El conflicto bélico que se desarrolla en tierras ucranianas avanza cada día en un proceso ascendente que puede llevar al apocalipsis nuclear, es decir, al fin de la humanidad.
El conflicto bélico que se desarrolla en tierras ucranianas avanza cada día en un proceso ascendente que puede llevar al apocalipsis nuclear, es decir, al fin de la humanidad.
¿Quién está ganando esta guerra entre la OTAN y Rusia? Puede parecer una pregunta de esas de concurso imposibles de responder, dado el alud de desinformación y de propaganda bélica que desborda los medios de comunicación y los partes de los ministerios de defensa.
Todo parece indicar que las Fuerzas Armadas de Ucrania lanzaron recientemente un ataque contra la represa de Kajovka, donde funcionaba una importante central hidroeléctrica, acto tipificado como un grave crimen de guerra, según establece la Convención de Ginebra en su artículo 56, protocolo 1 de 1977.
Ucrania, la OTAN y sus aliados acusan a Rusia del ataque terrorista. No obstante, la clásica interrogante de cualquier investigación criminal apunta al culpable: ¿quién se beneficia más con este atentado?
El sabotaje no es poca cosa, desde el punto de vista táctico le ofreció una ventaja importante a Ucrania en su recién iniciada ofensiva.
Las fortificaciones rusas de la orilla izquierda del Dniéper, las líneas defensivas de la costa y los campos de minas se encuentran en parte de la zona inundada. Por esta razón, el Ejército ruso se vio obligado a abandonarlos y a hacer retroceder la artillería que mantenía bajo control de fuego al enemigo, en la margen derecha y las islas.
El ejército ucraniano pudo acercar así su artillería de largo alcance a la orilla derecha, para bombardear las posiciones rusas y apoyar a las fuerzas que asaltaron la franja izquierda, a través de la barrera de agua poco profunda.
A pesar del proclamado «éxito» inicial de este movimiento táctico, las pérdidas de las tropas ucranianas en la dirección Sur-Donetsk, ascienden a 13 000 militares, más de 200 tanques –incluidos los famosos Leopard y los AMX-10–, 595 vehículos blindados, entre otros equipos bélicos, según refiere RT.
Mientras, EE. UU. y la OTAN insisten en llevar adelante la contienda bélica hasta el último ucraniano, y gana espacio en las audiencias el discurso que minimiza los resultados de un posible uso de artefactos nucleares «tácticos».
Los planes denunciados por la Cancillería rusa sobre las intenciones de Ucrania de hacer estallar un almacén con combustible nuclear gastado, situado en la ciudad de Járkov, y de colocar bombas «sucias» en pueblos de la frontera son un claro indicio del camino elegido.
A la agresión al embalse se suma una decena de hechos de este corte, entre ellos, el sabotaje que afectó al conducto de amoníaco Toliatti-Odessa.
El espantajo de la guerra atómica anda suelto, y como bien expresó la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova, «en cierto momento estos monstruos empezaron a devorar a sus creadores».