Elson Concepción Pérez | Prensa Latina
Donald Trump, el republicano que aspira a ganar las elecciones de noviembre próximo y hacerse, por segunda vez de la presidencia de Estados Unidos, aseguró que, ya instalado en la Casa Blanca, comenzará una deportación masiva de inmigrantes. Dijo que pudiera llegar a 20 millones durante su mandato, y que, para ello, usará la Guardia Nacional y el Ejército.
Esas afirmaciones las hizo al margen de las sesiones del Tribunal que lo juzga por uno de los varios delitos que ha cometido, tanto en su época de mandatario como en su cotidiana actividad de empresario, aferrado a hacer crecer su fortuna, que, según la revista Forbes, sobrepasa los 2 500 millones de dólares.
En estas circunstancias, los migrantes se han convertido, en Estados Unidos, en reos de una política que los hace pender de una fina cuerda.
Hay que recordar que estos seres humanos, identificados como inmigrantes, entre los que se incluyen niños, mujeres, hombres, de las Américas, de Asia o de África, arriban a esa especie de «bonanza prometida», luego de una trayectoria con estremecedoras escenas de peligros y de muerte. Todos se han propuesto llegar hasta allí con la imagen grabada del idealizado «sueño americano».
Pero, cada vez más, una cantidad mayor encuentra el fin de su vida, ya sea en el tránsito por la selva, víctima de coyotes y traficantes, o se ahoga al tratar de cruzar el río Bravo. También mueren por inanición.
En la disputa política, los aspirantes a la presidencia, o a ocupar otros cargos dentro del Gobierno federal o las administraciones estaduales, han usado, y siguen usando el tema migratorio como mecanismo político y electoral. Con ello buscan inclinar la balanza de los votos a favor de uno u otro contendiente.
En ese ambiente –bastante tóxico– unos esperan la vuelta de un reciclado gobierno republicano de mano dura, que dé continuidad al muro divisorio en la frontera sur –al estilo Apartheid– y otros prefieren que se mantenga la inercia actual. En ambos casos, no se pone coto a la cifra de muertos en el tránsito migratorio hacia territorio estadounidense.
Lo real es que hoy, cuando faltan seis meses para que se decida quién llevará las riendas de la Casa Blanca, una noticia –llegada del estado de Texas– expone la situación crítica de una ciudad estadounidense en la que la cantidad de inmigrantes muertos en la travesía hacia ese país crece por día, lo que ha colapsado las morgues y otros recursos necesarios para enfrentar el problema.
Un despacho noticioso de RT, fechado en Texas, refiere que es uno de los lugares más mortíferos en el límite entre EEUU y México, repleto de cadáveres de inmigrantes fallecidos en el intento de cruzar la frontera. La migración ha elevado los decesos a una cifra sin precedentes en el condado de Maverick, comunidad fronteriza que es la zona cero de la disputa entre Texas y la administración de Joe Biden, reseña ese medio.
Ante la situación, las autoridades se han visto obligadas a usar un remolque frigorífico, adquirido durante la pandemia de la COVID-19, para albergar a 28 cuerpos, refiere la publicación.
Algunos son enterrados sin que sus familias sepan qué les pasó, pues la falta de identificación impide que sean notificadas. Los funcionarios del condado afirman que no tienen capacitación ni los suministros necesarios para recolectar muestras de ADN de cada persona no identificada, como exige la ley estatal.