Carlos Santamaría
Las reiteradas amenazas del Gobierno estadounidense a China, Rusia, Irán y otras naciones soberanas de no establecer relaciones con Latinoamérica, indican una visión siquiátricamente enfermiza porque se basa en la creencia que este continente es su propiedad privada e indiscutible y nadie puede pisarlo sin su permiso.
Es enfermiza ya que considera que el dominio a sangre y fuego que han tenido sobre el cono sur, Centroamérica y México, se convierte en una medida legal y legítima, es decir, intervenir en otras naciones es un derecho entregado por un Dios que, hasta este momento, nadie sabe dónde está ni cuando ha manifestado semejante barbaridad.
Además de ser una forma de ver el mundo desconcertante desde la inteligencia humana es un síntoma de una desequilibrada óptica, puesto que significa la atribución de un poder que no lo posee ya, aunque fue utilizado para la muerte de la democracia y la real libertad, fuera de la realidad ya que aún no se dan cuenta que ningún país con dignidad le permitirá seguir avasallando su territorio y su pueblo.
Uno de los ejemplos más consistentes de la estrategia de Washington actualmente es la oscura guerra y el genocidio en Yemen, donde se experimenta armas biológicas, se negocia armamento, se elimina la niñez y se somete a un pueblo al hambre, todo con el objeto de establecer un terreno fértil para el terrorismo.
La posición inalterable de China ha resonado en el mundo al manifestar que América Latina no es propiedad de EE.UU., desmintiendo lo sentenciado por John Bolton (asesor de Seguridad Nacional de EE.UU.), quien dijo que no toleraran la presencia de Rusia ni de China en Venezuela.
En respuesta, dos aviones militares rusos aterrizaron en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, llevando a un centenar de militares bajo la dirección del prestigioso general Vasily Tonkoshkurov, jefe del Comando Principal de las Fuerzas Terrestres de Rusia, demostrando claramente que, si es de enfrentarse a una intervención estadounidense, éstos tendrán que sufrir las consecuencias igual que en Vietnam, Siria y en todos los lugares donde han sido derrotados.
Por su parte, la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajarova, en su cuenta de Facebook ha escrito: “Quisiera recordarle a John Bolton que, si un país grande del hemisferio occidental deja de acosar mediante sanciones al pueblo de Venezuela, y un segundo país del hemisferio oriental y toda una serie de estructuras bancarias desbloquean los miles de millones de dólares venezolanos de sus cuentas, los propios venezolanos podrán comprarse medicamentos y alimentos sin la ayuda del bondadoso Washington”.
Cuba, después de derrotar a Estados Unidos, ha demostrado que Latinoamérica no es el patio trasero de Donald Trump ni de ningún dictador norteamericano o europeo.
Por el contrario, los pueblos dignos se oponen a los regímenes militares como el reconocido genocidio en Chile y Argentina con el apoyo del Norte sangriento y la Escuela de Las Américas, conocido centro de torturas, asesinato y desaparición de líderes consecuentes y soberanistas.
La conclusión final es que China ha defendido la cooperación amistosa con otros países y sustentado el principio de relación autónoma de los pueblos donde cualquier nación debe resolver sus problemas por obra de sus propios ciudadanos. Rusia y China subrayan que mantendrán su cooperación con el Gobierno de Venezuela independientemente de lo que suceda tras la intentona golpista.
Desafortunadamente para la oposición violenta y las agencias de las élites transnacionales, Guaidó ha resultado un fiasco pues no ha tenido ni la presencia internacional que se creía ni el efecto interno desestabilizando a la sociedad bolivariana.
Sólo ha sido un muñeco y ventrílocuo de los sectores amantes de la guerra y la venta de armamento, los que siempre se benefician de los conflictos armados. Ni siquiera la bocaza de Trump asegurando que todas las opciones están sobre la mesa para sacar a Rusia de Venezuela ha servido: primero deben salir de todos los países donde han destruido a sus pueblos.
Se hace urgente que las bases militares de Estados Unidos en Latinoamérica (más de 75), sean despedidas. De no ocurrir, significa una ocupación militar clara que desconoce la Constitución de esas naciones. Si sus presidentes no actúan con vergüenza patria sólo demuestran su inclinación ante otros personajes que los conminan a obedecer, demostrando su sumisión ideológica y espiritual.
Como un corolario sarcástico y veraz, se dice que si Venezuela sólo produjera hortalizas no tendría ningún conflicto político. Lo contrario, al tener riquezas minerales destacadas (petróleo, oro, diamantes, coltan), utilizables en la carrera nuclear incluso, se ha convertido en un punto de interés y destrucción con el fin de apoderarse de dichas riquezas. Sin embargo, todo parece indicar que la soberanía se mantendrá incólume, pese a los inmensos odios que se engendra en los medios occidentales.
Aunque es cierto que existen en América Latina gobiernos obedientes e inclinados, afortunadamente para la Humanidad el mundo ha dejado de ser una colonia de EE.UU. y, por tanto, el aire que se respira es mucho más puro. Cuando la clase dirigente estadounidense y transnacional comprenda que las relaciones de cooperación y solidaridad son las mejores herramientas de desarrollo, hasta el universo descansará en paz.