Pablo Jofre Leal | HispanTV
Biden, aún mandatario de EE UU, toma decisiones irresponsables al final de su mandato, gestionando una nación con poder nuclear y políticas hegemónicas.
Este señor Biden, que aun funge como mandatario de la nación más poderosa del mundo, que administra los destinos de una nación dotada profusamente de armamento nuclear, al mando de las políticas hegemónicas en materias, principalmente, económicas y las mencionadas militares vinculadas a armas de destrucción masiva, está generando decisiones que ante la cercanía de su salida de la Casa Blanca, las defino como irresponsables.
El régimen estadounidense participa de numerosos procesos de desestabilización, agresión e invasiones en amplias zonas del planeta, apoyado en ello por el patio trasero europeo en el marco de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), países asiáticos como Japón, Corea del Sur y Taiwán, de Oceanía como Australia, además de su socio incondicional como es el régimen nacionalsionista judeoisraelí.
El actual mandatario estadounidense, lo mismo que olvida su guion discursivo en plena campaña presidencial, la cual tuvo que abandonar a favor de la vicepresidenta Kamala Harris, que finalmente fue derrotada en las presidenciales del pasado 5 de noviembre por el republicano Donald Trump, es un político absolutamente prisionero de los grupos de presión energético, sionista y militar industrial, fundamentalmente.
Biden, presidente número 46 de Estados Unidos, es quien hoy pone a Europa ad-portas de una confrontación mayor, al autorizar a su testaferro ucraniano, Volodímir Zelenski, que utilice en las profundidades del territorio ruso los misiles balísticos ATAMCS.
Dotadas de enorme poder de fuego, estas armas tienen la capacidad de alcanzar blancos a más de 300 kilómetros y eso implica traspasar la frontera occidental de Rusia. Según medios occidentales como The Times, el régimen ucraniano posee, en este momento, medio centenar de misiles ATACMS. Este número obliga a Kiev elegir en forma coordinada con sus socios los blancos específicos.
Decisión que significa también avanzar en el visto bueno para sus aliados otanistas como Francia, el Reino Unido y Alemania que, seguramente obsequiosos y borregos, le dirán a Zelenski y su régimen: “ya que nuestro padrino Biden ha autorizado lanzar misiles contra Rusia, en su territorio, también nosotros consentiremos que los Storm Shadow- Scalp y los Taurus alcancen blancos en territorio ruso” en distancias superiores a los 500 kilómetros.
¿A qué se debe la decisión de Biden de permitir a Kiev atacar a Rusia con misiles estadounidenses de largo alcance? Sostengo, sobre todo, que esta autorización representa la prueba evidente de la derrota estratégica de la OTAN respecto a su punta de lanza ucraniano.
Pero, también la irresponsabilidad, el enajenamiento y la impotencia de una administración agonizante, con un presidente deteriorado no sólo en el mencionado aspecto neurológico, sino que, fundamentalmente, en el aspecto político con acciones gravísimas para las sociedades europeas, atizando la guerra a través de la OTAN y el régimen kievita, en una política de máxima presión contra la Federación Rusa.
La autorización de efectuar ataques al interior de Rusia es una decisión peligrosa, propia de una administración que durante años ha atizado el fuego de la guerra y la destrucción, las presiones y conflictos en amplios frente internacionales: contra la República Popular China (RPCH), en Latinoamérica, en África apoyando a viejos imperios coloniales en su conducta neocolonial como ha sido el caso de Francia.
También en Asia Occidental, especialmente contra Palestina, El Líbano, Siria, Irak y contra la República Islámica de Irán, con Washington apoyando contra viento y marea el genocidio que el nacionalsionismo israelí lleva a cabo contra el pueblo palestino y el libanés.
Coacciones que sólo demuestran que el desbalance del poder internacional, que se ha vivido por décadas, se inclina lenta y sostenidamente a favor de aquellas potencias como la RPCH, la Federación Rusa y en general los miembros de los BRICS, y aquellos que se han ido incorporando. En general, lo que se ha comenzado a imponer como concepto geopolítico como es el sur global.
Con la autorización dada por Biden y los suyos a que el régimen neonazi ucraniano impulse los ataques en territorio ruso, se ha dejado como solemos decir en esta parte del mundo, una papa caliente a la nueva administración de gobierno de Donald Trump, del cual se supone daría pasos encaminados a calmar las aguas en Europa oriental y entrar en una fase de negociación para poner término a un conflicto que enfrenta a Rusia contra la triada conformada por Washington, la OTAN y el testaferro ucraniano. Trump suele afirmar, que con él, las guerras llegarán a su fin.
Me suelen preguntar en conferencias, charlas y medios en los cuales suelo emitir mi opinión, si acaso la decisión de Biden y su camarilla ha sido tomada en el contexto de posibles negociaciones, para acabar el conflicto, que serían llevadas a cabo por el presidente electo Donald Trump.
Lo veo probable, creo que va por esa dirección, la idea de Biden digo, de darle un nuevo aire al régimen kievita antes que asuma Trump quien, recordemos —otra cosa es que se cumpla— ha prometido en forma reiterada que desea acabar con la guerra, que es el único capaz, desde el lado occidental que puede hacerlo —eso dice, eso afirma, eso nos quiere hacer creer.
Otra cosa muy distinta es que lo concrete efectivamente, que al menos en el plano de Europa oriental se esforzará para conseguir que sean los europeos que lleven adelante la carga económica fundamental de la guerra, y Trump, concentrarse en apoyar a sus socios nacionalsionistas y contender económicamente contra la RPCH y sus proyectos globales.
Trump es un convencido de que demasiados frente pueden hipotecar las posibilidades de eventual éxito de su nueva administración y pretende minimizar algunos, enfocarse puntualmente y en forma central en otros. Lo que surge, todo ello sin confirmar por ninguna de las partes involucradas, es que el nuevo gobierno de Trump propiciaría un acuerdo con la Federación Rusa, dejando de lado las pretensiones ucranianas.
Esto incluiría el reconocimiento de los procesos de incorporación de los territorios, cuya población decidió, voluntaria y masivamente incorporarse a Rusia. Recordemos que en octubre del año 2022, el presidente ruso Vladimir Putin, firmó una ley constitucional que convirtió a la República Popular de Donetsk, la República Popular de Lugansk, la región de Jersón y la región de Zapoiyia, en partes de la Federación Rusa, después de que ambas cámaras del parlamento ratificaran los tratados.
El beneplácito dado por Biden a Zelesnki, en las postrimerías de su fracasado gobierno, puede dar un respiro momentáneo al animal herido que representa el ilegal gobierno de Zelenski. Y hablo de ilícito pues dejó de ser presidente constitucional en mayo de este 2024 y sólo se mantiene en el poder gracias a la ley marcial dictada por su gobierno.
Como un poseso, Zelenski puede decidir conducir a su pueblo a un suicidio colectivo frente a la lógica respuesta rusa a los ataques que se hagan contra su territorio, y que ya ha tenido avisos en estos días. Siempre las conductas y acciones de una fiera herida, agonizante como es Zelenski suelen ser peligrosas, son parte de sus estertores de muerte.
¿Cómo podría reaccionar Moscú a los ataques con misiles balísticos proporcionados por occidente contra su territorio? A mi entender, de la forma que lo ha estado haciendo e incluso con mayor énfasis: ataques masivos potentes contra las instalaciones de la infraestructura militar y energética de toda Ucrania. Golpear aeródromos militares, instalaciones de producción de gas y energía utilizadas para el funcionamiento de las empresas del complejo militar-industrial de Ucrania. Centrales térmicas.
Todo será blanco en Ucrania en el conjunto del territorio, no sólo en la región del Donbás: Cuarteles y concentraciones militares, incluyendo aquellos que reúnen a mercenarios y centros donde las armas occidentales se están almacenando e incluso ataques directos a tropas de la OTAN estacionadas en Ucrania.
Arremetidas combinadas con uso de drones, misiles balísticos, de crucero, ataques aéreos en las profundidades de todas las ciudades ucranianas. Moscú advirtió en reiteradas ocasiones que la Alianza Atlántica está “jugando con fuego” al suministrar armas a Ucrania, y que los convoyes extranjeros con armas serían “objetivo legítimo” para su ejército nada más cruzar la frontera.
El presidente ruso, Vladímir Putin, ya ha dado a conocer que si los mencionados misiles alcanzan el interior del territorio ruso internacionalmente reconocido, eso significaría que los países de la OTAN “están en guerra. No se trata de permitir o no al régimen ucraniano que ataque a Rusia con esas armas. Se trata de decidir si los países de la OTAN deben o no implicarse directamente en el conflicto militar”.
La situación se agrava día a día en Europa, cuyas sociedades, conducidas como entidades sumisas, no aquilatan el peligro en el cual se encuentran bajo el liderazgo de sometimiento a Washington por políticos irresponsables, borrachos de poder que siguen presionando a Rusia tal como lo comenzaron a hacer desde el año 1991, tras la caída de la ex URSS, incumpliendo las promesas efectuadas de no ampliar la OTAN.
Además, no generar incorporaciones de países fronterizos con Rusia a esa organización militar, no desestabilizar a la Federación Rusa, no seguir exterminando a la población ruso parlante del Donbás. Políticos como Biden, Macron, Scholzt, Borrel y Keir Starmer son aquellos que bajo la idea de mantener una hegemonía a la baja han establecido una política de máxima presión, de cerco contra Rusia, que resulta inaceptable.
Esa política de cerco contra Rusia ya ha traspasado las líneas rojas establecidas por Moscú que, a través de su presidente, Vladímir Putin, decidió actualizar la doctrina nuclear del país después de que el presidente estadounidense Joe Biden, aprobara el uso de misiles estadounidenses para ataques ucranianos dentro de Rusia. Putin ha firmado un decreto por el que se aprueban los fundamentos de la política estatal rusa en el ámbito de la disuasión nuclear.
El documento establece que “la agresión de cualquier Estado de una coalición, bloque o alianza militar contra la Federación Rusa o sus aliados, se considerará una agresión”. El decreto determina que “la disuasión de la agresión está garantizada por la totalidad del poder militar de la Federación Rusa, incluidas las armas nucleares”.
“La Federación Rusa considera las armas nucleares como un medio de disuasión, cuyo uso es una medida extrema y obligatoria, y está haciendo todos los esfuerzos necesarios para reducir la amenaza nuclear y prevenir el agravamiento de las relaciones interestatales que puedan provocar conflictos militares, incluidos los nucleares”, reza el decreto presidencial.
Cuentan que cuando el general romano Cayo Julio César, héroe de la guerra en las Galias, se rebeló contra el Senado de Roma, llegó al río Rubicón, frontera entre el territorio de Italia y la llamada Galia Cisalpina, límite prohibido para que los ejércitos cruzaran armados. Julio César, haciendo caso omiso de “línea roja” cruzó con su caballo, y desde la otra orilla les dijo a sus tropas: “Alea iacta est” (“La suerte está echada”). En Europa, dos mil años después, nuevamente esa suerte está echada.