Jorge Elbaum
El progresivo debilitamiento relativo de Occidente y la pérdida relativa de su capacidad para imponer sanciones unilaterales, ahonda el desequilibrio global y habilita la proliferación de acciones ligadas a las guerras totales, conflictos de quinta generación o conflagraciones híbridas. En ese marco se instituyen las variadas acciones del «terrorismo de red», las ejecuciones de falsa bandera, doble bandera y las ventanas de oportunidad para aprovechar las operaciones de terceros países.
El atentado ejecutado el pasado 22 de marzo fue llevado a cabo por cuatro ciudadanos nativos de Tayikistán, república limítrofe con Afganistán y China de mayoría islámica. Los cuatro integrantes de la acción terrorista en la sala de conciertos Crocus City Hall en la periferia noroccidental de Moscú, fueron detenidos horas después de cometer el crimen, en la región de Bryansk, equidistante de las fronteras de Bielorrusia y Ucrania.
La acción fue reivindicada por el capítulo afgano del ISIS, pero aparecen dudas sobre la posibilidad de que su ejecución haya sido planificada, facilitada, financiada u apoyada por algún otro actor gubernamental. El 7 de marzo de 2024, el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) anunció haber neutralizado una célula terrorista vinculada al Estado Islámico, que pretendía atacar a una sinagoga en Moscú. Un día después, el 8 de marzo, las embajadas de EE.UU. y Reino Unido en Moscú advirtieron de un “inminente ataque masivo” a ser perpetrado por extremistas.
La sospecha de los servicios de inteligencia rusos respecto a la utilización de sicarios del ISIS aparece justificada por varios antecedentes. Uno de los ejecutores del crimen, Shamsidin Fariduni, estuvo diez días en Turquía en contacto con un predicador islámico aparentemente ligado al ISIS. El 4 de marzo llegó a Moscú y tres días después visitó el Crocus City Hall para planificar el asalto, y el 8 de marzo Londres y Washington advirtieron a sus ciudadanos que evitaran grandes reuniones en Moscú.
Los antecedentes del enfrentamiento entre la Federación Rusa y el fundamentalismo islámico se remontan a la década del 70, cuando la Unión Soviética acudió en auxilio de las fuerzas democráticas de Afganistán sitiadas por los Talibanes. A partir de ese momento, se sucedieron otras tres confrontaciones: en Asia Central (Chechenia), en Siria y en África, en la región del Sahel. En todas estas confrontaciones, las organizaciones terroristas recibieron el apoyo directo o indirecto de las agencias de inteligencia occidentales y, en algunos casos, su financiamiento directo. Los talibanes pertenecen mayoritariamente a la etnia pastún, ubicada territorialmente en el norte de Pakistán y el sur de Afganistán. Por su parte, el colectivo conocido como Al Qaeda –cuyo significado es la Base o La Red– fue fundado por el millonario saudita Osama Bin Laden a finales de los 80. Ambos conglomerados fueron apoyados, impulsados y asistidos por la CIA y por el Pentágono en su enfrentamiento contra Moscú.
El Estado Islámico (EI) surgió a principios del presente siglo como parte integrante de la facción iraquí de Al-Qaeda durante la invasión estadounidense a Bagdad. En 2011, cuando el Estado Islámico se sumó a la guerra civil en Siria, proclamó un califato y se distanció de Al- Qaeda. Los tres grupos, (a) talibanes, (b) Al Qaeda y el (c) ISIS –también denominados como Daesh o EI–, comparten una visión fundamentalista. Sin embargo, la gran diferencia entre las tres organizaciones es que los talibanes no aspiran a una internacionalización. ISIS y Al Qaeda coinciden en crear un califato global y ese objetivo incluye la guerra santa contra todos los herejes cristianos, judíos e incluso contra los chiitas de la República Islámica de Irán.
Durante las dos guerras de Chechenia, los líderes fundamentalistas Shamil Basáyev y Ibn al-Khattab fueron alentados por la CIA en su intento separatista de Rusia. En 1999, el ministro de Defensa ruso, el mariscal Ígor Serguéyev, advirtió que las acciones de los separatistas musulmanes habían sido instigadas por Washington para debilitar a Rusia. Uno de los comandantes de los chechenos vencidos por Moscú en 2009, Rustam Azhiev, huyó a Turquía en 2011 y asumió en Siria la comandancia del grupo Ajnad Al-Kavkaz, ligado al líder del Frente al Nusra, Abú Mohamad al Golani. En 2022 se sumó a la Legión Internacional controlada por la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania, recibió el pasaporte expedido por Kiev y asumió la participación en operaciones militares en las cercanías de la región rusa de Bélgorod.
Las acciones de falsa bandera, los financiamientos a través de criptomonedas, los intercambios a través del denominado Deep Internet y –sobre todo– las operaciones encubiertas planificadas desde las agencias de inteligencia, parecen ser componentes centrales de la guerra híbrida: la lógica bélica diseñada para aterrorizar también con la instigación, el engaño y el artificio permanente.
Fuente: Página 12