Ociel Alí López | RT
El portavoz de la Casa Blanca, Matthew Miller, aclaró el lunes que, aunque Washington asume que el candidato Edmundo González ganó las elecciones, no lo reconoce aún como presidente: «Todavía no estamos en ese punto [de reconocerlo como presidente]. Estamos en estrecho contacto con nuestros socios en la región, especialmente Brasil, México y Colombia, para encontrar un camino a seguir».
Días atrás, las declaraciones ofrecidas tanto por el subsecretario, Brian Nichols, como por el propio secretario del departamento de Estado, Antony Blinken, se interpretaron como de explícito reconocimiento a González como «presidente electo».
El mismo Miller había dicho, hace cinco días, que a su gobierno ya «la paciencia se le estaba agotando», al hacer referencia a la publicación de los resultados por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE). No obstante, esta semana prefirió mostrarse mucho más cauto y ceder el protagonismo a los gobiernos de izquierda de la región, que han intervenido para revertir el enfoque imperante sobre Venezuela.
Lo que hizo Miller fue matizar posturas, al afirmar que la administración del presidente Joe Biden no cruza la línea de dar por finalizado el proceso electoral venezolano y no asume a González como presidente electo; una posición que obstaculizaría la fluidez de la propuesta realizada por el círculo de líderes cercanos al presidente Nicolás Maduro, en su intento de buscar una salida a la crisis.
De forma más o menos similar a Washington, el gobierno argentino –en la vocería de Manuel Adorni– prefirió también «moderar» la precipitada declaración de su canciller, Diana Mondino, quien ya había reconocido a González como presidente electo.
«No estamos en condiciones de proclamar a ningún ganador porque estamos esperando tener todos los elementos necesarios para poder hacerlo. No podemos salir a decir lo que se nos ocurra», sostuvo Adorni. Sin embargo, el miércoles Buenos Aires oficializó su reconocimiento a González.
Lo cierto es que la mayoría de gobiernos de América, independientemente de su signo ideológico, apuestan por una salida pivoteada por el eje conformado por Colombia, México y Brasil, que está buscando no repetir los excesos que hubo en el pasado contra Venezuela y, por otro lado, que se respete la soberanía popular.
El pasado lunes, Maduro consideró «muy bueno» el comunicado emitido por el presidente colombiano, Gustavo Petro, junto a sus pares de México, Andrés Manuel López Obrador, y de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Del mismo modo, los felicitó por trabajar conjuntamente por el respeto a Venezuela.
En ese texto, los tres mandatarios latinoamericanos hacen «un llamado a las autoridades electorales de Venezuela para que avancen de forma expedita y den a conocer públicamente los datos desglosados por mesa de votación». Además, llaman a que las controversias sobre los comicios sean «dirimidas por la vía institucional».
En ese contexto, Lula viajó el lunes a Chile para entablar conversaciones con el presidente de ese país, Gabriel Boric, donde el tema de Venezuela fue parte de la agenda. El mandatario brasileño también procuró alinear a su par en el sentido del comunicado, que ha sido aceptado por todas las partes.
El temor a un Guaidó 2.0
Lo que han logrado los presidentes de México, Colombia y Brasil, tomando las riendas diplomáticas en el asunto sobre Venezuela, es impedir que actores internacionales terminen repitiendo la experiencia del falso «interinato» de Juan Guaidó.
Esa experiencia, que se vivió en 2019, implicó el desconocimiento de Maduro como presidente para llevar a cabo una política de máxima presión sobre Venezuela, en la que hasta una invasión llegó a ser «una carta sobre la mesa» durante la administración de Donald Trump.
La experiencia Guaidó, además de ineficaz y fallida, terminó profundizando la crisis interna en el país caribeño, al empujar la migración y agravar la crisis económica, lo que perjudicó no solo a Venezuela sino a toda la región.
Después del estrepitoso fracaso de ese experimento, tanto Washington como Bruselas, así como los países latinoamericanos que en el pasado conformaron el Grupo de Lima, se han visto obligados a recalcular posiciones. En el actual escenario, la mayoría de los actores de la región comprende que hacer un ‘revival’ del gobierno de Guaidó con González es emular una apuesta que los hizo quedar como actores débiles y erráticos.
Por todo esto, después que algunos funcionarios estadounidenses y argentinos dieron por obvio el reconocimiento a González, Miller y Adorni tuvieron que salir para bajar la aceleración. La cautela, por ahora, es la norma.
La salida a la coyuntura política se vislumbra complicada. Lo que está claro, al menos para los mediadores, es la necesidad de sentar a negociar a las partes y encontrar una opción que permita culminar el proceso de auditorías, con el fin de aplacar la crisis y buscar el reconocimiento del ganador del proceso comicial.