Escritor y guerrillero Luis Sepúlveda murió por coronavirus

Fernando García, Madrid | La Vanguardia

* “Cuando llegó el momento de combatir en Bolivia, muchos de nosotros fuimos a combatir allí. Y lo mismo cuando llegó el momento de echar una mano a los sandinistas para que hicieran su revolución en Nicaragua. Es lo que dictaba la conciencia política y la coherencia de uno”, afirmó Sepúlveda en una charla.

La lucha armada se ve ahora con otros ojos. Conviene hacer un esfuerzo de rigor histórico y honradez intelectual para situarse en el escenario de las profundas injusticias y crueldades de las dictaduras latinoamericanas en los años 60 y 70. De este modo, sin juzgar ni justificar, puede entenderse mejor lo que Luis Sepúlveda nos contaba hace algo menos de tres años. “Yo siempre escribía, pero cuando fue necesario coger el arma la cogí”, explicó entonces a La Vanguardia el gran narrador chileno, fallecido este jueves por coronavirus.

La charla tuvo lugar en Madrid, el viernes 16 de junio del 2017. Fue en la cafetería del hotel Exe de la calle Arcipreste de Hita, en el barrio de La Moncloa. El motivo era la presentación de la trepidante novela El fin de la historia (Tusquets). En ella, el también periodista y cineasta sudamericano retomaba la figura de su alter ego literario, el excombatiente y antiguo colaborador de Salvador Allende que era Juan Belmonte.

La novela, ágil y de gran economía literaria, ilustraba con toda veracidad uno de esos efectos mariposa de la historia. Explicaba cómo el hecho de que en 1917 Leon Trotsky hubiera perdonado la vida al jefe cosaco y criminal de guerra Piotr Krasnow resultó determinante para que su nieto Miguel Krassnoff llegara a Chile y se convirtiera en uno de los más brutales torturadores de Augusto Pinochet.

Cerca de la mesa elegida para la entrevista con Sepúlveda en aquel viernes de hace tres años estaba su esposa, la poeta Carmen Yáñez, a quien Sepúlveda había dedicado la novela. Los dos militaron juntos contra el dictador chileno y a consecuencia de esta lucha Carmen fue víctima de torturas en los calabozos de Villa Grimaldi. Sobrevivió de milagro. Ahora, la escritora acaba de escapar de un enemigo muy diferente, pues también ella ingresó hace unas semanas en el hospital por coronavirus pero consiguió superarlo.

Durante nuestro encuentro en Madrid, Sepúlveda no dejaba de mirar con evidente complicidad a su compañera de toda la vida –se conocieron en 1967– cuando hablaba de los terribles años de plomo en Chile. Él llegó a formar parte de la escolta de Salvador Allende y militó en la facción guevarista del Partido Socialista de Chile, denominada Ejército de Liberación Nacional en homenaje al movimiento que el Che Guevara fundó en Bolivia. También él estuvo allí.

“Cuando llegó el momento de combatir en Bolivia, muchos de nosotros fuimos a combatir allí. Y lo mismo cuando llegó el momento de echar una mano a los sandinistas para que hicieran su revolución en Nicaragua. Es lo que dictaba la conciencia política y la coherencia de uno”, afirmó Sepúlveda en la charla.

El autor nunca dejó de escribir por muy comprometido y ocupado que estuviera en su lucha contra la tiranía, nos aclaró. Y también dejó dicho: “Vivo muy en paz con mi pasado. Tengo la convicción de que hice lo justo en el momento justo. Me la jugué por lo que consideré lo más bello, que eran los ideales”.

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