Irán e Israel, el paso a una fase más peligrosa

 

Mohamad Hasan Sweidan | The Cradle

* El alto el fuego del mes pasado no marcó el fin de las hostilidades, sino el paso a una fase más peligrosa y ambigua del conflicto entre Teherán y Tel Aviv. Ambas partes están recalibrando sus estrategias, pero la guerra —encubierta, cibernética y psicológica— está lejos de terminar.

La guerra de 12 días de junio de 2025 entre Irán y el estado de ocupación israelí rompió décadas de ataques encubiertos, líneas rojas y moderación gestionada desde el extranjero.

En menos de dos semanas, los misiles iraníes alcanzaron Tel Aviv y los aviones israelíes atacaron profundamente territorio iraní, transformando esencialmente lo que se había estado gestando durante mucho tiempo en una guerra directa y pública.

El supuesto alto el fuego que siguió no fue un gran avance, sino un respiro. Ambas partes se están reposicionando para una larga confrontación que abarcará toda la región, redefinirá alianzas y pondrá a prueba los límites del dominio estadounidense en Asia Occidental.

Un choque de agendas en Washington

Tras la visita del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a Estados Unidos, la política hacia Irán sigue siendo un punto de fricción entre Tel Aviv y Washington. El presidente estadounidense, Donald Trump, cada vez más cauteloso ante nuevos enredos regionales, favorece una estrategia limitada centrada en prevenir un avance nuclear sin comprometerse con una intervención militar más profunda.

Mientras tanto, Netanyahu regresó de Washington presionando a favor de un enfoque mucho más confrontativo, que busque acelerar el colapso interno de la República Islámica.

Las filtraciones de las reuniones entre Netanyahu y Trump apuntan a prioridades divergentes. Esta división refleja más que desacuerdos tácticos, e indica finales políticos opuestos. Para Trump, la diplomacia es una herramienta para gestionar la escalada. Para Netanyahu, la confrontación es la estrategia misma. Tel Aviv exige capitulación en lugar de contención.

Lecciones de la guerra

La guerra de 12 días marcó el primer enfrentamiento militar directo y prolongado entre Irán y el Estado ocupante. Si bien los encuentros anteriores se basaron en la guerra de inteligencia y enfrentamientos indirectos, este conflicto derivó en intercambios masivos de misiles y drones.

Los ataques aéreos israelíes tuvieron como objetivo instalaciones nucleares e infraestructura crítica en el interior de Irán. Mientras tanto, misiles balísticos y drones iraníes penetraron el espacio aéreo israelí, impactando instalaciones militares y de inteligencia, incluso en Tel Aviv.

La guerra hizo añicos antiguas suposiciones. Irán atacó la mayor base estadounidense en Asia Occidental —la base Al-Udeid en Qatar—, lo que demuestra su disposición a atacar directamente a Washington en respuesta a los ataques estadounidenses contra varias instalaciones nucleares iraníes.

Estados Unidos, por su parte, demostró su capacidad para enfrentarse militarmente a Irán, pero no llegó a un conflicto prolongado. Ambas partes, basándose en la teoría del «riesgo calculado», de Thomas Schelling, buscaban demostrar capacidad y determinación sin cruzar el umbral de una guerra abierta.

Basándose en su concepto de «equivalencia de costos», la observación de Kenneth Waltz de que «la guerra se vuelve menos probable a medida que los costos de la guerra aumentan en relación con las posibles ganancias”, ayuda a explicar por qué Estados Unidos se retractó. Teherán dejó claro que un ataque estadounidense más amplio se enfrentaría a represalias regionales, amenazando los mercados energéticos y a las tropas estadounidenses. Esta realidad, más que cualquier impulso pacifista, inspiró el giro de Trump hacia la diplomacia.

Surgieron tres lecciones críticas:

1. Los límites de Israel
2.

A pesar del éxito inicial, incluyendo ataques de precisión facilitados por la profunda infiltración del Mossad en la inteligencia iraní, el estado de ocupación no logró paralizar el programa nuclear iraní. Irán expuso las debilidades de la tan cacareada defensa antimisiles multicapa de Israel.

Un bombardeo sostenido de misiles abrumó a la Cúpula de Hierro y a sus homólogos, demostrando que Tel Aviv no puede atacar con impunidad. Como admitió el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS) de Israel, Irán puede infligir daños significativos a Israel a cambio, a pesar de su superioridad tecnológica.

2. Las vulnerabilidades de Irán

Teherán también identificó debilidades, especialmente en defensa aérea y seguridad interna. Se espera que la República Islámica acelere la adquisición de sistemas de defensa avanzados rusos o chinos, refuerce la contrainteligencia interna y refuerce la resiliencia de sus sistemas de misiles.

3. Las líneas rojas de Washington

La guerra recordó a los líderes israelíes que el apoyo político y militar estadounidense, o su retirada, podría determinar hasta dónde llegaría Israel contra Irán. La administración Trump, si bien comprendía los objetivos generales de Israel, claramente quería evitar una guerra prolongada.

Tras ayudar a Israel a atacar las instalaciones nucleares iraníes, Trump se compró una salida suave al declarar la misión cumplida e impulsar un alto el fuego. Esto, según el INSS, significaba que Washington podría usar la fuerza para detener un avance nuclear iraní, pero no para derrocar al gobierno iraní ni librar una guerra abierta en nombre de Israel.

La estrategia de guerra a largo plazo de Tel Aviv

Tras el alto el fuego, el objetivo estratégico de Israel permanece inalterado: socavar el ascenso de Irán, frustrar sus ambiciones nucleares y regionales, y propiciar un colapso interno. Pero Tel Aviv sabe que otra gran guerra podría ser contraproducente.

Así pues, las operaciones encubiertas vuelven a ser el centro de atención. Los asesinatos de más de una docena de científicos iraníes de alto rango perpetrados por el Mossad durante la guerra, demuestran la magnitud y precisión de estos esfuerzos. El cibersabotaje también se ha intensificado, con operaciones diseñadas para sembrar el miedo y la incertidumbre en las instituciones iraníes. La represión de Teherán tras la guerra, que incluye cientos de arrestos por espionaje, sugiere que existe conciencia de la creciente amenaza.

Los ataques aéreos también podrían reanudarse esporádicamente, imitando el enfoque de «cortar el césped» empleado contra Hamás y Hezbolá. Estos están calibrados para destruir la infraestructura reconstruida, evitando al mismo tiempo una guerra total. Sin embargo, cada ataque corre el riesgo de generar represalias y una escalada más amplia, especialmente si se cruzan las líneas rojas de Estados Unidos.

La ciberguerra, con su negabilidad y su poder disruptivo, es un pilar cada vez más central. Pero es un arma de doble filo: el creciente arsenal cibernético de Irán, demostrado durante y después de la guerra, amenaza sistemas israelíes críticos.

Tel Aviv también podría invertir en fomentar la inestabilidad interna en Irán. Esto incluye fortalecer a los grupos de oposición y explotar las tensiones étnicas en provincias conflictivas como Ahvaz, Baluchistán, Kurdistán Occidental y zonas de mayoría azerí. Sin embargo, la guerra unificó temporalmente a la sociedad iraní en torno al estado, lo que limitó la eficacia de estos planes.

El Estado ocupante pretende prolongar la confrontación sin desencadenar una conflagración regional, desangrando lentamente a Irán mediante asesinatos, ataques cibernéticos y guerra psicológica.

El objetivo no es la victoria a través de la batalla, sino el colapso por agotamiento, similar a «hervir la rana»: derribar las defensas de Irán, desentrañar sus alianzas y esperar a que la presión fracture el Estado desde dentro.

Teherán se adapta

Para Irán, la guerra sirvió como una llamada de atención. La fase posterior al alto el fuego no es de paz, sino de rearme y reajuste. Si bien Teherán carece de la presencia de inteligencia de Israel en la Palestina ocupada, cuenta con otras herramientas.

En el ámbito nacional, la República Islámica ha intensificado su ofensiva contra la infiltración con más de 700 arrestos por espionaje, la ejecución de seis agentes del Mossad y una nueva legislación que impone la pena de muerte por ayudar al estado de ocupación, a Estados Unidos y a sus aliados, considerándolos «corrupción en la Tierra». La nación iraní se está fortaleciendo.

En el ciberespacio, el arsenal iraní se está volviendo formidable. Miles de documentos israelíes pirateados, filtraciones de datos sobre soldados de ocupación, sabotajes a sistemas de radar y vigilancia, y ciberataques a infraestructuras críticas marcaron un salto cualitativo. Teherán ahora puede atacar en las profundidades de Israel sin lanzar un solo misil.

A nivel regional, Irán se apoyará en el terreno familiar de la disuasión asimétrica. Esto incluye respaldar a los aliados de la resistencia en Líbano, Irak y Yemen, mejorar la precisión de los misiles y las defensas aéreas, y mantener la ciberpresión. El objetivo de Teherán es aumentar el coste de la agresión israelí, evitando al mismo tiempo una escalada directa, hasta que esté listo.

La guerra ha pasado de una confrontación abierta a una batalla de desgaste e inteligencia. Ninguno de los dos bandos ha salido victorioso. Pero ambos se preparan para la siguiente ronda.