Fantasía sionista: hiperconfianza y realidad

 

HispanTV

* El deseo de reconfiguración regional de Israel es un anhelo inalcanzable que se reproduce en cada matanza y en cada acto de muerte y opresión. Las imágenes de muerte y destrucción son, a pesar de todo, un reflejo del pánico sionista al confrontarse con una región que no solo no responde a sus deseos, sino que está dispuesta a negárselos. Esta incapacidad sionista se transforma en pánico ante la posibilidad de su propio desmantelamiento.

Israel, junto con EEUU, considera que la situación en la región es propicia para una reconfiguración política que elimine todos los obstáculos a su hegemonía, explica el experto portugués en relaciones internacionales Bruno Maçaes, quien describe este momento como «líquido», sugiriendo que Israel ve paralelismos con 1967, cuando logró derrotar a las tropas árabes y anexionarse partes de Palestina, como Jerusalén Este.

En lugar de enfrentarse a una coalición de estados árabes, Israel se halla actualmente ante el Eje de Resistencia, una alianza de estados, movimientos y milicias que comparten el objetivo común de reducir la influencia de Estados Unidos e Israel en la región.

Este deseo de reconfigurar políticamente la región no es nuevo. Desde 1979, con la fundación de la República Islámica de Irán, tanto Israel como Estados Unidos han buscado, mediante diversos métodos, un cambio de régimen en Teherán.

Además de este objetivo, ambos países han intentado mantener a Irán aislado y debilitado a través de sanciones económicas. En este marco de “contención”, también han tratado de oponerse al desarrollo nuclear iraní, considerándolo una amenaza a sus intereses.

La política de contención, aislamiento y cambio de régimen en Irán se intensificó hace un año, justo después de la operación «Inundación de Al Aqsa» de Hamas. Esta campaña se basa en un enfoque de revanchismo colonial que parece no tener fin ni límite.

Durante el verano, Israel, respaldado por el apoyo estadounidense, redirigió su atención hacia el Líbano y Hezbolá. En este contexto, en julio, asesinó a Fouad Shukur, una figura clave dentro del grupo libanés, y llevó a cabo varios ataques de carácter terrorista utilizando buscas, walkie talkies y otros dispositivos electrónicos.

Esta hiperconfianza llevó a Israel a creer que, tras los golpes asestados a Hezbolá, el grupo había sido debilitado hasta el punto de dejar de ser una amenaza para el proyecto colonial sionista. En esta misma visión, el supuesto debilitamiento de Hezbolá se consideraba un paso previo a un enfrentamiento directo con Irán.

El nombre que los militares iraníes dieron a la operación contra el grupo libanés, “Operación Nuevo Orden”, resalta la intención de reconfigurar la región y eliminar todos los obstáculos que impiden dicha reconfiguración.

Dentro de esta estrategia se encuentra también el video del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dirigiéndose supuestamente a los iraníes, en el que aseguraba que el cambio de régimen en la República Islámica estaba a punto de llegar. Todo lo anterior ejemplifica la hiperconfianza israelí al considerar la región como un terreno maduro para sus intenciones político-estratégicas de modificar su estructura.

Por su parte, Estados Unidos, como apuntan varios expertos, incluido Mouin Rabbani, comparte esta visión y considera que este “momento líquido” regional puede resultarles beneficioso. Lo que antes era una posibilidad remota ahora se presenta como una realidad al alcance de la mano.

En esta estrategia, también es importante mencionar la figura de Netanyahu y su deseo de no ser recordado como el responsable del mayor fracaso en términos de inteligencia en la historia de la colonia sionista (el 7 de octubre), sino como el líder que reconfiguró la región en beneficio de Israel. Sin embargo, esto no implica que Netanyahu esté solo en su campaña genocida, ni que la mayoría de la población israelí no apoye la expansión colonial a expensas de las vidas de palestinos y libaneses.

Dicho esto, cabe preguntarse: ¿cómo sería la región reconfigurada de acuerdo a las fantasías coloniales sionistas? En primer lugar, como se ha señalado, el Eje de Resistencia sería desmantelado. Hamas sería eliminado, y Hezbolá, si continuara existiendo, quedaría reducido a un papel testimonial. El grupo yemení Ansarallah perdería toda su influencia, e Irán sería transformado siguiendo el ejemplo de Irak.

Otro resultado de esta reconfiguración sería la completa normalización entre Israel y los países árabes. La cuestión palestina dejaría de ser relevante en una región donde el Eje de Resistencia no tendría la influencia que posee actualmente. Sin la presencia activa de la resistencia palestina, Israel podría anexionarse toda Palestina y forzar una expulsión masiva, en medio de un constante genocidio, de la población palestina superviviente.

Ahora bien, esta visión política es una fantasía que se basa en el rechazo a cualquier forma de «goce político» que amenace la identidad sionista. En otras palabras, detrás de esta fantasía de reconfiguración se encuentra la pulsión inicial de eliminar, literalmente, aquellas formas políticas que se oponen a este disfrute, que en este caso es colonial y, por lo tanto, expansionista.

A pesar de esta pulsión genocida, Israel no ha logrado eliminar a Hamás; el grupo continúa luchando contra la ocupación en Gaza e infligiendo daños considerables a las tropas coloniales. Asimismo, no ha debilitado a Hezbolá, que sigue manteniendo y ampliando sus operaciones militares.

La estrategia israelí tampoco ha sometido a Irán mediante amenazas; la operación «Promesa Verdadera II» es un claro ejemplo de esta incapacidad. Ansarallah, por su parte, también permanece fuerte, y su presencia en el Mar Rojo sigue causando múltiples problemas a Israel y a sus aliados.

Es evidente que, a pesar de la intención israelí de debilitar o derrotar al Eje de Resistencia para lograr la tan deseada reconfiguración regional, no ha conseguido nada tras más de un año de violencia genocida, y es poco probable que lo logre en el futuro. En este sentido, la fantasía sionista se convierte en una neurosis obsesiva que intenta rehacer una situación que se le escapa y que no controla, impulsada por su colonialismo y genocidio.

El deseo de reconfiguración regional de Israel es, por tanto, un anhelo inalcanzable que se reproduce en cada matanza y en cada acto de muerte y opresión. Las imágenes de muerte y destrucción son, a pesar de todo, un reflejo del pánico sionista al confrontarse con una región que no solo no responde a sus deseos, sino que está dispuesta a negárselos. Esta incapacidad sionista se transforma en pánico ante la posibilidad de su propio desmantelamiento.