimamente constituidas se adelantaron y la Fiscalía General, en posesión de pruebas irrefutables del complot, ordenó la detención de los principales involucrados que ahora alegan -para confundir a los incautos- ser candidatos presidenciales arrestados para evitar su participación en las elecciones de noviembre. Algo falso, pues aún no se han abierto las inscripciones de candidatos presidenciales, previstas por ley para el mes de agosto.
La algarabía mediática no se ha hecho esperar y vuelan sanciones contra la Nicaragua sandinista por parte del gobierno de Estados Unidos y sus satélites de la Unión Europea. Descalifican al gobierno nicaragüense por llevar a los tribunales a los sediciosos con todas las garantías constitucionales que sus leyes establecen.
Nicaragua es hoy ejemplo de lo que Estados Unidos puede hacer contra todos aquellos pueblos que no inclinan la cerviz ante sus procónsules y defienden la dignidad y la soberanía nacional. Estamos seguros de que nuevamente vencerán bajo la certera dirección del Comandante Daniel Ortega y el Frente Sandinista.
* General retirado del Ministerio del Interior de Cuba. Fue el jefe del Departamento de Seguridad del Estado y viceministro del MININT. Graduado en Derecho por la Universidad de La Habana. Autor del libro Operación Calipso sobre la guerra sucia de Estados Unidos contra Nicaragua.
Fuente: lapupilainsomne.wordpress.com