Jorge Capelán
A muchos les podrá parecer una falta de modestia, pero es una realidad. La Revolución Popular Sandinista tiene aportes invaluables para los pueblos del mundo. Triunfó en el momento más difícil para la izquierda latinoamericana, al final de la década de los 1970s, y en los 1980s se convirtió en faro y foco de la lucha de los pueblos oprimidos por el imperialismo a nivel mundial.
Las novedades que aportó en aquel entonces, como el reconocimiento del papel de los cristianos y las banderas de economía mixta, pluralismo político, justicia social y antiimperialismo, o el tema de la autonomía de los pueblos indígenas, hoy se han convertido en ingredientes indispensables de las revoluciones de Nuestramérica en el siglo XXI.
No es posible imaginarse a la Revolución Bolivariana, a la Revolución Anticolonialista de Bolivia, a la por el momento traicionada Revolución Ciudadana en Ecuador, ni a ningún otro proceso de los que están teniendo lugar en el Abya Yala, sino como —en gran medida— un largo diálogo con las preguntas que en su momento planteó la Nicaragua Sandinista. Esto también es válido para Cuba, hoy inmersa un proceso de recambio generacional y enfrentando, como todos nosotros, el difícil reacomodamiento a un naciente orden mundial multipolar.
Es cierto que la Revolución Popular Sandinista no se puede copiar. En 1979, de un plumazo, por medio de la lucha armada que costó miles de muertos, destruyó a un Estado somocista hecho a la medida de las necesidades de los Estados Unidos en la región centroamericana.
Lo que siguió es más o menos conocido: Otra sangrienta guerra contrarrevolucionaria con profundas reformas de la propiedad, insurrección cultural alfabetizadora, proceso constituyente con el pueblo como protagonista y la amarga derrota política de las elecciones de 1990. Contrarrevolución neoliberal, resistencia de 16 años, y un muy exitoso regreso al poder a retomar las tareas interrumpidas a la luz de una larga experiencia.
Es una historia muy dura, que ha costado mucha sangre y sufrimiento. Décadas y generaciones de lo que parafraseando al comandante Tomás Borge se podría calificar de “paciente impaciencia”, esa capacidad de esperar el momento justo sin olvidar, y sin despreciar la menor oportunidad, que solo pueblos como los nuestros, que llevan 500 años o más de opresión, que han sabido sobrevivir tantas veces y de tantas maneras, que han pasado por tantas amarguras sin perder la esperanza y la fe, son capaces de demostrar.
Si bien las experiencias históricas son irrepetibles, para los pueblos de la «periferia» capitalista que no tienen grandes fuentes naturales de extracción de renta, es decir, que no tienen petróleo y otros recursos altamente “monetizables”, y que tampoco pueden esperar con fuentes inagotables de subvención económica, la experiencia Sandinista contiene muchos aportes de enorme valor.
Esos aportes consisten, en las actuales condiciones de sometimiento a las que han sido forzados todos los pueblos del mundo, en potenciar los recursos disponibles de modo que estos pueblos logren transformar su correlación de fuerzas y obtener resultados tangibles en la superación de la pobreza.
La tarea no puede, obviamente, realizarse sin solidaridad internacional y sin alianzas, pero el espacio de maniobra existente es mucho más amplio del que se cree si se tiene una visión amplia de la realidad y un conocimiento profundo de la propia historia.
También la Revolución Popular Sandinista tiene enseñanzas para los otros países, ya que el neoliberalismo, que ha convertido el trabajo en un privilegio, ha hecho que el mal llamado «sector informal» de la economía se expanda por todos lados como fuego sobre pasto seco. La experiencia de la Nicaragua sandinista muestra que es posible que los sectores populares se conviertan en verdaderos sujetos económicos además de sociales y políticos. Estos sectores no deben ser vistos ni como aliados del imperialismo ni como resabios «pequeñoburgueses».
La Revolución Popular Sandinista hoy pone sobre el tapete cuestiones como la necesidad de las reformas agraria y urbana (cuestiones en gran medida olvidadas o puestas en barbecho por la izquierda), el problema de la propiedad, el problema de la soberanía alimentaria y también la cuestión del respeto a las raíces culturales de nuestros pueblos.
Estas experiencias han encarnado en el pueblo Sandinista que representa un amplísimo sector social del país. Se trata de un sector tan amplio y tan organizado que es capaz de asumir el papel de conductor del resto de la sociedad. Sin duda, el Sandinismo organizado es el más grande y exitoso movimiento sociopolítico de Nicaragua. Armado de ese acervo, el pueblo Sandinista logró el año pasado derrotar el intento de «golpe suave» que perseguía destruir al Sandinismo y con él a la nación nicaragüense.
El pasado domingo 2 de junio falleció, a sus 74 años, el comandante Raúl Venerio Granera, histórico guerrillero, uno de los jefes de la insurrección en la capital y primer jefe de la Fuerza Aérea Sandinista.
Una multitud de Sandinistas acudió a darle el último adiós en Managua. El comandante Venerio era, además de un reconocido militante, el coordinador nacional del movimiento del Sandinismo histórico, que en los días del “golpe suave” jugó un papel muy importante transmitiendo sus experiencias de lucha a unas nuevas generaciones de Sandinistas que tras el período de 11 años de alianza necesaria con sectores de la burguesía habían quedado huérfanas de las tradiciones conspirativas de los períodos históricos anteriores de la militancia.
Lo que muchas veces se ignora fuera de Nicaragua es que el Frente Sandinista es un partido revolucionario de masas que abarca varias generaciones y que se ha mantenido en pie de lucha revolucionaria a lo largo de muchas décadas y que por lo tanto conserva un acervo extraordinario de experiencias. En realidad, el pueblo Sandinista, organizado en el FSLN, es la mejor expresión de todo el pueblo nicaragüense.
Nosotros somos caminantes, vamos adelante, somos inclaudcables en la decisión de vencer y de asegurar la mejor vida posible al pueblo de Nicaragua, ese es el compromiso histórico del Sandinismo, de los Sandinistas para eso hemos vivido y para eso tantas personas, mujeres, hombres y hasta niños han dado la vida en esta patria libre que honramos todos los días alzando las banderas”, dijo la vicepresidenta Rosario Murillo este lunes durante el homenaje póstumo al comandante Venerio.
Frente a ciertos ex-Sandinistas que dejaron la lucha hasta derivar hacia lo peor de la ultraderecha, “frente a ese poquitito, ese puchito de gente de estos tiempos, traidores, igual se alza la gigantesca voluntad, presencia y decisión de un pueblo dispuesto a forjar más y mejores victorias. Se nos va Raúl (Venerio) en los días que iniciamos a conmemorar a nuestros héroes, a esos que creyeron matar y no pudieron matar, por ellos comprometidos todos en estas rutas de victoria por sus familias, las madres, los hermanos, hijos, nietos, por ellos, y por todos ellos, el compromiso es vencer, indispensable e imprescindible es vencer”, dijo.
“Somos un pueblo valiente, somos el pueblo de Sandino, de (Rubén) Darío, no nos vendemos, ni nos rendimos jamás, no sabemos de dobleces, no nos sabemos doblegar, sabemos de caminar, avanzar, trascender, enfrentar los desafíos, las circunstancias y retos.
Sabemos de vida, la vida que es muchas cosas, que no la negamos, al contrario, la asumimos con todo su potencial y riquezas, la vida que nos mandata, en el nombre sagrado del pueblo de Nicaragua, a vencer e ir siempre adelante por más y muchas más nuevas victorias de la fe, la esperanza, nuevas victorias de la mano de Dios”, enfatizó.
Por su parte, el presidente y comandante Daniel Ortega aseguró que “le decimos a Raúl: Aquí está tu pueblo, aquí está tu familia, aquí está tu Nicaragua. Y seguiremos todos levantando la bandera rojinegra que levantó el general Sandino para seguir defendiendo la bandera azul y blanco que estaba llena de lodo.
A lo largo de nuestra historia la bandera azul y blanco arrastrada y entregada a los bárbaros fieros, como les llamó Rubén, por fin, sí, liberada el 19 de Julio de 1979 con la decisión del pueblo, con la fortaleza del pueblo, con el acompañamiento de Dios, de Cristo. Ahí estaba entrando triunfante el pueblo el 19 de Julio y ahí estaba Raúl Venerio”.