El paro cívico nacional convocado en Bolivia contra la eventual reelección del presidente Evo Morales, resultó reducido a bloqueos esporádicos de calles en tres de las 10 ciudades principales y fue calificado por el Gobierno como un fracaso que no afectará al proceso electoral.
“Definitivamente el paro cívico de hoy es un fracaso (…), creo que triunfará la democracia, triunfará el pueblo, que quiere democracia y quiere ir a las elecciones del 20 de octubre”, dijo a reporteros el canciller Diego Pary, una de varias autoridades que evaluaron la protesta opositora.
La debilidad de la protesta en demanda de la renuncia del TSE y la inhabilitación de la candidatura de Morales se advertía desde principios de semana, cuando el comité cívico de Santa Cruz (este) se hizo a un lado.
Por divisiones internas y conflictos regionales, otros cinco comités cívicos departamentales desistieron luego de participar, lo que redujo la protesta a las ciudades de La Paz, Cochabamba (centro) y Tarija (sur).
Medios estatales y privados reportaron que en estas ciudades la paralización fue mínima y afectó solo parte del transporte urbano, por bloqueos de algunas calles, y no tuvo impacto en las actividades productivas, comerciales, de servicios y de transporte aéreo y terrestre de larga distancia.
«Que haya dos o tres personas que sacan un muñeco, mueven un cubo de basura, un poco de tierra, te lleva a pensar que no tienen un apoyo mayoritario (…), está muy lejos de ser una causa de defensa por la democracia, o alguna que la gente considere justa», afirmó el ministro portavoz.
La policía informó que al menos seis activistas fueron detenidos en La Paz y Cochabamba por bloquear calles pero que serían liberados sin que enfrenten cargos.
“Para comer hay que trabajar”, responde pueblo boliviano
Es un hecho que en la opinión pública boliviana prevalece hoy el criterio de que es débil la convocatoria de la oposición al gobierno, tras el fracaso del paro realizado hace 24 horas en cuatro de los nueve departamentos del país.
Los denominados Comités Cívicos de La Paz, Cochabamba, Oruro y Tarija intentaron bloquear infructuosamente las principales rutas de esas ciudades capitales con cuerdas, banderolas de cierre de acceso, llantas, piedras, promontorios de tierra, sillas y otros objetos ante la escasa respuesta de personas.
En un recorrido por la ciudad gubernamental, La Paz, Prensa Latina comprobó esa realidad, resumida en una frase por una ‘caserita’ (vendedora de un pequeño mercado privado de la zona de Calacoto, en el sur), quien a la pregunta de por qué no cerraba, fue categórica en su respuesta.
“Para comer hay que trabajar”, aseguró la pequeña comerciante, quien pidió el anonimato y alegó que no deseaba atraer la represalia de elementos violentos de esta zona sureña en la que se concentra un vecindario de posición acomodada.
En concordancia con la trabajadora del comercio, Canelas consideró, por su parte, injusto y poco democrático que un montón de tierra o un maniquí perjudique a quienes quieren llegar a su fuente de trabajo.
Añadió al respecto que el paro cívico quedó desvirtuado porque carece de apoyo de la ciudadanía, y pidió a los dirigentes opositores reflexionar sobre sus intentos de boicotear el desarrollo de las elecciones generales del 20 de octubre, en las que compite como candidato favorito el presidente, Evo Morales, según todas las encuestas.
El sentido común también causó bajas entre influyentes personalidades opuestas al Proceso de Cambio que encabeza el presidente Morales, como ocurrió en el caso de la alcaldesa municipal de El Alto, Soledad Chapetón.
La máxima autoridad de ese territorio contiguo a La Paz advirtió que la mayoría de la población alteña gana al día y no puede dejar de laborar. “Venga de donde venga el paro -insistió Chapetón ante representantes de los medios periodísticos-, daña la economía de los alteños y del municipio”.
Con este trasfondo, Prensa Latina observó en la zona sur, frente a la estación verde del Sistema de Transporte por Cable (teleférico), que menos de 10 personas obstruían el tráfico de los vehículos.
La mayor concentración se mostraba activa en la intersección de la avenida Ballivían y calle 8, y allí no sumaban más de 20 los activistas que gritaban consignas en contra de la reelección de Morales.
A bordo de un taxi, esta agencia recorrió varios kilómetros de la ruta conocida como la Costanera, y en el barrio conocido como Obrajes, grupos de dos o tres personas y a veces uno, con piedras y cuerdas obstruían el tráfico.
Tras varias vueltas en busca de una salida fue necesario continuar a pie en la barriada de Miraflores, y allí una la empleada de una pastelería reiteró la aseveración de la comerciante de Calacoto: “si no trabajo, mi familia no come”.
En resumen, la falta de sentido común de los sectores opositores parece explicar el contraste existente entre su capacidad de convocatoria y el del Movimiento al Socialismo.
Con Evo Morales a la cabeza, la mayor fuerza política de Bolivia demostró el 18 de mayo su ‘musculatura’ con la movilización de más de un millón de correligionarios en Chimoré, Cochabamba, y más recientemente, el 17 de agosto, con una concentración en La Paz, que inundó a esta urbe con una marea azul de no menos de 500 mil participantes.
Tras un triunfo en un referendo realizado en 2016, la oposición insiste en que la candidatura de Morales es ilegal.
Sin embargo, el Tribunal Constitucional reconoció en 2017 el derecho del mandatario a participar en las elecciones del 20 de octubre en virtud del artículo 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, con el que otros presidentes latinoamericanos pudieron también buscar la reelección.