Elson Concepción Pérez | Granma
Apenas regresó a Caracas luego del tour-terrorista por algunos países, culminado en la Casa Blanca con su anhelado jefe Donald Trump, el fabricado líder opositor, Juan Guaidó, ha proferido sus «alaridos» desesperados, al ver que su show tiene cada vez menos posibilidades de «prender» en la población venezolana.
La «fábrica de líderes opositores» propiedad del Departamento de Estado norteamericano, ni tiene «materia prima de calidad» ni su elaboración responde a normas creíbles, por lo que sus productos lo mismo pueden ser ladrones, terroristas, aliados de grupos violentos como el colombiano Los rastrojos, gastadores de plata abundante en viajes de turismo político, y –muy importante– comprobados inspiradores de actos criminales contra sus conciudadanos, además de solicitantes de las más severas sanciones económicas y la intervención militar del imperio contra el país bolivariano, entre otros.
El currículo de Guaidó está saturado de ilegalidades y una de ellas es el «robo de activos al Estado venezolano por unos 116,000 millones de dólares», hecho que en Caracas o en cualquier otra ciudad de este planeta Tierra, llevaría implícito una condena judicial bastante alta.
Esta acción, como ha denunciado el gobierno legítimo de Nicolás Maduro, es el «más gigantesco caso de corrupción en la historia venezolana». Dinero con el cual podrían construirse 11 millones de viviendas para los pobladores más necesitados del país.
Esto último implica, además de la sanción jurídica, la condena moral para quien se alimenta de millones de dólares mientras dice que está dedicado a mejorar la situación económica y social de los venezolanos.
Su desespero lo ha llevado por estos días a «llamar a los militares a levantarse para derrocar al presidente Nicolás Maduro». Otro hecho también sancionable en las leyes de cualquier país democrático.
Pero, insisto, moralmente Guaidó se sabe derrotado en todos los frentes y, diga lo que diga, grite lo que grite, los militares bolivarianos, en número superior a los 2,3 millones, ya se «levantaron» esta semana, cumpliendo las órdenes de su jefe Nicolás Maduro, en una maniobra donde, además, se pusieron a punto conceptos de guerra y armamentos muy modernos y en cantidades suficientes para combatir y derrotar al enemigo, por poderoso que sea.
En otro de sus últimos alaridos, calificó la denuncia hecha por Venezuela a Estados Unidos en la Corte Penal Internacional (CPI) como un acto de «propaganda y cinismo».
Esos dos últimos calificativos seguro que se los dictaron desde Washington, porque tanto Trump como su equipo de halcones saben muy bien lo embarrados que están –y no de almíbar–, tanto en lo relacionado con el dinero robado y entregado a Guaidó, como en los actos de sanciones y terrorismo de Estado contra la nación bolivariana, y –por qué no– en el pago de pasajes y viáticos, incluyendo escoltas, voceros y cualquier otra cosa, para que el citado personaje incumpla las leyes de su país y viaje libremente por el mundo, y luego también regrese libremente a Caracas.
A todo «santo» le llega su hora. Entonces, cómo no le va a llegar a este cínico diablo fabricado con etiqueta foránea de terrorista.