Ganó Gustavo Petro, ahora qué viene para Colombia y el continente

Juan Eduardo Romero*

1. Comenzar por resaltar la alegría que tenemos millones de ciudadanos en Nuestra América, por el triunfo de Gustavo Petro, pero fuera de esta alegría que traduce la posibilidad del inicio de un Ciclo Progresista en Colombia, debemos pasar a considerar las tensiones internas y externas a las que puede enfrentarse.

2. Gustavo Petro ganó la Presidencia de Colombia, pero no significa que controle el poder en Colombia. Es su primera tensión. El aparato institucional colombiano es de los más tradicionales, a pesar de la modificación de la Constitución de 1991 y que con ella se dio inicio formal al Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano. La estructura de poder, basada en la penetración de la narco-política y lo que representa en términos de participación, democracia e igualdad, será una de las pruebas más duras que deba enfrentar. El Uribismo perdió poder, pero no significa que deje el poder.

3. Petro debe aprovechar la ola de participación y democracia que se desató, no solo en Colombia sino en otras partes de Nuestra América (caso Chile) y que estuvo signado por movilizaciones y protestas que por igual fueron duramente reprimidas, pero no silenciaron el descontento con décadas de abuso, violación de DDHH y sobre todo, en el caso de Colombia, de asesinatos y desapariciones forzadas. Debe conducirse hacía una gran convocatoria que genere el cambio que prometió, pero al mismo tiempo debe ser muy cuidadoso, por las razones que argumentamos en los puntos anteriores. Me recuerda un poco las tensiones generadas ante la promesa de Chávez de una Constituyente y como se manejó eso entre 1998-1999.

4. Su triunfo arroja otra inquietud, que mezcla lo interno con lo externo: Colombia es pieza clave desde los inicios del Plan Colombia en el juego Geopolítico de EEUU. Es un Estado Tapón, un estado ejecutor de una Guerra Proxy (o de sustitución) contra Venezuela. Tiene 9 bases formalmente reconocidas, pero a través de argucias legales tienes otras 9 más, con presencia significativa de tropas norteamericanas. No puede abrir el frente interno y simultáneamente el frente externo procurando un cambio de esa situación. Asimismo, eso significa una relación tensa con los sectores militares colombianos, cuyo conservadurismo es más que conocido, amén de su postura de seguridad y defensa en las enseñanzas de la Escuela de las Américas y su tesis de la violencia selectiva contra los movimientos populares de izquierda.

5. El tema de las relaciones binacionales, tienen el componente económico. El comercio legal entre Venezuela y Colombia llegó incluso a alcanzar antes de 2010 más de 15.000 millones US$. Y cuando las relaciones se enturbiaron, como consecuencia de las posturas de Álvaro Uribe, se vino abajo, afectando el comercio de los Departamentos Norte de Santander y Guajira principiante, pero alimentando el comercio ilegal llegando a cifras tan altas como los 25.000 millones US$, en contrabando de gasolina, mercancía seca y cambio ilegal pesos/bolívares. Petro tiene como prioridad regularizar ese comercio para beneficio de los habitantes fronterizos y es una de sus promesas electorales. Eso significa reconocer al Gobierno Constitucional de Venezuela y normalizar las relaciones diplomáticas. Ahí debe jugar con el Congreso, que ya dirigió el año pasado una comunicación a la Asamblea Nacional sobre el tema.

6. Un Gobierno de Petro puede ser el comienzo del ciclo progresista en Colombia. Eso es: reforma del sistema electoral y la incorporación de mecanismo de democracia directa más amplio, fortalecimiento del Estado de Bienestar que se traduce en una mejor y mayor distribución de las riquezas y reducción de las desigualdades, atención a los problemas ambientales derivados de la acción expoliativa de más transnacionales que explotan carbón y otros recursos en Colombia, una reforma del sistema de salud y de educación, que contribuya a disminuir esas desigualdades tan arraigadas. Por otra parte, ese Ciclo Progresista significaría la incorporación de Colombia en los esfuerzos de relanzar la Unidad Gran Nacional, propuesta por Bolívar y relanzada por Chávez a través de la CELAC y UNASUR. Este es un aspecto clave y que se entronca con la relación Colombia-EEUU.

7. La relación Colombia-EEUU tiene varios componentes. Uno, el de seguridad y defensa por el hecho que Colombia no ha contado con una Geopolítica propia, más bien ha estado sujeta a los intereses y la Estrategia de Seguridad de los EEUU. Dos, eso se traduce en la posibilidad de un cambio en el enfoque militar y ahí entra el debate sobre el abordaje de DDHH del ejército Colombiano. Tres, los libros blancos, que son libros de juego de guerra que manejan los ejércitos, en el caso de Colombia siempre ha tenido como objetivo una expansión a costa del Occidente de Venezuela. Eso es así, desde la conformación de la Capitanía General de Venezuela en 1777 y las implicaciones para el Oriente Colombiano, que concentra las capacidades agrícolas productivas y que les queda más cerca los puertos y vías de comunicación de Venezuela que las de Colombia. Asimismo los estudiosos militares colombianos mantienen su interés en el petróleo que se encuentra en el Golfo de Venezuela. Es este un tema de tensión permanente, que debería ser tratado por las Comisiones Binacionales.

8. Petro debe enfrentar la tensión interna con la terrofagia. La concentración de la propiedad de la tierra en pocas manos es uno de los grandes problemas sociales en Colombia. Es la base de los desplazamientos forzados y la base simultánea de los cultivos de hoja de coca. Los propietarios de la tierra, los terratenientes colombianos han mantenido relaciones cercanas con los grupos paramilitares que cuidan y protegen los cultivos de hoja de coca, base de la cocaína comercializada mundialmente. Es un negocio multimillonario en Colombia y base de una nueva oligarquía, ostentosa y muy peligrosa.

9. La Vicepresidenta de Petro, Francia Márquez, representa las exigencias de la afrocolombianidad y su deseo del fin de la segregación y la exclusión. Le agrega la lucha ambiental y eso agrega otra tensión que debe manejar. Debe equilibrar las promesas de revisión de la legislación ambiental y la reivindicación del pueblo afro-colombiano.

10. Finalmente, como estudioso de la historia y la geopolítica, aunado a mi condición de Diputado de una entidad fronteriza, apuesto a una relación que de seguro no estará exenta de tensiones, pero que abre una posibilidad de regularización de los intercambios diplomáticos y el fortalecimiento de unas relaciones históricas antiquísimas y que hermanan a ambos pueblos, por encima de los intereses excluyentes que han caracterizado a los grupos de poder en ambos lados. Creemos que está oportunidad del pueblo colombiano es también una oportunidad del pueblo Nuestro Americano para retomar el camino de una paz estable entre todas las Naciones, con vínculos históricos importantísimos.

*El autor es historiador/politólogo y Diputado de la Asamblea Nacional

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