Donald Trump repitió en Washington lo que ya es el clásico: “todas las opciones están sobre la mesa” al referirse a Venezuela. A su lado estaba Jair Bolsonaro, quien había dicho que era necesario “liberar a Venezuela” pero ratificado lo que ya se sabía, la negativa a enviar soldados en una eventual intervención militar.
Durante el mismo día desde Roma, el enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliot Abrams, también afirmó que “todas las opciones están sobre la mesa”. Agregó luego: “Decimos que EE.UU. ha elegido el camino para ejercer presión diplomática y económica sobre el régimen para el futuro pacífico de Venezuela”. Sus declaraciones se dieron luego de la reunión con el viceministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguéi Riabkov, donde, como se preveía, no hubo acuerdo entre ambas partes.
Las presiones diplomáticas y económicas se dieron durante este lunes y martes. En el primer caso tuvo lugar la acción ilegal de ocupaciones de tres sedes diplomática de Venezuela en EEUU, en Washington y Nueva York. En simultáneo el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, recibió a la enviada por Juan Guaidó, a quién reconoció como embajadora y recibió sus credenciales.
En la cuestión económica, el Departamento del Tesoro norteamericano sancionó ayer a la empresa estatal Compañía General de Minería de Venezuela (Minerven) encargada del oro, un bien que fue nacionalizado en el año 2011. Las sanciones aplicadas prohíben a cualquier persona o compañía estadounidense realizar negocios con Minerven. Así se cumplió la amenaza de Abrams del 12 de marzo, al afirmar que EE.UU. preparaba “nuevas y significativas sanciones contra Venezuela”.
El nuevo ataque se enmarca dentro de la cronología de los ataques contra Venezuela, que, como señala la investigadora Pascualina Curcio, han generado U$S114.302 millones de pérdidas. De ese total, 21.450 millones han sido producidos por las medidas coercitivas unilaterales, como, entre otras cosas, los bloqueos financieros, embargos comerciales, y el robo de activos de Citgo anunciado por John Bolton en el mes de enero.
Los 92 mil 852 restantes corresponden a lo que se ha dejado de producir como consecuencia del ataque a la moneda y su impacto sobre la inflación y la producción nacional.
Trump afirmó al lado de Bolsonaro que habrá “sanciones más duras”, y reiteró su llamado “a los miembros del ejército venezolano de terminar su apoyo a Maduro, que en realidad no es más que una marioneta de Cuba”.
“Todas las opciones” ha resultado hasta el momento la profundización del ataque sobre la economía, la conformación de un gobierno paralelo construido desde Washington, la demonización mediática coordinada entre grandes medios, el intento de ingresar a territorio venezolano el 23 de febrero, ataques paramilitares a cuarteles de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb), el saboteo eléctrico que dio lugar al apagón que duró más de 72 horas en algunas partes del país.
¿Qué otras opciones? Esa es la pregunta a la que buscan respuesta quienes conducen el proceso golpista, es decir los hombres designados por Donald Trump.
Hasta el momento no se han dado tres elementos que podrían haber cambiado el curso de los acontecimientos a favor de su objetivo: un quiebre de la FANB, un levantamiento popular inducido por las dificultades económicas y actos como el saboteo, y el apoyo masivo, policlasista, a Guaidó. El “cese de la usurpación” no parece posible sin esas variables.
Significa que para avanzar en el objetivo del derrocamiento necesitan implementar otro tipo de acciones, de opciones, junto a las que ya están en proceso permanente de ejecución y continuarán, en particular la económica y el intento de quebrar la Fanb. Es en ese punto donde ingresa la hipótesis bélica. El factor armado que podría tomar varios formatos.
Se puede pensar en una combinación de grupos armados que realicen acciones de saboteo sobre la industria petrolera con el fin de dinamitar la producción, el intento de desestabilizar un territorio particular –como el estado Táchira o Zulia–. Las posibilidades son varias, los actores también: bandas criminales paramilitarizadas, estructuras paramilitares importadas de Colombia, fuerzas mercenarias privadas previamente formadas en guerras de Medio Oriente.
Estas opciones serían “inorgánicas”, es decir dirigidas desde EE.UU. sin ser reconocidas como tales. La opción de una intervención abierta asumida como tal, resulta menos probable por el momento, tanto por falta de consenso dentro de EE.UU., como en la región. Tampoco es probable la conformación de una coalición continental, un peso que recaería mayoritariamente sobre Colombia, tomando en cuenta las declaraciones de Bolsonaro, que expresan la negativa de las Fuerzas Armadas de Brasil, que ya habían trascendido.
Una hipótesis es que este final de mes sea utilizado para agotar las opciones que ofrece Guaidó, quien prometió recorrer el país y regresar con una movilización nacional a Caracas. Si no logra un mayor apoyo ni conmoción interna, entonces podría comenzar la fase anteriormente analizada.
Eso sería en caso de que los operadores norteamericanos mantengan la decisión de acelerar el ataque para buscar la caída o el acorralamiento de Maduro. La otra opción, a la cual parecen proclives, por ejemplo, en el partido demócrata, es no ir más allá de los ataques económicos y el aislamiento diplomático/comunicacional. En ese caso el escenario se prolongaría en estas variables actuales.