Stephen Sefton
Las diferentes variedades de las guerras psicológicas agresivas se llevan a cabo con varios componentes, pero siempre con el despliegue, insistentemente repetido, de una gran mentira.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991, la gran mentira desplegada por las élites occidentales fue que los comunistas soviéticos eran una amenaza bárbara que quería conquistar por la fuerza armada a Europa Occidental. El anverso de esa enorme mentira, era que Estados Unidos y sus aliados europeos tenían las mejores intenciones y trabajaban para el bien de todas y todos en defensa de la humanidad.
Aun durante la Guerra Fría, estas dos mentiras fundamentales empezaban a desmoronarse ante la opinión del mundo mayoritario, por ejemplo, por motivo de la invasión israelí del Líbano en 1982 apoyado por Estados Unidos, o la defensa por los poderes occidentales del régimen de apartheid en Sudáfrica con armas y material bélico.
Para compensar la creciente falta de credibilidad de los países occidentales en ese momento, los ideólogos occidentales, en base a las agresivas intervenciones occidentales de los años 1990s en Somalia y la antigua Yugoslavia, desarrollaron la insidiosa doctrina falsa de la Responsabilidad de Proteger a las poblaciones en riesgo. Esa espuria doctrina duró muy poco tiempo, ya que no pudo sobrevivir a los desastres humanitarios en Afganistán e Iraq y las criminales y destructivas guerras neocoloniales contra Libia y Siria.
Pero las dos mentiras fundamentales siempre se han desplegado. Siempre hay un temible monstruo que Estados Unidos y sus aliados tienen que enfrentar por el bien de la humanidad. Muammar al Gaddhafi en Libia, Bashar al-Assad en Siria, Vladimir Putin en Rusia, Kim Jong Un en la Corea Popular Democrática…, todos han sido caracterizados de manera absurda y falsa como crueles tiranos, cuando de hecho han sido dirigentes que gozan de un amplio respaldo mayoritario respetuoso y hasta cariñoso de sus pueblos.
Ciertamente, este es el caso de nuestro presidente comandante Daniel y la Vice presidenta Compañera Rosario. Ante esta realidad, para poder desplegar de manera exitosa las grandes mentiras que acompañan sus agresiones, Estados Unidos y sus aliados suprimen la verdad, la ofuscan, tergiversan y distorsionan por medio de la creación de pretextos falsos que sirven para justificar sus sádicas intervenciones.
Aquí en Nicaragua, tenemos experiencia directa de los crudos y brutales mecanismos ocupados por Estados Unidos y los países de la Unión Europea para desestabilizar, y si fuera posible derrocar, a los gobiernos populares antiimperialistas. En el caso nuestro, la gran mentira desplegada el 18 de abril del 2018 fue de una inexistente brutal masacre por nuestra Policía Nacional de estudiantes pacíficas que protestaban contra una reforma de la seguridad social.
Los medios internacionales repitieron esta mentira a gran escala y suprimieron la verdad de la violencia de las protestas, el asesinato a manos de los matones golpistas de nuestras hermanas y hermanos policías, de militantes sandinistas y de personas no involucradas del todo de un lado o del otro.
Para sostener la gran mentira tenían que ingeniar montajes, como los acontecimientos del 30 de mayo de ese año en que acusaron a la policía de haber abierto fuego contra manifestantes pacíficos, aunque fueron más de veinte hermanas y hermanos policías que sufrieron heridas de bala en Managua y varios sandinistas asesinados, mientras en La Trinidad, ese mismo día fueron casi 30 personas sandinistas heridas de bala, con varias personas heridas mortalmente.
Sin embargo, estos terribles ataques golpistas fueron presentados a nivel internacional como represión por nuestras autoridades, no solamente por los medios golpistas y sus cómplices en los medios internacionales, sino también por las organizaciones e instituciones de la industria occidental de derechos humanos.
Igual que en los casos de Venezuela o de Haití, ni las organizaciones ni las instituciones de la ONU y la OEA cumplieron con su obligación de investigar los hechos de manera equilibrada o de corroborar sus conclusiones con fuentes verdaderamente independientes.
Desde Mulukukú hasta Morrito, masacres de las y los golpistas no se reportaron de manera honesta y no figuraban en los informes de las y los farsantes equipos de la OEA y la ONU. Tampoco reconocieron la constante violencia de los tranques de la muerte desde Masaya y Jinotepe hasta León y Chinandega y las ciudades del norte del país, Estelí, Matagalpa y Jinotega. Nos dimos cuenta en nuestras propias vidas de la criminal perfidia y cinismo de las instituciones relevantes de la ONU, de la OEA, de los medios de comunicación internacionales
Así que, durante el período desde el ataque a Libia en 2011, hasta el golpe de estado en Ucrania de 2014 y luego los fallidos golpes primero en Venezuela y luego en Nicaragua en 2018, ha sido posible confirmar claramente la absoluta complicidad delincuencial del sistema occidental de derechos humanos como un componente activo y descarado de la guerra psicológica de Estados Unidos y sus aliados contra el mundo mayoritario.
En los últimos dos años, esta complicidad ha sido demostrado de manera categórica en relación a la Operación Militar Especial de la Federación Rusa para proteger la población rusoparlante en Donetsk y Lugansk de la genocida agresión del gobierno de Ucrania. En ese conflicto, las autoridades de Ucrania han montado repetidos incidentes de crueles violaciones del derecho humanitario contra su propia población para luego echar la culpa a las fuerzas armadas rusas.
Los ataques a un hospital materno y a un famoso teatro en la ciudad de Mariupol, los ataques al centro nuclear de Zaporozhje, el ataque con un misil a civiles en la ciudad de Kramatorsk y el siniestro asesinato de docenas de civiles en el pueblo de Bucha, todos estos abusos eran atribuidos falsamente a la Federación Rusa. Ninguna organización o institución occidental de los derechos humanos ha investigado estos crímenes de guerra de manera genuina y equilibrada.
La Corte Penal Internacional abrió un caso contra el presidente Vladimir Putin y Maria Lvova-Belova, Comisionada de los Derechos de la Niñez del gobierno ruso, por haber evacuado niñas y niños de la zona de guerra donde estaban en riesgo por los bombardeos de las fuerzas armadas de ucrania. Esta es la misma Corte Penal Internacional que hasta el momento no ha hecho nada para advertir a las autoridades de Israel por motivo de sus crímenes de lesa humanidad y genocidio en Gaza y la Ribera Oeste ocupada.
Allí en Gaza y en toda Palestina, la ilegal ocupación de parte de las autoridades sionistas de Israel durante décadas ha cometido incontables abusos y violaciones de los derechos humanos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de la población palestina. Mientras lo demás del mundo miraba por otro lado dejando en efectivo abandono al pueblo palestino, el Eje de Resistencia de Irán, Hezbollah y la Resistencia Palestina, en que Hamas trabaja junto con otros movimientos armados palestinos, acumulaba sus fuerzas para el golpe del pasado día 7 de octubre.
Esta ofensiva palestina fue la legítima expresión de la resistencia del pueblo palestino a la ilegal ocupación de su territorio por Israel, una ocupación declarada ilegal por medio de numerosas resoluciones de la Asamblea General de las ONU y también por resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
Sin embargo, inmediatamente, el enorme aparato de guerra psicológica occidental entró en acción. Se difundió solamente la versión de los acontecimientos de parte del gobierno israelí, repetida palabra por palabra por los gobiernos de los poderes occidentales. Se obvió la participación en la ofensiva de toda la resistencia armada palestina y solo habló de un ataque terrorista de Hamas.
De hecho, solo Israel y los países occidentales consideran a Hamas como una organización terrorista. En estos días, una delegación de Hamas fue recibido en la Federación Rusa como lo que es, la legitima autoridad electa de la población de Gaza. Desde ese decisivo día del 7 de octubre, los palestinos han insistido que atacaron blancos militares en la forma de las instalaciones y unidades del la División del Norte del ejército israelí.
Reportes de los mismos medios israelíes confirman esto. El prestigioso medio Haaretz reportó que prácticamente la mitad de las personas fallecidas en la ofensiva palestine eran militares o policías armados. De la otra mitad un número desconocido de personas fueron matados por las mismas fuerzas armadas israelíes como consta los testimonios de sobrevivientes recopilados en medios israelíes y traducidos por medios independientes occidentales como the Grayzone, Al Mayadeen e Intifada Electrónica.
Se consta que más de ciento diez ciudadanos israelíes murieron a manos de las fuerzas israelíes solamente en la comunidad de Be’eri, un asentamiento colonial sionista a pocos kilómetros de Gaza. La sobreviviente israelí Yasmin Porat comentó que “sin duda” las fuerzas israelíes asesinaron a numerosas personas entre las y los colonos israelíes.
Otros testigos y los mismos efectivos de las fuerzas israelíes confirman la caótica respuesta de las autoridades sionistas a la ofensiva palestina. Constan que helicópteros artillados dispararon todas sus municiones de manera indiscriminada, regresaron para recargar y luego volvieron a disparar de la misma manera.
Las numerosas imágenes de edificios destruidos y carros incinerados confirman niveles de destrucción imposibles de haber sido causado por las armas ligeras desplegadas por las fuerzas palestinas. Sencillamente, las armas palestinas no habrían podido causar daños tan extensos.
Testigos reportados en el medio israelí Mako confirman esta realidad. Incluso la supuesta masacre en la fiesta al aire libre llamado Nova fue resultado de esta misma respuesta incoherente ejecutada con cero coordinación por unidades israelíes que ni sabían a que estaban disparando.
Se ha confirmado que las fuerzas israelíes asediadas en la base militar del Erez en la frontera con Gaza llamó por un ataque aéreo contra sus propias instalaciones porque no pudieron resistir el asalto palestino. A pesar de tener sólidos reportajes para desmentir la versión oficial israelí de los hechos del pasado 7 de octubre, los gobiernos occidentales y sus medios, junto con las organizaciones de derechos humanos se apresuraron a difundir la versión israelí palabra por palabra.
Todo el esfuerzo de los gobiernos, medios y organizaciones occidentales ha sido de negar que las fuerzas palestinas están llevando a cabo una resistencia legítima contra una ocupación ilegal. Buscan convencer a todo el mundo que las y los palestinos son todos partidarios de Hamas y por ende todas y todos son meramente unos despreciables terroristas.
Pero el mundo mayoritario ve la verdad que son las autoridades israelíes que están practicando un terrorismo genocida sin límites, destruyendo niñas y niños con la abierta complicidad de los gobiernos de Estados Unidos y todos sus países aliados. Además de las fuerzas navales y aéreas de Estados Unidos, Reino Unido y Francia movilizadas a la región, se ha reportado que miles de tropas estadounidenses pelean al lado de las fuerzas armadas israelíes contra la resistencia palestina en Gaza.
No se sabe todavía cuántos crímenes más de lesa humanidad van a ocurrir en Palestina en las semanas que vienen. Pero lo que sí es posible saber son las dimensiones de la complicidad de los países occidentales en esos crímenes de parte de sus gobiernos y sus medios de comunicación.
En ese sentido quizás, por encima de todo, la ofensiva de la resistencia palestina del 7 de octubre ha acelerado el definitivo fin del dominio occidental de las relaciones internacionales. Pocos o nadie va a volver a tomar en serio las mentiras de los gobiernos del Occidente o sus medios de comunicación, o sus instituciones de derechos humanos. El mundo mayoritario ya no traga más su cinismo y falsedad ante el horror del despiadado genocidio contra las familias palestinas en Gaza.