Omar Rafael García Lazo | Granma
Recientemente el periodista de CNN en español, Fernando del Rincón, entrevistó al presidente de Perú, Pedro Castillo e intentó llevar al mandatario a determinadas posiciones sobre política nacional y, en especial, sobre Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Fernando del Rincón no es imparcial en su trabajo. Y no es que haya que exigirle que lo sea, pero si la empresa para la que trabaja se muestra así, el público espera cierta objetividad. En febrero de 2019, cuando Washington intentó violar la soberanía de Venezuela con una supuesta ayuda humanitaria a través de la frontera con Colombia, Del Rincón fue uno de los comunicadores destacados en el terreno para reportar el show.
Aquella fue una cobertura antológica. Del Rincón se empeñó más en ayudar a los intervencionistas y mostrarse como héroe, que en reportarle al mundo lo que verdaderamente sucedía. Desde mucho antes, él y su empresa revelaron su afinidad ideológica, y los ataques contra Venezuela, Cuba y Nicaragua no han cesado.
¿Olfato periodístico o contubernio golpista?
La llegada a la presidencia de Perú de un líder gremial con un discurso acorde con determinadas demandas populares, y distante de los poderes fácticos nacionales, resultó una sorpresa inadmisible para importantes grupos políticos nacionales y regionales.
El nuevo gobierno muy pronto se deslindó del circuito antivenezolano promovido por Estados Unidos y la OEA. Un grupo de Lima, sin Lima, resultó una derrota más de los planes contra Caracas, esta vez muy simbólica.
Conocidas son las tensiones que vive el joven gobierno de Pedro Castillo. En seis meses de mandato no son pocos los cambios que ha tenido que hacer en el gabinete en busca de estabilidad ejecutiva. Ante esta situación, la CNN, con su «olfato» característico, decidió que le tocaba el turno a Perú, y hasta allá voló una de sus estrellas.
Quien vea la entrevista apreciará la persistencia del periodista para enredar al Presidente. La mezcla intencionada de preguntas, afirmaciones e interrupciones, la reiteración y la descontextualización de ideas perseguían lograr afirmaciones que resultaran pasto de burdas manipulaciones para incidir en la política interna y en las relaciones exteriores del país.
El tema de la salida al mar de Bolivia y las relaciones con Cuba, Venezuela y Nicaragua son solo dos ejemplos de lo que fue a buscar la CNN a Lima. La posterior explosión mediática y política lo confirma. La desestabilización está en curso.
EEUU ve con preocupación el debilitamiento de su hegemonía global y regional. La resistencia de Cuba, Venezuela y Nicaragua durante estos años ha sido determinante para que la contraofensiva imperial en el continente, iniciada en los albores de la segunda década de este siglo, no triunfara del todo. Eso es lo importante, más allá de reconocimientos.
Además, el impulso integrador dado por México en la Celac, la llegada de un líder popular al Gobierno de Perú, la recuperación paulatina de Venezuela y la derrota de los planes contrarrevolucionarios, la reelección de Daniel Ortega, la demostración científica de Cuba con sus vacunas anti-COVID y su cohesión política frente al golpe suave de julio pasado, la revitalización del alba, la derrota del fascismo en Chile, la victoria de Xiomara Castro, la posición de Argentina y las perspectivas de cambios en Colombia y Brasil tienen muy nervioso a Washington.
Nuestra región tiene muchos factores comunes que suponen la integración como un proceso natural. Sin embargo, históricamente, la reacción y el imperialismo han puesto el énfasis en aquellos elementos que han marcado la división y las distancias. La unidad en la diversidad es la meta en este momento.
Y no se pueden soslayar los episodios de represión, terrorismo de Estado, así como las consecuencias culturales, económicas y sociales de décadas de neoliberalismo a la hora de analizar las dinámicas políticas en nuestras «dolorosas repúblicas americanas», como las definió Martí.
En 1993, en el IV encuentro del Foro de Sao Paulo celebrado en La Habana, el comandante en Jefe Fidel Castro expresó: «creo que hoy en la América Latina la batalla prioritaria es –a mi juicio– derrotar al neoliberalismo, porque si no derrotamos al neoliberalismo desaparecemos como naciones, desaparecemos como Estados independientes, y vamos a ser más colonias de lo que nunca lo fueron los países del Tercer Mundo». Hoy, junto a la integración, es esa la prioridad. Es una cuestión de supervivencia.