La alternativa ante la crisis del capitalismo

Manuel Valdés Cruz

Muy por el contrario de lo que pensaban los ideólogos del capitalismo, el derrumbe del campo socialista no significó el fin de las contradicciones del sistema. El gradual deterioro de los indicadores más notables como el empleo, acceso a servicios médicos, la educación y tantos otros necesarios para el desenvolvimiento humano, indicaban claramente que la paz del capitalismo de finales del siglo XX era una quimera.

Esta situación tiene sus modos de expresión en las diferentes regiones del planeta, reflejando una crisis del modelo de producción neoliberal en su esencia y, por consiguiente, en su ideología. Hoy es imposible sostener los valores de la democracia representativa sin que no se destaquen las costuras de las mentiras sobre las que se ha sustentado históricamente.

La democracia, según la ideología del tío Samuel (personaje con que se identifica el papel del imperialismo), es el monopolio de la propiedad sobre la carencia de otros, y entienden los derechos humanos como la posibilidad de imponer lo individual sobre lo colectivo, de excluir o exterminar a todo el que tenga intenciones de cambiar el actual orden de las cosas.

En resumen, es el derecho que tiene el mercado sobre la existencia de los hombres en detrimento del papel regulador del Estado, no importan los seres humanos, ni la vida natural, solo importa la ganancia individual, en otras palabras, el dinero.

Son tan feroces y bárbaros los métodos de control social –que es el nombre que reciben ahora los métodos fascistas–, cuando se quiere estrangular la esperanza de los pueblos, cuando ven en peligro sus riquezas y amenazada su hegemonía. Cuba, Venezuela y Nicaragua pudieran ser algunos ejemplos que ponen en peligro la supremacía del sistema.

El imperio destruye todo aquello que tenga valor simbólico, que represente ideas nuevas. La quema de la wiphala, la bandera que refleja el origen indígena multicultural de Bolivia, no fue casualidad, es parte de un guion bien preparado, para no solo desconocer una cultura, sino como paso para destruir todo lo que conceptualmente conduzca a una posición de resistencia.

No existen diferencias, por tanto, entre lo que ocurrió en la Biblioteca Nacional de Bagdad, las estatuas del Che derribadas durante el gobierno de Macri o el saqueo de la casa de Evo Morales en 2019, la orden es destruir todo el capital simbólico de las causas que se le oponen a su maquinaria de exterminio.

La actual coyuntura internacional, convulsa y compleja, se debate en el antagonismo histórico, reflejo del choque de dos concepciones que gravitan sobre la existencia del hombre: la contradicción entre el modelo neoliberal y los proyectos de carácter social más participativos. La crisis actual del capitalismo, con su modelo neoliberal, demuestra su incapacidad para solucionar los problemas acumulados históricamente.

Su expresión inmediata es la agudización de las dificultades estructurales en varias regiones del mundo, es por eso que ante el temor del desarrollo de respuestas que socialicen más la distribución de la riqueza, se recurre a soluciones extremas, sin importar el costo de estas para las amplias mayorías.

La unidad debe ser el elemento cardinal de cualquier proceso en el enfrentamiento a las fuerzas retardatarias de los cambios, teniendo en cuenta varios elementos básicos, como la ideología, que debe estar relacionada con la disciplina y con el liderazgo, no se puede alcanzar con el triunfo de una Revolución si no hay definición de las tareas específicas a concluir como propuestas de cambio.

Para eso es necesario definir el sentido lógico de lo que se quiere alcanzar, y eso solo puede ser posible cuando existe una clara conciencia de lo que se quiere y un liderazgo moral, popular y carismático.

Además, se debe profundizar en la práctica y teoría revolucionarias latinoamericanas, con vasta experiencia en reveces y victorias. El momento no es de maldecir o lamentarnos, sino de hacer una lectura de los errores cometidos, buscando las causas posibles para trabajar en su eliminación inmediata.

Lo que se obtenga como resultado debe pasar por el filtro del consenso de las masas, único motor posible de los movimientos escenificados a través de la historia. Fidel, en la clausura del iv Foro de Sao Paulo, en la Habana en 1993, señalaba aspectos que hoy deben tenerse en cuenta:

«…Es importante una estrategia clara y objetivos muy claros, qué queremos, qué nos proponemos, y si nos sentimos capaces de hacerlo… ser sabios, ser previsores. Ser todo lo inteligentes que hace falta, no solo todo lo valientes que hace falta, no solo todo lo resueltos que hace falta, y todo lo convencidos que hace falta, sino todo lo inteligentes que hace falta…».

En resumen, la cultura es la primera trinchera de combate y resistencia de aquellos que necesitan y quieren otra realidad diferente a la actual.

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