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John Perry | Roger D. Harris
* Después de que el gobierno sandinista volviera al poder en 2007, USAID preparó hasta a 5.000 jóvenes que luego participaron en el sangriento intento de golpe de Estado en 2018. Además, financió a los tres grupos de «derechos humanos» de la oposición (CENIDH, CPDH, ANPDH) y ahora probablemente los apoya en el exilio en Costa Rica. En el período previo al intento de golpe de 2018 en Nicaragua, USAID estaba apoyando a todos los medios de comunicación clave de la oposición.
La USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) gasta unos 2.000 millones de dólares anuales en América Latina, lo que supone sólo el 5% de su presupuesto global. El futuro de la agencia, cerrada temporalmente, parece sombrío, mientras que las reacciones al recorte de su dinero han sido muy diversas.
Sólo unas pocas fueron tan contundentes como la de Petro y muchas condenaron la medida. Por ejemplo, WOLA (la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos), un destacado think tank «liberal» que habitualmente encubre los esfuerzos de cambio de régimen de Washington, la calificó como la política de Trump de «Estados Unidos al final».
Aunque la USAID hace algunas cosas buenas – como la retirada de minas terrestres en Vietnam (en sí mismas producto de las fechorías de Estados Unidos) – como agencia del hegemón mundial, su papel fundamental está alineado con la proyección del dominio mundial de Estados Unidos.
No es de extrañar que los medios de comunicación corporativos hayan salido en gran medida al rescate de la USAID. Intentan dar la impresión de que lo que más les preocupa es que algunos países se vean gravemente afectados por su pérdida. De hecho, los medios de comunicación que siguen a la bandera entienden que USAID forma parte de la caja de herramientas imperial.
Tanto Los Angeles Times como Bloomberg, sugirieron que el cierre de USAID «abriría la puerta» a China. Associated Press describió la retirada de la ayuda como un «enorme revés» para la región; la BBC se hizo eco de estos sentimientos. El NYT y otros grandes medios señalan la ironía de que muchos de sus programas ayuden a frenar la emigración desde América Latina, una cuestión que, por otra parte, es prioritaria en la agenda de Trump.
Armatización de la ayuda humanitaria
No es sorprendente que los medios de comunicación corporativos ofrezcan una imagen parcial. Es cierto, por supuesto, que un aspecto del trabajo de USAID es humanitario. Pero, como explicó Jeffrey Sachs, la «verdadera, y urgente, ayuda humanitaria» era sólo un elemento de una estrategia más amplia de «poder blando». Desde sus inicios, la misión de USAID fue algo más que humanitaria.
Un año después de que el presidente John Kennedy creara USAID en 1961, dijo a sus directores que «como no queremos enviar tropas estadounidenses a muchas zonas donde la libertad puede estar siendo atacada, os enviamos a vosotros».
Según Sachs, la organización es «un instrumento de la política exterior [estadounidense]… una institución completamente politizada». Ha beneficiado principalmente a los aliados de EE.UU. como con el programa para limitar los daños de los huracanes en América Central, citado por el NYT que omite a Nicaragua, golpeada por dos huracanes devastadoras en 2020. Obviamente, Nicaragua no es un aliado de EEUU.
Aunque USAID proporciona alrededor del 42% de toda la ayuda humanitaria a nivel mundial, el Quixote Center informa que la mayoría de los fondos se gastan en la entrega de suministros de alimentos producidos en EE.UU. o en pagar a contratistas estadounidenses, en lugar de ayudar a los mercados locales y fomentar los proveedores locales. El Quixote Center sostiene que «es necesaria una revisión de USAID», aunque no el tipo de revisión que Trump o Elon Musk probablemente tengan en mente.
De hecho, el dumping de productos alimentarios estadounidenses subvencionados perjudica a los propios agricultores del país receptor. Si bien el hambre puede aplacarse a corto plazo, el efecto a largo plazo es crear dependencia, que es el propósito implícito de dicha ayuda en primer lugar. En resumen, Estados Unidos no promueve globalmente la independencia, sino que busca enredar a los países en relaciones perpetuas de dependencia.
Cambio de régimen
El tercer y más controvertido elemento, identificado por Sachs, es que USAID se ha convertido en una «institución del Estado profundo», que promueve explícitamente el cambio de régimen. Señala que fomenta las llamadas «revoluciones de color» o golpes de Estado, destinados a sustituir a gobiernos que no sirven a los intereses estadounidenses.
El Departamento de Estado es a veces bastante abierto al respecto. Cuando un aspirante a embajador en Nicaragua fue interrogado por el Senado estadounidense en julio de 2022, dejó claro que trabajaría con grupos apoyados por USAID, tanto dentro como fuera del país, que se oponen al gobierno de Nicaragua. No es de extrañar que Nicaragua se negara a aceptar su nombramiento. Desde entonces, el gobierno progresista ha cerrado los grupos que recibían financiación para el cambio de régimen.
La historia de las iniciativas estadounidenses de cambio de régimen en América Latina es larga, en gran parte atribuible a las operaciones encubiertas de la CIA. Pero desde 1990, la USAID y organismos asociados como la National Endowment for Democracy han llegado a desempeñar un enorme papel. Por ejemplo, han gastado al menos 300 millones de dólares desde 1990 en tratar de socavar la Revolución Cubana.
Los esfuerzos de cambio de régimen en Cuba implicaron a una vasta organización conocida como Creative Associates International (CREA), que más tarde Alan MacLeod demostró que dirigía programas similares de USAID en toda América Latina. En la actualidad, CREA trabaja en Honduras, cuyo gobierno progresista está sometido a una considerable presión por parte del gobierno estadounidense. Sin embargo, CREA es sólo uno de los 25 contratistas que, en 2024, ganaron sumas que oscilan entre los 32 millones de dólares y la friolera de 1.560 millones de dólares.
Guerras culturales
La labor de cambio de régimen de USAID, a menudo fomenta ONG culturales, artísticas, de género o educativas ostensiblemente apolíticas, cuya verdadera agenda es inculcar actitudes antigubernamentales o proestadounidenses. Los ejemplos proliferan.
En Cuba, la USAID se infiltró en la escena del hip-hop, intentó crear una versión local de Twitter y reclutó a jóvenes de Costa Rica, Perú y Venezuela para que fueran a Cuba a dirigir un proyecto especialmente inepto que corría el riesgo de llevarlos a la cárcel.
En Venezuela, la USAID empezó a trabajar tras el fallido intento de golpe de Estado apoyado por Estados Unidos contra el presidente Hugo Chávez en 2002. En 2007, apoyaba a 360 grupos, algunos de ellos formando abiertamente a potenciales «líderes democráticos». La banda de rock venezolana Rawayana, reciente ganadora de un Grammy, recibe financiación de USAID para transmitir mensajes a favor de la oposición en sus apariciones públicas.
En Nicaragua, después de que el gobierno sandinista volviera al poder en 2007, USAID puso en marcha programas de formación, que llegaron hasta 5.000 jóvenes. Muchos de los que recibieron formación se unieron después a un intento de golpe de Estado en 2018.
Organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación «Astroturf»
Otra táctica consiste en socavar a los líderes políticos considerados enemigos de Estados Unidos. En 2004, USAID financió 379 organizaciones bolivianas con el objetivo de «reforzar los gobiernos regionales» y debilitar al gobierno nacional progresista.
Hizo un trabajo similar en Venezuela, incluyendo en 2007 la celebración de una conferencia con 50 alcaldes locales para discutir la «descentralización» y la creación de «redes populares» para oponerse al presidente Chávez y, más tarde, al presidente Nicolás Maduro. USAID incluso gastó 116 millones de dólares en apoyar la autoproclamada «presidencia interina» de Juan Guaidó.
En una línea similar, Nicaragua fue objeto de un programa de la USAID destinado a atacar la credibilidad de sus elecciones de 2021. Del mismo modo, tras la elección de Xiomara Castro en Honduras, USAID puso en marcha un programa de gobernabilidad democrática para «pedir cuentas al gobierno».
La creación o el mantenimiento de organizaciones de «derechos humanos» conformes es también una parte clave del trabajo de USAID. De los 400 millones de dólares que gasta en Colombia cada año, la mitad se destina a este tipo de organismos. En Venezuela, donde USAID gasta 200 millones de dólares anuales, una parte se destina a grupos de «derechos humanos» centrados en la oposición, como Provea. USAID financió a los tres grupos de «derechos humanos» de la oposición en Nicaragua, antes de que fueran clausurados, y ahora probablemente los apoya en el exilio, en Costa Rica.
Por último, USAID crea o sostiene medios de comunicación de la oposición que, como dijo Sachs, «surgen a demanda» cuando se pretende derrocar a un gobierno. Reporteros sin Fronteras (RSF, por sus siglas en francés) informó: «La congelación de la ayuda exterior de Trump sume al periodismo de todo el mundo en el caos». Reveló que USAID financiaba a más de 6.200 periodistas en 707 medios de comunicación. En el período previo al intento de golpe de 2018 en Nicaragua, USAID estaba apoyando a todos los medios de comunicación clave de la oposición.
RSF, aunque pretende apoyar el «periodismo independiente», está financiada por la Fundación Nacional para la Democracia (NED), la Open Society Foundations de George Soros y la Unión Europea, que no son partes neutrales.
Pocos remordimientos
Por este motivo, es posible que los gobiernos asediados por Estados Unidos lamenten poco la desaparición de USAID en América Latina. De hecho, los grupos de la oposición en Venezuela y Nicaragua admiten que están en «crisis» tras los recortes a su financiación.
Incluso el presidente Nayib Bukele, aliado de Trump, se muestra escéptico sobre USAID: «Aunque se comercializan como apoyo al desarrollo, la democracia y los derechos humanos, la mayoría de estos fondos se canalizan hacia grupos de la oposición, ONG con agendas políticas y movimientos desestabilizadores.»
Las pruebas de que USAID ha convertido en arma la llamada ayuda humanitaria son incontestables. Sin embargo, según el Secretario de Estado de EE.UU. Marco Rubio, son los países latinoamericanos que Washington ha apuntado para el cambio de régimen – Nicaragua, Cuba y Venezuela – los que son «enemigos de la humanidad.» En respuesta, el ministro de Asuntos Exteriores venezolano, Yvan Gil, respondió que los «únicos enemigos de la humanidad son aquellos que, con su maquinaria de guerra y sus abusos, llevan décadas sembrando el caos y la miseria en medio mundo».
Lamentablemente, USAID ha contribuido a este abuso, en lugar de oponerse a él. Aunque se ha cerrado temporalmente USAID, la misión de cambio de régimen del imperio continuará con casi total seguridad, aunque en otras formas y quizás menos manifiestas.